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Funeral del padre del Rvdo. José Diéguez (Cementerio-Málaga)

Publicado: 20/07/2010: 1271

FUNERAL DEL PADRE

DEL RVDO. D. JOSÉ DIÉGUEZ

(Cementerio - Málaga, 20 julio 2010)

Lecturas: Ex 14, 20 — 15, 1; Sal 15, 8-10.12.17; Mt 12, 46-50.

1. Las lecturas de hoy nos ayudan a reflexionar sobre el hecho objetivo del paso de nuestra vida temporal a la vida eterna. La lectura del libro del Éxodo nos ha rememorado lo que ha significado para el Pueblo de Israel el paso de la esclavitud de Egipto a la Tierra Prometida, el paso del mar Rojo (cf. Ex 14, 21-22), símbolo de nuestro bautismo.

Ahí arranca la vida del cristiano. El Señor ha querido hacernos hijos suyos de modo adoptivo en las aguas bautismales. Aguas que para los egipcios han sido de muerte y para los israelitas han sido de vida. Aguas que en nuestro bautismo son de muerte a cierta forma de vivir, a la vida que está en contradicción con Dios, a la vida de pecado; las aguas bautismales son la purificación, la trasformación de esa vida, el paso de una vida de tiniebla a una vida de luz.

2. El acontecimiento del paso del Mar Rojo ha sido una gesta por parte de Dios. Hemos cantado en el Salmo responsorial una alabanza a las maravillas que Dios ha hecho.

Esa misma maravilla que obró en el Pueblo de Israel hace tiempo, la ha obrado en nosotros en el bautismo, la ha obrado en nuestro hermano Matías en el día de su bautismo. Ha sido una gesta.

A veces no percibimos la importancia del bautismo y, no tanto en sentido subjetivo de querer ser nosotros buenos, de querer actuar como Dios quiere, por supuesto que sí; sino en que primariamente es el regalo de Dios que nos limpia de esa vida de pecado, que es una pascua que  nos hace pasar de la tiniebla a la luz, del pecado a la vida, del estar encadenado a la libertad. Es una vida nueva y como tal hemos de revivir nuestro bautismo.

3. Hoy damos gracias a Dios por el bautismo que recibió nuestro hermano Matías, que lo arrancó de las tinieblas del pecado y del diablo, del error, de la mentira, del egoísmo y lo transportó a otro Reino, el de la libertad, de la luz, del amor, del perdón, de la misericordia. Cuando el Señor a través de las aguas bautismales y a través de la penitencia nos limpia, nos limpia de veras, nos cambia totalmente, borra los pecados para no acordarse jamás.

El profeta Miqueas nos dice en la lectura continuada de estos días, que el Señor limpia nuestras culpas de modo definitivo, de modo total, que Él no se acuerda de nuestros pecados, que arroja nuestros pecados en lo hondo del mar (cf. Mi 7, 18-19).

4. ¡Qué diferencia entre el perdón que Dios nos concede y el perdón que decimos nosotros otorgar a los hermanos! Cuántas veces escuchamos la expresión “yo te perdono, pero no olvido y te la guardo”.

El perdón del Señor no es así; cuando nos perdonó en el bautismo, cuando nos perdona a través del sacramento de la penitencia Dios olvida. Yo te perdono y olvido, y lo echo al fondo del mar, lo encierro lejos de mí, nos dice el Señor.

¡Cuánto hemos de aprender de esa misericordia bondadosa del Señor que nos trata no cómo se merecen nuestros pecados y nuestras culpas, sino que nos trata con amor y misericordia!

Gocemos de este don del Señor. Agradezcamos a Dios ese don y esa gracia del perdón que en las aguas bautismales, y posteriormente en el sacramento de la penitencia, nos concede. Agradezcamos ese don en la vida de nuestro hermano Matías.

5. En la lectura del Evangelio hemos escuchado un diálogo entre Jesús y alguien que quiere presentar a sus familiares. «¡Oye! ahí fuera están tu madre y tus hermanos que desean hablarte. Pero él respondió al que se lo decía: ¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos? Y, extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: Estos son mi madre y mis hermanos. Pues todo el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre» (Mt 12, 47-50).

Los que hemos sido hechos hijos en el bautismo, se entiende adoptivos, hemos sido incorporados a la fraternidad de Jesús, a los hijos de Dios. ¿Quién es el hijo de Dios y quién es el hermano de Jesucristo? ¿El simple bautizado? ¿El que lo es por la relación de familiaridad carnal? El que cumple la voluntad de Dios, el que acepta la gracia bautismal para vivir en esa libertad de los hijos de Dios cumpliendo las diez palabras de vida, el Decálogo. A eso nos invita el Señor a cada uno de nosotros.

6. Que este acontecimiento de la partida de nuestro hermano Matías sea para cada uno de nosotros estímulo, en primer lugar, acción de gracias a Dios porque nos ha perdonado en las aguas bautismales y en la penitencia; y también que sea un estímulo para vivir como verdaderos hijos de Dios. No podemos llamarnos cristianos si no cumplimos los mandamientos. El gran piropo que Jesús le echa a su madre es, como madre y como hermana, no por serlo sólo de modo físico, que también, pero sobre todo lo es porque ha vivido en obediencia a la palabra del Señor.

Pedimos en esta Eucaristía para que Matías que ha sido llamado a la presencia del Señor, Él lo trasforme de manera definitiva. Ese perdón que ya le otorgó en el bautismo y posteriormente, sea el que perviva para siempre; que el Señor se olvide totalmente de los pecados que por fragilidad humana cometió.

Le pedimos también por nosotros para que nos ayude a vivir como verdaderos hijos de Dios.

¡Que la Virgen, nuestra Madre, ahora con los ángeles, como reza la liturgia, le acompañe de la mano hasta la presencia de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo! Amén.

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