DiócesisHomilías

Parroquia de san Isidro Labrador (Cártama-Estación, 27 junio 2010)

Publicado: 27/06/2010: 1156

EUCARISTÍA EN LA PARROQUIA DE SAN ISIDRO LABRADOR

(Cártama-Estación, 27 junio 2010)

Lecturas: 1R 19,16b.19-21; Sal 15; Gal 5,1.13-18; Lc 9,51-62.

1. Estamos celebrando la Eucaristía dominical, la Pascua del Señor, en este recinto que nos han dejado. Y también es conveniente que saquemos una reflexión y una experiencia de fe de todo lo que nos ocurre.

Digamos que estamos un poco en el destierro. Esto se podría ver análogamente como si estuviéramos en el destierro, en el sentido en que, imagino, estáis todos anhelando ir al templo nuevo. Eso es como anhelar la Patria Celeste. Nuestra casa no está aquí. No me refiero a la Iglesia, éste no es nuestro templo, el templo es otro que esperamos ocupar cuanto antes.

Pero la Patria definitiva tampoco está en este mundo. La Patria definitiva está detrás de una puerta que se abre y esa puerta se llama muerte. Pero todos tenemos que atravesar esa puerta, y atravesándola entramos en la Patria definitiva, en el tiempo verdadero de la vida eterna, ahora estamos en lo temporal.

Así que esta experiencia de estar lejanos de la Patria, fuera del templo que deseamos, fuera de la casa que todos queremos, también que sea este tiempo, como lo era para el Pueblo de Israel, de purificación, de anhelo, de querer vivir realmente la vida verdadera que Dios nos ofrece.

Aunque, naturalmente, ya ha dicho antes el párroco, D. Gerardo, que lo más importante es la celebración de la Eucaristía. Tiene el mismo valor celebrarla en una Catedral, que en un casa como ésta, que debajo de un árbol. La celebración es la celebración. Pero que nos ayude este tiempo de anhelo y de deseo, de volver, para purificarnos.

2. En segundo lugar los textos de hoy del libro del profeta que nos ha narrado la vocación de Eliseo y el texto de Lucas, narran el tema de la vocación o del seguimiento del Señor.

Eliseo, un señor que estaba labrando, al que se acerca Elías, el profeta, su maestro, y le hace un gesto que es cubrirle con el manto, ese gesto es como diciéndole “te hago mío”, como el varón cuando iba a casarse con una mujer le echaba el manto encima para decir: “tú vas a ser mi esposa”; porque toda relación con el Señor tiene una cierta relación esponsal.

Es bonita esta imagen del matrimonio y del amor esponsal entre Jesucristo y la Iglesia, entre el Pueblo de Israel y Dios; el Dios de Israel y su Pueblo, con quien dice yo te amaré, yo te volveré a enamorar a pesar de que tú te has ido con otros amantes, yo te amo, yo quiero ser tu esposo.

Ese gesto, que es esponsal, lo aplica Elías, el maestro, a uno que va a ser su sucesor, su alumno. El profeta que venga detrás le echa el manto (1R 19, 19). Tú a partir de ahora vas a ser discípulo mío.

El Señor también con el Espíritu Santo nos ha echado el manto. Fijaos otro gesto esponsal precioso: La Virgen María ha sido cubierta con la sombra del Espíritu Santo, el Espíritu la ha cubierto, el Espíritu la ha hecho esposa suya.

Fijaos la línea de signo esponsal que tiene toda la Biblia. Y también nosotros, nuestra vida, nuestra alma análogamente igual que la Iglesia es la esposa de Jesucristo, somos cuidados por Jesús como cuida a su esposa.

3. En el tema del seguimiento, Eliseo coge los aperos, coge la yunta de bueyes, los sacrifica, los queda, asa la carne y da un banquete a su familia para marcharse. (1R 19, 21). Una radicalidad.

Ahora podríamos preguntarnos: ¿quién de vosotros es capaz de prescindir del instrumento de su trabajo? Por ejemplo, si uno tiene un coche para hacer su trabajo de representante de una empresa, que fuera capaz de coger el coche –que es su instrumento de trabajo– y quemarlo.

Eliseo no cogió y guardó los aperos por si acaso se arrepentía; cogió los quemó, mató los bueyes, los sacrificó e hizo un banquete.

¿Quién quemaría su coche, si fuera el instrumento de su trabajo, para dejarlo todo y decir Señor: mándame donde tú quieras? ¿Quién destruiría su fábrica para seguir a Señor de forma radical? ¿Verdad que nos parece una barbaridad? Pues eso hizo Eliseo, destruyó el instrumento por el cual vivía, su modo de vivir. Esto es un seguimiento radical, total a Dios.

4. En el texto de Lucas el Señor mantiene una conversación con varios. A uno le dice: “Ven”. Y éste se escusa diciéndole que tiene que estar con sus padres, que tiene un negocio: «Déjame ir primero a enterrar a mi padre»  (Lc 9, 59); «Te seguiré, Señor; pero déjame antes despedirme de los de mi casa» (Lc 9, 61). Pero aquí no valen excusas, o vienes o no sirves para ser discípulo mío. Y hay otros que se acercan a Jesús y quieren seguirle: «Te seguiré adondequiera que vayas» (Lc 9, 57).

Pero para seguir a Jesús no basta con decir “Señor, yo quiero seguirte”, hace falta previamente que Él nos llame. Nadie puede seguir una vocación cristiana sino es llamado a seguirla.

Nadie debería casarse si el Señor no le llama al matrimonio. Hay muchos que se casan por otras razones ajenas a su vida, por motivos varios y después eso se esfuma y se cae.

Nadie puede ser misionero o ser sacerdote, o religiosa, o monja, o misionera, si no es llamada por el Señor. Si es porque uno quiere por honor, por comodidad, por facilidad, por mil cosas.

5. En el tema del seguimiento en primer lugar hay una llamada que todos recibidos en el bautismo, el Señor nos llama a ser hijos de Dios, a ser cristianos. Dentro del ser cristiano a cada uno nos llama de una manera distinta: unos en el celibato, otros en el matrimonio, otros en la vida consagrada.

Cada uno tiene una forma, pero los llama el Señor. El que tiene vocación de casado y no se casa no completa su vida; y al revés, el que tiene vocación de no casado o de célibe y se casa, es un desastre. Hay que descubrir qué quiere el Señor de mí. Señor, ¿a qué me llamas? Ese es el tema de la vocación. Y a continuación saber las exigencias.

Dios llama de forma radical, con Él no se juega, hoy sí y mañana no. Ese es el estilo de nuestra sociedad, nadie quiere comprometerse con nada ni con nadie de forma definitiva: “Yo me caso pero si no nos va bien lo dejamos”. Eso no es una vocación humana, eso es algo sin sentido.

6. El Señor quiere que nos dediquemos a Él de forma radical, cada uno en su estado, pero a Él le tenemos que dar todo: tiempo, ilusiones, futuro, renuncia a otras cosas, no se puede combinar cosas contradictorias.

Y a propósito de esto la carta de Pablo a los Gálatas contrasta entre las obras de la carne y las obras del Espíritu. ¿Cuáles son las obras de la carne? Entre blanco y negro, las obras de la carne es lo negro, las obras propias del egoísmo, de nuestra condición de pecadores, de nuestros fallos, de nuestra manera de ser hombres frágiles. Esas son obras de la carne, las apetencias, los deseos incontrolados o inconfesables. Esas cosas, ese mundo que está dentro de nosotros y que puede darnos miedo o que puede que seamos los esclavos de esos deseos. Esas son las obras de la carne.

¿Cuáles son las obras del Espíritu? Las obras que están inspiradas por Dios, por el Señor, por su Espíritu: las obras buenas, las obras de caridad, las obras de perdón, de misericordia, de amor, esas son obras del Espíritu.

Pablo contrasta y dice: no podemos seguir haciendo obras de la carne, sino que tenemos que hacer obras del Espíritu. (Ga 5, 16-17). Y en ese contraste habla también del contraste entre libertad y esclavitud. Las obras de la carne producen esclavitud, las obras del Espíritu producen libertad. (Ga 5, 18).

7. ¿Qué dicen nuestros paisanos y nuestros contemporáneos en nuestra sociedad? ¿Quién es más libre el que hace lo que le da la gana siguiendo sus deseos y sus impulsos o el que es capaz de dominar y sobreponerse a esos impulsos y hacer obras regidas por la cabeza y por la luz del Evangelio? ¿Quién es más libre? (Responden: “El segundo”).

Y la gente ¿piensa así? ¿Qué piensan nuestros paisanos? Que los cristianos somos unos tontos. Seamos realistas. Somos unos tontos porque no seguimos los impulsos que nos da la real gana. Que hace el no creyente, o el que desprecia a Jesucristo, o el que desprecia al Evangelio: “yo quiero ser libre y hacer lo que me da la gana”.

Pero no se da cuenta, queda ciego, que haciendo eso él es esclavo de sus propios deseos, esclavo de sus pasiones, esclavo de sus impulsos, esclavo de lo que le apetece, no es dueño “de”.

Con lo cual, ¿quién es más libre: el que aparentemente hace lo que le da la gana o el que es capaz de sobreponerse y renunciar a algo que puede ser bueno por algo que es todavía mejor? Más libre el que está dispuesto a enunciar a algo por algo mejor todavía.

8. Pues eso es a lo que nos invita el Señor en este domingo, que vivamos la libertad de los hijos de Dios. Para que vivamos en libertad, dice Pablo, Cristo nos ha liberado. Cristo ha roto las cadenas del pecado y del egoísmo ya, las ha roto y nos hace capaces de ser libres y de vivir en libertad, el que no acepta esa fuerza de Dios no es capaz de vivir en libertad; por tanto, vive más esclavo de sus cosas.

Estoy convencido de que si la gente descubriera lo que es ser cristiano se apuntarían todos. Lo que pasa es que están engañados, creen que es ser otra cosa. Creen que es no vivir la vida, no gozar de la vida, vivir amargados, aguantarse sin sentido. Eso no es ser cristiano, es vivir con la libertad de los hijos de Dios. Por supuesto que exige renuncia, porque el cristiano vive el amor de Dios, la máxima donación es máxima renuncia, lo sabéis muy bien los que sois padres hacer nacer y crecer y educar a los hijos. ¡Cuántas renuncias os cuesta a los padres que los hijos no se dan cuenta de lo que hacéis! ¡Cuántas!

9. Todo eso es expresión de vuestro amor; y no manifestación de vuestros caprichos. Si los padres le dijeran a sus hijos: “Como a mí me apetece no hacerte la comida, pues hoy no comes”; “como a mí no me apetece ir a trabajar, ya te apañarás”; “como a mí no me apetece llevarte al colegio o comprarte un vestido, pues...” Si tuviéramos que regirnos por “el me apetece” iríamos arreglados. Esas son las obras de la carne, esas son las obras de la esclavitud, el “me apetece o el no me apetece”. Y a los hijos, queridos padres, debéis de educarles en una renuncia desde pequeñísimos, no se le puede consentir todo porque criaréis esclavos que os esclavizarán de mayores. Más aún, hay que saber educarles en la renuncia por amor, en la renuncia por la libertad, en la renuncia por el otro. “Esto no se hace”, “esto no se compra”, “esto tú lo haces te guste o no te guste. Os animo a ello.

Como veis la Palabra del Señor es riquísima, preciosa, salgamos de aquí con un estilo de mayor libertad, gozo, alegría por vivir la vida que el Señor nos ofrece.

Le pedimos a la Virgen, que Ella ha sabido aceptar las obras del Espíritu, ha sabido aceptar al Espíritu en su vida, que nos ayude a vivir con ese estilo tan precioso que Ella vivió. Que así sea.

Más artículos de: Homilías
Compartir artículo