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Toma de posesión del nuevo párroco de NªSª de la Amargura (Málaga)

Publicado: 15/09/2010: 1107

TOMA DE POSESIÓN DEL RVDO.D. ANTONIO AGUILERA

COMO PÁRROCO DE SANTA MARÍA DE LA AMARGURA

(Málaga, 15 septiembre 2010)

Lecturas: Hb 5, 7-9; Jn 19, 25-27.

1. Jesús, aún siendo Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer

1. Celebramos hoy la fiesta de la Virgen de los Dolores, en esta parroquia de Santa María de la Amargura.

En el texto de la carta a los Filipenses, que hemos escuchado, el Hijo de Dios, Jesucristo, entra en la historia humana, aceptando la condición de siervo: «El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres» (Flp 2, 6-7). Este es el ejemplo de Jesús para todos nosotros: humildad, sencillez, servicio, donación al otro, obediencia a la voluntad divina.

La actitud de Jesús estaba anunciada ya en los Cantos del “Siervo de Yahveh” del profeta Isaías. Todos estamos llamados a vivir al estilo del Siervo de Yahveh (cf. Is 49, 1-6). Cada cristiano debe ser presencia del Maestro.

2. Jesús, el Hijo de Dios, en su condición humana debe soportar los sufrimientos y debilidades, incluso la muerte. Su ejemplo nos anima a todos, para saber aceptar con paciencia las debilidades humanas y los avatares de la vida.

Nos quejamos, muchas veces, de las cosas que no nos gustan y que tenemos que soportar. La fuerza para aceptarlas la podemos encontrar en Jesucristo, que no buscó su propia voluntad, sino la de su Padre (cf. Lc 22, 42); y nos anima a hacer lo mismo para entrar en el reino de los cielos: «No todo el que me diga: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial» (Mt 7, 21).

Jesús, como hemos escuchado en la carta a los Hebreos, «aun siendo Hijo, aprendió sufriendo a obedecer» (Hb 5, 8). Esta frase, tan concisa y sintética, expresa y resume la vida que Jesús llevó en obediencia al Padre. Siendo el Hijo de Dios aprendió, sufriendo, a obedecer. ¡Qué magnífico ejemplo nos da el Señor!

3. Hoy se realiza el cambio de párroco en Santa María de la Amargura. El sacerdote está puesto como atalaya de Dios, para proclamar su Palabra, discernir los acontecimientos a la luz del Evangelio y orientar y regir al pueblo hacia Dios, santificándolo con los sacramentos.

A ejemplo del Siervo de Yahveh el Señor pone a los sacerdotes como luz las gentes: «Poco es que seas mi siervo, en orden a levantar las tribus de Jacob, y de hacer volver los preservados de Israel. Te voy a poner por luz de las gentes, para que mi salvación alcance hasta los confines de la tierra» (cf. Is 49, 6).

Hoy un párroco, que lleva más de veinte años entre vosotros, se va. En mi corazón de pastor entiendo perfectamente lo que sentís en vuestros corazones. Varios feligreses me habéis hecho llegar vuestro pesar y vuestro sentimiento por la partida de D. Felipe, después de tantos años.

Me alegro de que lo sintáis; porque es expresión de vuestro afecto y de vuestro amor al sacerdote; y de vuestro amor a la parroquia, a la Iglesia y al Señor Jesús. Mal sería que no lo sintierais; porque indicaría una indiferencia y una lejanía de Dios y de la Iglesia. Doy gracias, pues, a Dios de que, en cierto sentido, vuestros corazones estén esta tarde un poco “desgarrados”.

4. La comunidad cristiana de Santa María de la Amargura agradece la presencia de más de veinte años de servicio como párroco, del Rvdo.D. Felipe Reina. Su quehacer sencillo y callado ha sido al estilo del Siervo de Yahveh. Quiero dar gracias a Dios, junto con vosotros, por el gran servicio que ha prestado durante estos años.

Ha realizado asimismo su misión durante muchos años como Delegado diocesano para Hermandades y Cofradías, de cuyo cargo también ha sido relevado.

Ha sido el Señor, a través de mi pobre mediación, quien le ha pedido una nueva misión. La Iglesia lo necesita ahora en otra tarea y en otra parroquia. Como sabéis, ha sido nombrado también Director espiritual del Seminario. Desde la obediencia, él ha aceptado el encargo y le ha dicho al Señor: «Aquí estoy para hacer tu voluntad» (cf. Hb 10, 9). 

5. Ahora asume la responsabilidad el nuevo párroco, Rvdo.D. Antonio Aguilera, que lleva también más de veinte años en el Seminario, trabajando en ese campo tan delicado como son las vocaciones sacerdotales.

Quiero agradecer su labor callada, eficaz, serena y sencilla durante estos años de formador de futuros sacerdotes y de discernimiento vocacional.

Ahora le deseamos todos una fecunda misión en su nueva tarea, sirviendo a esta comunidad de Santa María de la Amargura al estilo del Siervo de Yahveh.

Hoy rogamos a Dios por ambos: para que Dios les bendiga y les acompañe en su vida, haciendo fecundo su ministerio sacerdotal.

Les pedimos a ambos que sean fieles a la voluntad de Dios, como el Siervo de Yahveh, Jesús de Nazaret, hizo durante toda su vida.

6. Jesús pide en su oración al Padre que lo libre de la muerte: «El cual, habiendo ofrecido en los días de su vida mortal ruegos y súplicas con poderoso clamor y lágrimas al que podía salvarle de la muerte, fue escuchado por su actitud reverente» (Hb 5, 7). Dios lo salva, resucitándolo de la muerte, en atención a su actitud reverente y obediente y «llegado a la perfección, se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen» (Hb 5, 9).

Si queremos ser salvados y resucitar con Jesús, debemos vivir una actitud obediente hacia el Padre de los cielos. Esto no es sólo para los sacerdotes, sino para cada uno de nosotros, que hemos de estar atentos a buscar la voluntad de Dios y a cumplirla fielmente cada día.

2. Maternidad de María al pie de la cruz

7. María experimentó en su ser las exigencias y la radicalidad del Evangelio; supo aceptar, como su Hijo, la voluntad del Padre. María tampoco hizo su voluntad; vivió que en carne propia el las consecuencias nefastas de nuestro pecado; sufrió la maldición de la cruz en su Hijo. Al lado de Jesús crucificado experimentó la espada, que le traspasó el alma (cf. Lc 2, 35); y fue testigo de la profecía de Simeón de que su Hijo sería “señal de contradicción” (cf. Lc 2, 34). Ella contemplaba a su Hijo mientras agonizaba sobre aquel madero, como un condenado: «Despreciable y desecho de hombres, varón de dolores... despreciable y no le tuvimos en cuenta» (Is 53, 35).

No temáis, queridos fieles, si sois “señal de contradicción” en esta sociedad, que se aparta de Dios; que rechaza la luz (cf. Jn 1, 9-11), porque prefiere las tinieblas de sus deseos y sus obras están muertas (cf. Hb 9, 14); y no quiere aceptar el testimonio veraz de su Hijo Jesucristo (cf. Jn 8, 13-14). No tengáis miedo a ser testigos del Evangelio y ser signos de contradicción en este tiempo.

8. Junto a la cruz de Jesús está María (cf. Jn 19, 25). Ella entrega a su Hijo y recibe multitud de hijos: «Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: Mujer, ahí tienes a tu hijo» (Jn 19, 26).

Ella es madre desde el despojo, desde el vaciamiento, desde la humillación y desde la muerte. El duelo de María es expresión de su fe y de su amor. Somos los hijos que Jesús le cedió en su lugar; toda la Iglesia se admira de este desigual intercambio. Así lo dice San Bernardo: “¡Vaya cambio! Se te entrega a Juan en sustitución de Jesús, al siervo en sustitución del Señor, al discípulo en lugar del Maestro, al hijo de Zebedeo en lugar del Hijo de Dios, a un simple hombre en sustitución del Dios verdadero” (Sermón en el Domingo infraoctava de la Asunción, 15). Pero más desigual resulta aún que seamos nosotros, tú y yo, los que tomemos el lugar de su Hijo; nosotros no llegamos a ser como San Juan; somos, más bien, peores.

Desde la tarde del Gólgota el seguidor de Jesús tiene que tener en su corazón un lugar para acoger a María, como lo hizo el apóstol Juan, quien «desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa» (Jn 19, 27). ¿Cómo acogemos a la Virgen en nuestros corazones, en nuestra familia, en nuestra comunidad parroquial? ¿Qué lugar ocupa la Virgen en nuestra piedad cristiana?

9. Jesús, dirigiéndose desde la cruz a Juan, le dijo: «Ahí tienes a tu madre» (Jn 19, 27). Tengamos por Madre a la Virgen de los Dolores, a Santa María de la Amargura, titular de esta parroquia. En su maternal compañía caminaremos hacia Dios; en las circunstancias difíciles recobraremos fuerza y valor; contemplando a nuestra Madre al pie de la cruz, nos uniremos en comunión a su Hijo, que, con su muerte, redime todos los dolores de la humanidad.

El Concilio Vaticano II nos recuerda que “la Bienaventurada Virgen avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la cruz, en donde, no sin designio divino, se mantuvo de pie (cf. Jn 19, 25), se condolió vehementemente con su Unigénito y se asoció con corazón maternal a su sacrificio, consintiendo con amor en la inmolación de la víctima engendrada por Ella misma, y, por fin, fue dada como Madre al discípulo por el mismo Cristo Jesús” (Lumen gentium, 58).

¡Cuán grande y heroica la obediencia de la fe, demostrada por María en esos momentos ante los insondables designios de Dios (cf. Rm 11, 33)! ¡Y cuán poderosa es la acción de la gracia en su alma; cuán penetrante la fuerza y la luz del Espíritu Santo! (cf. Juan Pablo II, Redemptoris Mater, 18). ¡Dejémonos también nosotros penetrar por esa gracia y por esa luz!

Pedimos al Señor que siga esta comunidad cristiana siga siendo cada día más viva y más testimonial.

Pedimos hoy a Santa María de la Amargura que proteja con su maternal intercesión a esta comunidad parroquial, que hoy realiza el cambio de párroco. Le pedimos que proteja nuestra Iglesia particular de Málaga, de la que esta comunidad parroquial forma parte y es célula de la misma.

¡Que Santa María de la Amargura interceda por cada uno de nosotros ante el Señor! Amén. 

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