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Confirmaciones en la parroquia de San Sebastián (Cañete la Real)

Publicado: 15/05/2010: 1050

CONFIRMACIONES

EN LA PARROQUIA DE SAN SEBASTIÁN

(Cañete la Real, 15 mayo 2010)

Lecturas: Hch 1,1-11; Sal 46; Ef 1,17-23; Lc 24,46-53.

1. Acabamos de escuchar el relato de la Ascensión del Señor a los cielos, como final del relato del evangelista Lucas. Ayer era la fiesta de san Matías, el  que sustituyó en el grupo de “los doce” a Judas Iscariote, el que entregó al Señor.

La condición que ponía San Pedro para el que tenía que sustituirle, era que tenía que haber estado con el Señor desde el bautismo de Juan Bautista, hasta la Ascensión del Señor.

Para poder ser apóstol, testigo de Jesús, tenía que haber hecho la experiencia de Jesús desde el inicio de su vida activa y pública hasta el momento en el que asciende a los cielos.

¿Por qué eso? Porque el testigo de Jesús tiene que ser testigo de la resurrección del Señor.

2. La fiesta de hoy es de la Ascensión. Entre la Resurrección del Señor y la Ascensión Jesús estuvo apareciéndose a los apóstoles, a los discípulos, a los amigos, dejándose ver vivo.

El testigo tiene que ser capaz de decir: he convivido con Jesús, lo he visto morir en la cruz y lo he vuelto a ver vivo, Jesús está vivo.

El Señor se despide de los apóstoles y les manda que sean sus testigos. Así lo recoge el texto del libro de los Hechos cuando dice que el Señor promete el Espíritu Santo, para sean testigos en todo el mundo: «Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que va a venir sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría y hasta el confín de la tierra» (Hch 1, 8).

Estamos, según la mentalidad y el mapa de entonces en tierras lejanas; estamos en los confines del mundo conocido entonces, lejos de Roma, lejos de Jerusalén; estamos en Cañete la Real. Hasta aquí han llegados los testigos de Jesús; hasta aquí se nos ha transmitido que Jesús ha ofrecido su vida en la cruz, ha muerto, ha resucitado y está vivo. Ese es el núcleo fundamental de la fe cristiana.

3. Vosotros fuisteis, según el texto de los Hechos, bautizados con agua; pero seréis bautizados con el Espíritu Santo y fuego (cf. Hch 1,5).

Habéis recibido el bautismo de agua; hoy vais a recibir el bautismo del Espíritu. ¿Estáis dispuestos a recibir ese don? (Los confirmandos responden) ¡Sí!

No habéis elegido vosotros a Jesús. Ha sido él El, quien os ha elegido. La experiencia de amor, que hace el hombre, tiene un proceso: El ser humano ¿ama primero y después es amado, o al revés? Vuestros hijos, ¿cuál es su primera experiencia: la de ser amados por su padres o la de amar a sus padres y después ser amados? La primera experiencia es ser amados.

Sólo el ser humano, que ha experimentado el ser amado, es capaz después de amar. Si un ser humano no tuviera la experiencia de ser amado, sería incapaz de amar. No hace falta que hagáis la prueba. Primero amáis a vuestros hijos.

En la relación con Dios sucede lo mismo. Dios nos ha amado primero. Dios primero nos ha creado, nos ha regalado el ser, nos ha entregado a su Hijo por amor. Cristo ha muerto por nosotros en la cruz, Cristo ha entregado su vida por nosotros.

Nosotros, después de sentirnos amados, somos capaces de corresponder a ese amor. Jesús lo que nos pide es una respuesta nuestra a un amor previo, antecedente al nuestro.

Lo que vais a hacer vosotros hoy es agradecer el don del amor de Dios y decirle gracias. Gracias por amarme, gracias por darme la vida, gracias por hacerme hijo de Dios, gracias por regalarme el Espíritu Santo. Y diciendo gracias es una forma de aceptación por vuestra parte. ¡Dadle gracias a Dios y aceptad el regalo que esta tarde os quiere dar!

4. El Espíritu Santo va a transformar vuestra vida, aunque aparentemente sigáis como antes; se habrá obrado una transformación en vuestro interior.

El don del Espíritu penetra, transforma, cambia, quema lo que no vale, purifica el amor, fortalece. Todo eso lo podéis experimentar, después de la celebración.

Un ejemplo, que nos ayuda a entender mejor la acción del Espíritu, es la imagen de la alfarería: cuando se hace un objeto de barro, se mete en la mufla a altas temperaturas (novecientos grados). ¿Qué le ocurre al barro o al material, que se mete en el horno? Entra como barro blando y moldeable y sale cocido; puede salir como una finísima porcelana. ¿Habéis visto las figuras de porcelana? Ahora sois como esa materia, que aún no está cocida y, por tanto, no tiene la delicadeza, ni la fuerza, ni la cohesión, ni la dureza que tiene la porcelana. Ahora sois, digamos, una figura de barro sin acabar.

Con esta celebración de hoy vais a salir del templo parroquial como una porcelana finísima, bella, hermoseada por el Espíritu, transformada por él. Eso es lo que va a ocurrir en vuestros corazones esta tarde. Todos damos gracias a Dios por el don que el Espíritu va a otorgaros.

5. En la lectura segunda, de la carta a los Efesios, hemos escuchado un deseo de Pablo, que un servidor también os transmito. Dice Pablo: Que Dios os de espíritu de sabiduría, para que conozcáis la esperanza a la que habéis sido llamados, para que conozcáis la riqueza de gloria que os espera, para que conozcáis el gran valor que significa la vida eterna, para que descubráis la importancia de relacionarse con Dios (cf. Ef 1,17-19)

Hay mucha gente que desprecia el cristianismo, que ataca a los católicos y no quiere saber nada de la Iglesia, ni de los curas, ni de Dios, porque no conoce la Verdad, porque está ciego; porque tiene un montón de vendas en los ojos, que le impiden ver.

Si los que dicen no creer o los que atacan a la religión católica, o al cristianismo, descubrieran la verdad del mismo, pedirían entrar de cabeza en la Iglesia. Cuando alguien no conoce el valor de un tesoro, es muy probable que lo desprecie.

Un profesor de filosofía contaba que había un escaparate con diamantes, perlas preciosas, oro; todo eso, que tanto se aprecia. Las mujeres, al pasar por delante del dicho escaparate, quedaban embelesadas, contemplando aquellos tesoros. Pero un cierto día pasó un asno, miró el escaparate y dijo: “Esto no es alfalfa”; dio media vuelta y, dando un par de coces, rompió el escaparate; porque aquello no era alimento para él. Eso es lo que hacen quienes no entienden lo que es la fe, quienes no han experimentado el amor de Jesucristo. Si lo hubieran conocido, dice San Pablo en otro texto, no hubieran crucificado al Señor de la gloria (cf. 1 Co 2,8).

6. Pido al Señor por vosotros, para que descubráis la esencia del cristianismo; para que el Señor os conceda la sabiduría para saborear, para experimentar, para descubrir la verdad de lo que significa Cristo en nuestras vidas. Cuando os pongáis delante de “este escaparate” de las verdades reveladas, no hagáis como aquel animal que, dando coces, lo rompió, porque aquello no era alfalfa.

Que el Señor os conceda ojos para ver la verdad de Dios; para que disfrutéis del amor del Padre; y para que la fe que, recibisteis en el bautismo, y que hoy se os confirma, no se apague jamás en vuestro corazón.

7. Ahora encenderéis vuestra vela con la luz del Cirio Pascual, símbolo de Cristo resucitado. Con ello expresaréis que queréis mantener esa luz encendida durante toda vuestra vida.

Procurad que no se apague el amor, ni la esperanza, ni la fe en Dios en vuestra vida.

Habrá vientos, que intentarán apagar esa llama; tenéis, por tanto, que protegerla y cuidarla. Tenéis que cultivar esa fe, para que sea cada vez más firme, más recia y pueda también ayudar a iluminar a otros. ¡Que seáis siempre testigos de esa Luz! Amén.

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