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Acción de gracias por la Beatificación de Fray Leopoldo (Alpandeire-Málaga)

Publicado: 18/09/2010: 1134

ACCIÓN DE GRACIAS CON MOTIVO

DE LA BEATIFICACIÓN DE FRAY LEOPOLDO

(Alpandeire, 18 septiembre 2010)

Lecturas: Eclo 51, 13-22; Mt 6, 19-34.

1. Queridos hijos de Alpandeire: la Beatificación de nuestro paisano Fray Leopoldo, es una ocasión para estar agradecidos a Dios y darle gracias por este gran acontecimiento eclesial. La diócesis de Málaga se alegra y da gracias a Dios, porque un paisano nuestro ha sido proclamado “beato”. La hermosa ceremonia tuvo lugar el pasado domingo en el aeropuerto de Armilla (Granada).

Miles de fieles acudieron, desde toda Andalucía y de otros lugares, para participar en la celebración litúrgica, presidida por el Prefecto de la Congregación vaticana de las Causas de los Santos, como delegado del Papa.

2. En Fray Leopoldo, hijo de Alpandeire, se cumplió la voluntad divina. Ha sido un hombre fiel a Dios. La voluntad divina de que Dios quiere “que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”. Dios quiere que conozcamos la verdad, porque la verdad es Él. La verdad no son las opiniones diversas de la gente. Hoy está muy de moda el decir que la opinión de cada uno es lo que más vale o que la opinión de un grupo se impone sobre las opiniones de otros. No siempre las opiniones son auténticas y están fundamentadas en la verdad. Para estar fundamentadas han de estarlo en la Verdad de Dios.

¿Quién es el sabio? ¿Quién es el verdadero sabio? ¿El que más conoce o el que conoce la verdad de Dios? ¿El que expone sus teorías, sus puntos de vistas?

El libro del Eclesiástico narra la búsqueda de la sabiduría por parte de un creyente: «Cuando aún era joven, antes de viajar por al mundo, busqué sinceramente la sabiduría en la oración» (Eclo 51 13). Es lo mismo que decir la sabiduría en Dios. Nuestro paisano inició la búsqueda de Dios desde su tierna infancia y su corazón fue creciendo en sabiduría y madurando en sabrosos frutos de amor a Dios y al prójimo. Con su vida dio testimonio de la Verdad, anunciando a Jesucristo como el único «mediador entre Dios y los hombres» (1 Tm 2, 5).

3. La vida de Fray Leopoldo es una confirmación de la palabra de Dios que dice: «Dios ha elegido lo necio del mundo para avergonzar a los sabios, y lo débil del mundo escogió Dios para avergonzar a los fuertes. Lo plebeyo y despreciable del mundo ha escogido Dios y lo que no es, para reducir a la nada lo que es. Para que ningún mortal se pueda gloriar sino es en presencia de Dios» (1 Co 1, 27-29).

El santo, el hombre de Dios, es el que trasparenta en su vida la santidad de Dios, dejando resplandecer la belleza divina a través de sus palabras y acciones. La santidad redunda también en beneficio de los demás. Decía un genio de la música, Gounod, que “una gota de santidad vale más que un océano de genio”.

Los santos son hombres verdaderos, auténticos, plenamente realizados, que han dejado una huella duradera y un recuerdo dichoso en la historia. Quienes conocieron a Fray Leopoldo, cristianos y no creyentes, pudieron apreciar la riqueza de su vida y de sus virtudes; todos se enriquecieron de la santidad, que manaba de su alma.

4. La llamada a la santidad está presente en toda la Escritura. El Señor nos invita a todos a la santidad. Quien nos llama es tres veces Santo: «Seréis santos, porque yo soy santo» (l Pe 1, 15-16); por ello debemos buscar con todo ahínco la santidad.

La santidad puede conllevar fenómenos extraordinarios, pero no se identifica con ellos. En la vida del Beato Leopoldo, como en la de tantos otros santos, no se registran hechos prodigiosos (éxtasis, visiones, milagros), ni grandes penitencias; y, sin embargo, la gente percibía en él una intensa presencia de Dios.

5. Podríamos decir que la santidad en Fray Leopoldo se expresa fundamentalmente en dos dimensiones. Yo resumiría su vida en dos aspectos: Fray Leopoldo es un hombre de Dios, con todo lo que eso significa. Un hombre que desea hacer la voluntad de Dios a través de la voluntad de los superiores. Está pendiente, está en contacto, está en presencia de Dios, está cercano a Dios. Y la segunda dimensión: es un hombre extraordinariamente cercano a los hombres. El estilo suyo, es el estilo franciscano.

Nuestro Beato no busca ser noticia, ni tener renombre; por el contrario le pesa cuando hablan bien de él. Pertenece a la humilde crónica cotidiana, que no es noticia, que no aparece en las páginas de los periódicos. Es el estilo evangélico, que realiza las cosas sin que la mano izquierda sepa lo que hace la derecha (cf. Mt 6, 3). Él es feliz cuando es ignorado, cuando lo dejan de lado, porque sólo le basta saber que su nombre está escrito en los cielos (cf. Lc 10, 20). Muchas anécdotas de su vida manifiestan esta actitud de hombre de Dios, humilde y sencillo, al estilo de su Fundador San Francisco de Asís.

6. Supongo que sois bastantes aún, los hijos de Alpandeire que conocisteis personalmente a Fray Leopoldo. Me imagino que los que lo conocisteis aquí, en el pueblo, lo recordaréis como algo que os pudo ayudar, algo que os conmovió o que visteis en él esa descripción que decimos de él como hombre de Dios. De todas maneras, a los santos no siempre lo reconocen como tal quienes conviven con él. Recuerdo un día en Roma, habían beatificado a un señor, a un médico italiano, y estaban presentes en la beatificación su esposa y una hija. Y le preguntaron a la mujer: -¿Qué sentía usted al vivir con un santo? Y respondió la mujer: -yo no tenía conciencia de que mi marido fuera un santo. Mi marido era normal. Me quería mucho, quería mucho a los hijos, trabajaba, se esforzaba, era muy bueno, pero yo nunca pensé que sería proclamado Beato.

Probablemente muchos de Alpandeire tampoco pensaban que podía ser proclamado Beato un paisano nuestro. Cuando al inicio de la misa, en la oración colecta por primera vez he pronunciado el nombre de Beato Fray Leopoldo, he sentido algo especial porque de una persona que hace una semana no estaba reconocido por la Iglesia como Beato, hoy estamos celebrando esta acción de gracias por el don que la Iglesia le ha hecho reconociendo a nuestro paisano como Beato. Y estamos pidiendo la intercesión de Fray Leopoldo por todos nosotros. Le pedimos al Señor por cada uno de nosotros para que nos ayude a ser fieles a lo que él nos pide, a lo que Dios quiere de nosotros.

La vida de Fray Leopoldo ha sido muy sencilla y muy simple, muy humilde. Ha hecho lo que le pedían, ha sido obediente a lo que le mandaban, fuera lo que fuera. Y además con esa dimensión de cotidianidad, de rutina. Ha sido un hombre normal, sin grandes cosas extraordinarias. Y desde ahí ha sido fiel al Señor y ha alcanzado la santidad.

7. Otro aspecto importante que decíamos de la sabiduría lo vemos en el Beato Leopoldo: era un hombre de pocas letras. No era un sabio en lo humano, culturalmente hablando, pero era un gran sabio porque saboreaba la sabiduría de Dios. ¡Cuántas personas que apenas saben firmar, son personas sabias por haber vivido la fe en Dios! Porque están en contacto con Dios, porque rezan, porque están en presencia de Dios. Esa es la verdadera sabiduría no la de los conocimientos de las ciencias. Uno puede ser un sabio en lo humano y ser un orgulloso y un necio, estar vacío por dentro o estar lleno sólo de su orgullo, y eso sirve para muy poco.

La verdadera sabiduría es descubrir el sentido de la vida, estar en sintonía con Dios, estar en presencia de Dios. Y eso es lo que ha vivido nuestro Beato Leopoldo.

8. La segunda dimensión ha sido su cercanía a los pobres. Hay mucho escrito sobre esto. Las vidas que se han escrito sobre Fray Leopoldo, muestran que supo acercarse con amor y comprensión para atender al necesitado, al enfermo, al desamparado; socorrerlo no sólo con bienes materiales, sino con su afecto.

Nuestro Beato aprendió con diligencia la lección del buen samaritano de la parábola evangélica: «acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le  llevó a una posada y cuidó de él»  (Lc 10, 34).

Él ha sabido padecer-con los demás, es decir, compadecerse. Ha sabido estar cercano, ha sabido consolar el dolor, ha sabido satisfacer necesidades humanas básicas. Ha sabido dar afecto a quien lo buscaba, ha sabido dar un buen consejo a quien se le acercaba, y no solamente a gente ignorante, sino también a gente sabida de este mundo que han ido a pedirle consejo.

Yo resumiría diciendo que ha sido cercano a Dios y por eso motivo ha sido cercano a los hombres. Cercano a los más necesitados, cercano a los que realmente buscaban a Dios. Y ha sabido acercar al hombre a Dios y Dios al hombre. Ese creo que ha sido la gran tarea del Beato Fray Leopoldo, hijo de este pueblo.

9. Hoy queremos dar gracias a Dios por su vida, por su persona. Vamos a pedirle al Señor que nosotros sepamos también, como él, responderle con fidelidad. Que nosotros seamos personas que sepamos estar con Dios, que sepamos sintonizar con El. Dios es el absoluto y a veces nuestra sociedad nos está invitando a alejarnos de Dios, a poner al hombre como el centro de la vida. Y cuando se pone al hombre como el centro de la vida, la vida pierde el sentido. Cuando se aparta a Dios de la sociedad, la sociedad pierde sentido y pierde calibre, pierde valor.

Vamos a pedirle también, por intercesión de Fray Leopoldo, que nos ayude a estar cerca de los hombres, sobre todo de los que están más necesitados de lo que sea: de pan, de abrigo, de afecto, de cercanía, de consuelo, ¡cuántas necesidades hay! Aparentemente las familias funcionan de maravilla, pero en cada familia hay una necesidad, hay un enfermo,  un anciano o un niño que cuidar. Siempre hay alguien a nuestro lado, cerca, que necesita de nuestra ayuda.

Vuestro paisano supo descubrir esas necesidades y la supo colmarlas con su amor. Que nosotros aprendamos a estar cerca también de los que nos necesiten.

Terminamos pidiendo al Beato Fray Leopoldo de Alpandeire, que interceda por nosotros; que ruegue a Dios por cada uno de los hijos de este pueblo; que pida por nosotros para que seamos testigos auténticos y valientes del Evangelio; que no nos avergoncemos, como él no se avergonzaba, de llamarse cristiano, aunque era vituperado, insultado, maltratado; que no tengamos vergüenza de decir que soy cristiano, soy un hijo de Alpandeire que proceso la misma fe que mi paisano Beato. Que así sea.

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