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75 Aniversario de la Cofradía de las Penas (Parroquia de los Santos Mártires - Málaga)

Publicado: 28/02/2010: 1590

75 ANIVERSARIO DE LA HERMANDAD

DEL CRISTO DE LA AGONÍA

Y MARÍA SANTÍSIMA DE LAS PENAS

(Parroquia de los Santos Mártires - Málaga, 28 febrero 2010)

Lecturas: Gn 15, 5-12.17-18; Sal 26; Flp 3, 17-4,1; Lc 9, 28-36.

1. La liturgia de este segundo domingo de Cuaresma nos ofrece, queridos hermanos, la contemplación del rostro luminoso del Señor. Existen muchas maneras de expresar artísticamente el rostro de Cristo; vuestra Cofradía venera la imagen del Cristo de la Agonía. No es ése el rostro de Jesús el que la liturgia contempla hoy.

Jesús se manifestó en gloria, para que sus discípulos Pedro, Santiago y Juan, sus más íntimos, fueran testigos de su divinidad (cf. Lc 9, 28-19) y pudieran asumir después los acontecimientos del juicio y muerte de Jesús en Jerusalén sin sufrir escándalo ni decepción. Jesús quiere dar a sus discípulos la certeza de que la cruz es sólo un paso previo a la resurrección y la glorificación.

Jesús, el Hijo de Dios, se ha anonadado al hacerse hombre; se ha rebajado en su condición al asumir nuestra naturaleza humana y limitada (cf. Flp 2, 7); ha tenido que pasar por el sufrimiento y la muerte de cruz (cf. Flp 2, 8). ¿Quién podría aceptar a un Dios humanado, escarnecido y llevado a la muerte? Ni creyentes judíos ni griegos paganos podían aceptar tal manifestación de la divinidad; para unos era un escándalo y para los otros una necedad, como dice San Pablo: «Nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles» (1 Co 1, 23).

Pero Jesús en el monte Tabor se transfigura y manifiesta su identidad como Hijo de Dios, para fortalecer la fe débil de sus discípulos; se ofrece a los ojos de sus amigos íntimos con rostro resplandeciente: «Mientras oraba, el aspecto de su rostro se mudó, y sus vestidos eran de una blancura fulgurante» (Lc 9, 29). La transfiguración de Jesús en el monte Ta­bor prefigura anticipadamente la gloria de su Resurrección.

2. Aparecen conversando con Él dos conocidos personajes del Antiguo Testamento (cf. Lc 9, 30): Moisés, que representa la Ley; y Elías, representante de los Profetas.

Tanto la Ley como los Profetas tenían función de pedagogo, de guía; tenían como objetivo acompañar al pueblo de Israel a la plenitud de la Luz, es decir, a Jesucristo; pero la realización de esta misión se desarrollaba de forma un tanto opaca. El pueblo caminaba entre luces y sombras, entre nubes y sol, entre claroscuros y tinieblas.

El pueblo israelita rezará y cantará salmos pidiendo a Dios que le ilumine y diciéndole: «Tú eres, Señor, mi lámpara, mi Dios que alumbra mis tinieblas» (Sal 18, 29).

Esa misma situación del pueblo de Israel es, en cierto sentido, la que estamos viviendo nosotros en este momento: caminando entre luces y sombras, pidiendo a Dios que nos ilumine.

3. La Hermandad del Santísimo Cristo de la Agonía y María Santísima de las Penas celebra su 75 Aniversario de Fundación. Habéis venido para dar gracias a Dios por este largo tiempo de fraternidad, de compartir la fe, de testimonio de la misma y de gozar de las generosas dádivas del Señor. ¡Felicidades! ¡Enhorabuena! Hoy es un gran día de fiesta cofrade para todos nosotros.

Vuestra Hermandad ha vivido en estos años una serie de acontecimientos, que, leídos desde la fe, iluminan la voluntad de Dios en nuestra vida; pero, para descubrir la mano de Dios en ellos hay que verlo casi siempre “a posteriori”; porque cuando se viven los acontecimientos no se entienden muchas veces; los entendemos a la luz de la fe, cuando ya los hemos vivido. Tampoco se entiende la cruz de Cristo hasta que no ha pasado la resurrección.

Él os ha ido llevando por avatares, que tal vez no comprendíais, pero que hoy se hacen claros a la luz de Cristo transformado en el monte Tabor; es decir, hoy se esclarece su sentido a la luz del Resucitado.

4. La Hermandad se organiza en 1935, en plena Guerra Civil española, celebrando los primeros cultos en la Iglesia conventual de las Madres Dominicas, conocidas como “Las Catalinas”. Cuando me comentaron la fecha de la fundación de la Cofradía me sorprendió, tratándose de un momento religiosamente difícil en España, cuando estaba presente desde hacía algunos años la persecución religiosa. A veces se ha identificado la Guerra Civil con la persecución religiosa; pero no es verdad históricamente, porque la persecución religiosa empezó en España en 1931 con la Segunda República.

Poco después de la fundación la Cofradía asienta sus raíces en la Capilla de San José, cerca de la parroquia de Santiago en Málaga.

Allí tiene lugar una reconversión estética de una antigua imagen de la Virgen, perteneciente a un grupo escultórico dedicado a la Sagrada Familia, en una “Dolorosa”, recibiendo la advocación de “María Santísima de las Penas”. Y en 1964 es bendecida la nueva imagen de María Santísima de las Penas, de inspiración sevillana, colocándola en un nuevo paso dos años más tarde.

Es entonces cuando la Hermandad se traslada a la Iglesia de San Julián, por derribo de la Capilla de San José.

Las vicisitudes de la Hermandad en las décadas de los años sesenta y setenta del pasado siglo van al compás de los avatares de la sociedad, en sus cambios socio-económicos y políticos.

Pero la Hermandad mantiene sus objetivos de ayuda fraterna a sus miembros, de labor social y de testimonio público de la fe, aunque con sus peculiaridades. Esta dimensión caritativa de la Cofradía la habéis mantenido viva, concretando vuestro esfuerzo, desde 2002, en la colaboración con el cercano Hogar “Pozo Dulce” de “Caritas” diocesana. Vuestra colaboración, por tanto, no es a cualquier “ONG” u otra organización social, sino a la iglesia particular de Málaga; ésta es una obra diocesana.

5. Con la bendición de la nueva Imagen del Santísimo Cristo de la Agonía en 1972, inicia una transformación renovadora de la Cofradía reafirmándose en su carácter específicamente religioso.

La Hermandad realiza su primera estación de penitencia en la Santa Iglesia Catedral Basílica de Santa María de la Encarnación de Málaga en 1988.

En la década de los años noventa entra en una nueva etapa, no sólo por su renovación patrimonial, sino sobre todo por su espíritu cofradiero y la creación del paso del Cristo.

Y ya en los primeros años del siglo XXI se desarrollan algunas efemérides dignas de consideración: la imposición de la corona de oro y la procesión extraordinaria; la colocación de la primera piedra del Oratorio y Casa de la Hermandad y el inicio de los trabajos de construcción de esta nueva sede de la Hermandad; y, finalmente, el día 1 de noviembre de 2008, la dedicación del Altar del Oratorio de la Cofradía, siendo ya Obispo de Málaga un servidor vuestro, aunque la dedicara Mons. Antonio Dorado, mi antecesor.

Habéis vivido un proceso de crecimiento y maduración cristiana, siguiendo las imágenes de Cristo y de su Madre, la Virgen Santísima.

Volviendo a la celebración hodierna, el Evangelio nos invita a buscar el rostro de Cristo y quedar iluminados por su luz.

6. Jesús es la Luz plena, como Él mismo nos ha dicho abiertamente: «Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida» (Jn 8, 12).

El Evangelio de Juan, desde el inicio (Prólogo), presenta en toda su crudeza la oposición entre la Luz y las tinieblas: Jesús es la Palabra del Padre, la Luz verdadera que alumbra a todo hombre (cf. Jn 1, 9); pero las tinieblas no lo aceptaron. Al final de esta batalla sale vencedora y triunfante la Luz: «La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron» (Jn 1, 5).

La liturgia de hoy nos invita abandonar nuestras tinieblas; a caminar en la luz y a buscar el verdadero rostro de Jesucristo. Debemos cantar con alegría y entusiasmo el Salmo 26, como hemos hecho entre las lecturas y proclamar con voz potente: “El Señor es mi luz y mi salvación”.

7. La Iglesia imita la pedagogía del Maestro con sus discípulos antes de sufrir su pasión y muerte, y nos anima a contemplar el verdadero rostro de Jesús.

En el Salmo de hoy hemos meditado «Oigo en mi corazón: Buscad mi rostro. Tu rostro buscaré, Señor: No me escondas tu rostro. No rechaces con cólera a tu siervo; tú eres mi auxilio. No me abandones, no me dejes, Dios de mi salvación» (Sal 26, 8-9).

Fijaos: A lo largo de vuestra historia, habéis ido detrás de rostros artísticos, tanto de la Virgen como del Señor Jesús. Las imágenes que hoy veneráis del Cristo de la Agonía y de la Santísima Virgen de las Penas han sufrido unas transformaciones; porque eran rostros hechos por artistas humanos. La Iglesia, la liturgia de hoy y un servidor os invitamos a buscar el verdadero rostro de Cristo y el verdadero rostro de la Virgen, su Madre.

8. Cuando se transfiguró el Señor en el monte Tabor, sus discípulos quedaron iluminados y vieron la gloria de Jesucristo.

Cuando acabó la transfiguración, desaparecieron los personajes bíblicos, Moisés y Elías, y quedó Jesús solo, sin la luminosidad de su gloria. Los discípulos volvieron a encontrarse cara a cara con el rostro humano de Jesús de Nazaret, el Jesús de la historia; y a ese mismo Jesús, poco tiempo después, lo verían maltratado, ensangrentado y clavado en la cruz.

La imagen de Jesús fue suficiente para sostenerles en la fe; no se necesita más. Se trata de la presencia de Cristo, Dios y Hombre. El rostro verdadero de Cristo, rostro crucificado y ensangrentado, es rostro divino, donde se esconde la divinidad del Señor, que hay que descubrir con fe; no se descubre con razonamientos humanos. Sólo se puede descubrir con la luz de la fe y el fuego del amor; si no tenemos fe y no tenemos amor, no descubriremos el verdadero y auténtico rostro de Jesús. La única luz es la de la fe, la esperanza y el amor cristiano.

9. El evangelista Lucas nos ha recordado que Jesús se transfiguró mientras oraba (cf. Lc 9, 29). Sólo en la oración tiene lugar la transfiguración. ¿Pensáis que es posible transfiguraros sin rezar? ¿transfiguraros sin meditar la Palabra de Dios?; ¿transfiguraros sin sufrimiento?

Jesús se transfiguró en la oración. Por tanto, en nuestro camino cuaresmal y en el camino de la vida necesitamos momentos de oración, para poder percibir la gloria que esperamos, para fortalecer nuestro testimonio de fe, para contemplar el rostro auténtico de Jesús, quien transformará y transfigurará nuestro corazón. ¿Queréis ser transformados y transfigurados por Jesús? Uníos, pues, a Él en la oración y contemplad su verdadero rostro.

10. Profundicemos nuestra relación con Dios y tendremos la fuerza para dar testimonio de la fe. Nuestra realidad se presenta llena de miseria y de pecado; podemos transformarla sólo con la fuerza de Dios. El corazón del cristiano tiene que ser puro y quedar iluminado por la luz de Cristo.

En el Evangelio hemos escuchado la voz del Padre que decía: «Este es mi Hijo amado; escuchadle» (Lc 9, 35). Os invito, en este camino cuaresmal hacia la Pascua y en esta solemne efeméride del setenta y cinco Aniversario de la fundación de la Hermandad, a que escuchéis, de manera especial en este año, al Cristo de la Agonía.

Os animo a leer y meditar uno de los Evangelios, en este tiempo que falta hasta la Pascua. Como vuestra Cofradía está dedicada a la Santísima Virgen de las Penas, os sugiero que leamos todos el Evangelio de San Lucas, que es el evangelista que describe de manera hermosa la figura de la Virgen María.

De este modo nos familiarizaremos más con la Virgen María; nos imbuiremos mejor de su personalidad, de su delicadeza maternal y de su auxilio espiritual.

También nos identificaremos mejor con los sentimientos del Cristo de la Agonía y descubriremos con mayor nitidez la luz de Cristo, que ilumina nuestro corazón.

¡Que la Virgen nos ayude a descubrir el verdadero rostro de Jesús; a acercarnos al verdadero Jesús de Nazaret, que es Dios y Hombre; a estar cerca de Ella y a contemplar a Jesucristo, el Hijo de Dios e Hijo de María! Amén.

 

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