DiócesisHomilías Asamblea Regional de la Renovación Carismática (Casa Diocesana-Málaga) Mons. Jesús Catalá, Obispo de Málaga Publicado: 01/10/2017: 1732 Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, Jesús Catalá, en la Asamblea Regional de la Renovación Carismática, el 1 de octubre de 2017, en la Casa Diocesana de Málaga. ASAMBLEA REGIONAL DE LA RENOVACIÓN CARISMÁTICA (Casa Diocesana-Málaga, 1 octubre 2017) Lecturas: Ez 18,25-28; Sal 24,4-9; Flp 2,1-11; Mt 21,28-32. (Domingo Ordinario XXVI-A) 1.- Hacer realmente la voluntad de Dios Hemos escuchado en el Evangelio que Jesús cuenta la narración de los dos hijos a los dirigentes de los judíos, que pensaban que con pertenecer al pueblo elegido de Dios ya estaba todo conseguido. El primer hijo respondió a su padre que no le obedecería, pero después lo hizo (cf. Mt 21,29). Podemos tener momentos de rebeldía contra la autoridad paterna o contra otra autoridad; podemos sufrir momentos de desaliento o de enfado, momentos de inconstancia y de cansancio. Pero en el fondo debemos aceptar nuestros compromisos de fe y asumir la responsabilidad de nuestros actos. A veces somos influenciados por ideas o modas externas; Jesús nos invita a convertirnos y a cambiar de actitud. Lo que importa realmente es cumplir la voluntad de Dios. Con un lenguaje claro, que rompe formalismos, Jesús responde a sus interlocutores con una expresión inesperada, que los publicanos y las prostitutas van por delante de ellos en el reino de Dios (cf. Mt 21,31). Éstos últimos eran considerados como la basura de aquella sociedad: unos por colaboradores del imperio romano y pecadores y las otras por vender su cuerpo; pero estos se convirtieron y aceptaron la salvación del Mesías (cf. Mt 21,32), mientras que los dirigentes de los judíos, que se creían los buenos, no lo aceptaron. Más aún, Jesús considera hermano suyo a quien cumpla la voluntad de Dios. Recordemos el pasaje en que le informan a Jesús de que su Madre y sus hermanos querían verle; y él respondió: «El que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre» (Mc 3,35). Tal vez fue éste el mejor piropo que Jesús dedicó a su Madre; porque, como dice el Concilio Vaticano II, María “creyendo y obedeciendo engendró en la tierra al mismo Hijo de Dios” (Lumen gentium, 63). Fue Madre por aceptar la voluntad de Dios y después por engendrarlo en su seno. 2.- No bastan las palabras “Obras son amores” –dice el refrán español–. No bastan las palabras, lo que cuenta son los hechos. El segundo hijo dijo a su padre que cumpliría su voluntad, pero no lo hizo (Mt 21,30). Jesús critica la hipocresía de los fariseos, que cuidaban la fachada con mil palabras huecas y altisonantes, pero no vivían de veras las exigencias de la fe. También a nosotros nos puede pasar lo mismo. Es más fácil recitar oraciones, cantar al Señor, celebrar la liturgia y los sacramentos, ir a misa los domingos, llevar una medalla al cuello, hacer peregrinaciones a santuarios, que llevar a la vida diaria el compromiso de la fe y del amor a Dios y al prójimo. Podemos pronunciar un “sí” a nuestros compromisos de manera superficial, por costumbre u otros motivos. Pero Jesús ya nos advirtió: «No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos» (Mt 7,21). En nuestra sociedad estamos acostumbrados a escuchar declaraciones de buenas intenciones y hermosas palabras. Pero las declaraciones, las promesas y los manifiestos cuestan muy poco de decir; lo que realmente cuesta es vivir con coherencia la fe y actuar conforme a los principios del amor y de la esperanza cristiana. 3.- El Hijo escondido en la parábola En la narración de Jesús aparecen solo dos hijos. Pero hay un tercer Hijo, que no aparece claramente, pero está presente: el mismo Jesús, Hijo de Dios. Quien narra la parábola es el Hijo que ha dicho siempre “sí” a su Padre de palabra y con hechos. Él es nuestro único modelo y maestro, del que debemos aprender a equilibrar los hechos y las palabras; ese equilibrio lo realizó Jesús. Como dice el Concilio Vaticano II, el “plan de la revelación se realiza con hechos y palabras intrínsecamente conexos entre sí” (Dei Verbum, 2). Ha habido santos en la historia que se han parecido al segundo hijo de la parábola y en la primera etapa de su vida se comportaron muy alejados de Dios; pero después se convirtieron y aceptaron a Cristo en su vida. 4.- Celebración del 50 Aniversario de la Renovación Carismática La Renovación Carismática Católica en España celebra su Cincuenta Aniversario y celebró una Asamblea Nacional en los días 7-9 de julio de 2017 bajo el lema "El Espíritu de Dios está sobre mí porque me ha ungido" (Lc 4,18). La Renovación Carismática es una corriente de gracia, suscitada por el Espíritu Santo dentro de la Iglesia Católica, para experimentar una revitalización de los dones y carismas recibidos durante en el bautismo. Hemos sido bautizados con agua y Espíritu Santo. A partir de ese momento nace una corriente inagotable de gracia como regalo del Señor. Celebrar los Cincuenta Años de la Renovación Carismática es motivo de alegría y de acción de gracias a Dios. Como dijo el papa Francisco en su homilía a la Renovación Carismática es una “Corriente de gracia del Espíritu. Y, ¿por qué corriente de gracia? Porque no tiene ni fundador, ni estatutos ni órganos de gobierno. (Bueno, Estatutos tiene, porque las cosas hay que encauzarlas; el agua desbordada haría estragos y por ello debe ser encauzada). Claro que en esta corriente han nacido múltiples expresiones que, ciertamente, son obra humana inspirada por el Espíritu, con carismas distintos y todas al servicio de la Iglesia. Pero a la corriente no se le pueden poner diques, ni se puede encerrar al Espíritu Santo en una jaula” (Papa Francisco, Homilía a los miembros de la Renovación Carismática en la Vigilia de Pentecostés (Circo Máximo - Roma, 3.06.2017). Es motivo de alabanza a Dios; alabanza como oración de reconocimiento y acción de gracias por el amor gratuito de Dios. Oración de júbilo, alegría y gozo, fruto de la acción del Espíritu Santo, por el anuncio de la Buena Nueva del Evangelio. Otra imagen que expresa la acción del Espíritu es el viento, que sopla con gran ligereza y libertad por donde quiere; y no se le ponen barreras. Nosotros solo podemos captarlo, percibirlo, sentirlo, vivirlo y hacerle caso. A eso nos invita el presente Cincuentenario. Esta celebración debe ser también un momento de reflexión en el camino recorrido, para mirar el futuro con esperanza y seguir adelante con más fuerza; y para dejar atrás el polvo acumulado de nuestras miserias y debilidades. En el camino se nos pega el polvo y se ensucian nuestros pies; hay que limpiarlos y proseguir el camino. Éste podría ser el objetivo de la presente celebración. Purifiquemos lo que haya que limpiar y podemos los sarmientos que no sirven, para que sea una realidad eclesial más renovada y rejuvenecida. 5.- El lema: «Proclamad el año de gracia del Señor» El lema del presente Encuentro es: «Proclamad el año de gracia del Señor». En la Sinagoga de Nazaret Jesús leyó el pasaje de Isaías: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor» (Lc 4,18-19; cf. Is 61,1-2). Este anuncio de salvación es siempre una buena nueva. Este mensaje deben oírlo nuestros paisanos y contemporáneos, que se encuentran en las antípodas. Muchos de nuestros contemporáneos piensan que son más libres prescindiendo de Dios; pero es al contrario, porque viven esclavizados y encadenados a su propia autonomía y deseos propios. Algunas leyes, en vez de hacer libres, atan más a las miserias humanas; hay que romper estas cadenas. No es suficiente sentirse amado y perdonado por Dios; es preciso anunciar esta gracia. El Señor nos envía a proclamar el año de gracia y de misericordia para todos los hombres. La fuerza del Espíritu Santo, recibida en el bautismo y en la confirmación y renovada en los sacramentos de la penitencia y de la eucaristía, nos capacitan para ser anunciadores y proclamadores de la salvación que Jesucristo nos ha otorgado. Hemos sido bautizados con Espíritu Santo (cf. Hch 1,3; 1 Co 12,13), para ser testigos valientes en la sociedad en que vivimos. 6.- Damos gracias a Dios y os animamos a seguir caminando Damos gracias a Dios por estas Bodas de Oro de la Renovación Carismática Católica. Gracias también a quienes habéis hecho posible durante estos años la presencia de esta corriente de agua fresca en la Iglesia. Termino con las palabras del papa Francisco a la Renovación Carismática, haciéndolas mías: “La Iglesia cuenta con vosotros, con vuestra fidelidad a la Palabra, con vuestra disposición para el servicio y con el testimonio de vidas transformadas por el Espíritu Santo. Compartir con todos en la Iglesia el Bautismo en el Espíritu Santo, alabar al Señor sin cesar, caminar juntos con los cristianos de diferentes Iglesias y comunidades cristianas en la oración y la acción por los que más lo necesitan. Servir a los más pobres y enfermos”. Eso es lo que espera la Iglesia de vosotros, queridos hermanos. Pedimos a la Santísima Virgen María su maternal intercesión, para vivir con alegría el compromiso bautismal y ser capaces de anunciar la Buena Nueva del Señor resucitado y los dones del Espíritu. Amén. 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