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Jornada de la Vida Consagrada (Templo de las Esclavas-Málaga)

Publicado: 02/02/2010: 3091

JORNADA DE LA VIDA CONSAGRADA

EN LA FIESTA DE LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR

(Catedral-Málaga, 2 febrero 2010)

Lecturas: Ml 3, 1-4; Sal 23; Hb 2, 14-18, Lc 2, 22-40.

Caminantes tras las huellas de Cristo

1. La Jornada de la Vida Consagrada tiene este año como lema: Caminos de consagración. Cristo, Camino, nos ofrece la posibilidad de llegar hasta nuestro buen Padre-Dios (cf. Jn 14, 6). San Juan María Vianney solía llamarle “El buen Dios”. Cristo, Verdad, nos otorga la plena inteligencia y el perfecto conocimiento del Misterio de Dios, en el cual están ocultos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia (cf. Col 2, 3), al decir de Pablo. Cristo, Vida de los hombres, nos concede poder compartir la filiación divina, siendo hijos de Dios en el Hijo amado (cf. Gal 3, 26).

Jesucristo, único Señor de la historia, ha abierto a los hombres el camino hacia Dios; Él es el Pontífice que ha unido a la humanidad redimida con Dios.

Cristo es nuestro único Camino y nosotros somos caminantes con Él; y más correctamente caminamos en él; porque Cristo no solo nos indica el camino, sino que Él es el camino; hay que caminar con Él y también en Él; puede parecer un juego de palabras, pero tiene su profundidad teológica. Cristo ha abierto en su propio cuerpo místico diversos caminos de consagración para que recorriéndolos en fidelidad seamos conducidos al cielo.

2. El anciano Simeón, cuando tomó en sus brazos a Jesús, reconoció en el Niño de Belén el “Camino de salvación” y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador» (Lc 2, 29-30).

La liturgia de la Iglesia nos invita hoy a reconocer que Jesucristo es «Luz para alumbrar a las naciones» (Lc 2,32); nos anima a descubrirlo como camino de salvación; nos exhorta a acogerlo como Señor de nuestra vida.

Simeón supo descubrir en Jesús de Nazaret al Mesías, porque era un hombre religioso, en quien moraba el Espíritu del Señor (cf. Lc 2,25). Sólo podremos contemplar a Jesús como Salvador nuestro, si nos dejamos llenar de su Espíritu y permitir que nos guíe. Será difícil descubrir al Cristo-Salvador si no estamos imbuidos de su Espíritu.

Vuestros Fundadores fueron hombres del Espíritu, que se dejaron moldear dócilmente por el “dedo de Dios” (digitus paternae dexterae), como le llaman algunos Padres de la Iglesia; y secundaron sus inspiraciones a veces casi imperceptibles; hay que afinar el oído, para sintonizar con las inspiraciones del Espíritu.

Necesitamos hoy, pues, queridos religiosos, continuadores del carisma de vuestros fundadores, afinar nuestros oídos, para escuchar la voz del Espíritu; y debemos sintonizar nuestro espíritu, para aceptar el testimonio del Espíritu (cf. Rm 8, 16). El Espíritu habla a nuestro espíritu; pero si no estamos en la misma sintonía, no podremos escuchar su voz; así sucede en la radio.

3. Los consagrados, o mejor las personas de “especial consagración”, como dice la exhortación postsinodal Vita consecrata habéis recibido la llamada a una vida entregada totalmente a Dios y al servicio del prójimo. Como nos recordaba el papa Juan Pablo II: “A lo largo de los siglos nunca han faltado hombres y mujeres que, dóciles a la llamada del Padre y a la moción del Espíritu, han elegido este camino de especial seguimiento de Cristo, para dedicarse a Él con corazón “indiviso” (cf. 1 Co 7, 34). También ellos, como los apóstoles, han dejado todo para estar con Él y ponerse, como Él, al servicio de Dios y de los hermanos. De este modo han contribuido a manifestar el misterio y la misión de la Iglesia con los múltiples carismas de vida espiritual y apostólica que les distribuía el Espíritu Santo, y por ello han cooperado también a renovar la sociedad» (Vita consecrata, 1).

4. El año Jubilar Compostelano, que estamos celebrando, nos invita a ser peregrinos caminantes tras las huellas de Cristo; nos anima a salir de nosotros mismos, para emprender el camino que el Señor traza para nuestra vida.

Según la tradición, el Apóstol Santiago anunció el Evangelio en nuestra tierra, sembrando, como el buen labrador, la palabra del Señor. Siguiendo al Maestro encontró la muerte en Jerusalén; y sus restos mortales arribaron, en póstumo viaje, al confín de lo que hoy es nuestra patria.

Santiago nos enseñó el Camino del Señor; y ahora su tumba es meta de peregrinación, a la que se llega desde muchos y variados caminos.

5. Las distintas llamadas del Señor a la vida de especial consagración son como caminos diversos, que van hacia la misma meta. Hoy damos gracias a Dios por los carismas de vida activa y contemplativa; por todas las personas que han aceptado en sus vidas encarnar el ideal evangélico de consagración especial. Todos estos carismas son recorridos que están proyectados sobre el único camino de Jesús; son veredas que están vinculadas al Camino principal. Somos caminantes, cuyas sendas se entrecruzan unas veces, se alejan otras y se juntan en otros momentos. Respecto al Camino principal es importante estar siempre dentro él, para no “des-pistarse”; es decir, para evitar salirse de la pista. Un consagrado no debe estar fuera de pista, sino que debe estar “en-pistado”, “en-caminado”, siguiendo a Jesús desde su carisma, en fidelidad a lo recibido de su fundador.

Un consagrado no debe cambiar el carisma fundacional; otra cosa distinta es que el Señor le llame para un nuevo carisma. Sin embargo, es necesario actualizar el carisma fundacional; se le puede “hodiernizar”, adaptar a la situación histórica actual. Muchas congregaciones vuestras se han planteado en los últimos capítulos cómo actualizar la manera de vivir el carisma, haciendo acomodaciones o adaptaciones; pero no se pueden hacer adaptaciones, que se aparten del carisma recibido.

La vida consagrada es una peregrinación en pos de Aquel, que nos ha llamado a seguirle de cerca. Los fundadores iniciaron un camino de seguimiento del Señor y nos dejaron las huellas de su paso. Detrás de ellos, pero en sintonía con el Camino principal, Cristo, recorremos las sendas de nuestra peregrinación, alentados por el ejemplo de los santos.

6. Existen muchos caminos de consagración especial. Todos ellos nos pueden mostrar la belleza de su trazado y la alegría de recorrerlos. Es cierto que, a veces, el camino se hace difícil por las inclemencias de la vida, por la dureza del terreno, por lo escarpado de la subida, por los obstáculos que hay que superar, por las tentaciones que hay que vencer.

Pero siempre se encuentra la compañía del Señor y la fuerza de su Espíritu. Apoyados en su Amor se prosigue la marcha con gozo y entusiasmo.

Queridos consagrados, hay muchos ojos juveniles, que, con mirada escrutadora, desean saber si es posible hoy el seguimiento radical evangélico de Jesús; hay muchas miradas cercanas a nosotros,  que, en silencio expectante, nos contemplan mientras acarician la decisión de seguir a Cristo. A todos ellos hemos de ofrecer, con nuestra vida, y no solo con nuestras palabras, una respuesta clara, sin ambigüedades ni confusión. Este es uno de los secretos de la pastoral vocacional.

7. En la fiesta litúrgica de la Presentación del Señor la Iglesia nos invita a dar gracias a Dios por los múltiples carismas de la vida cristiana de especial consagración, suscitados en la Iglesia como luces que reflejan la luz de Cristo, simbolizada en las luces que hemos encendido, para que todos vean la salvación de Dios, como dijo el anciano Simeón (cf. Lc 2, 32).

Además de dar gracias a Dios, quiero dar gracias a cada uno de vosotros; no hace falta, porque quien nos llena de dones es el Señor; dando gracias a Dios está todo dicho. Pero es bueno, humanamente hablando, que escuchéis las gracias de parte del obispo, de los colaboradores, de los fieles. ¡Gracias por vuestra presencia en la iglesia particular de Málaga! ¡Gracias por superar la tentación de sucumbir a las dificultades! ¡Gracias por el esfuerzo que hacen muchas de vuestras congregaciones por mantener vuestra presencia en los lugares a los que vinisteis en fidelidad a vuestro carisma! ¡Gracias por vuestra tarea de evangelización, de atención a los más necesitados, de cercanía entre los pobres!

Este año ha sido la renovación de los responsables de la CONFER diocesana. Quiero también agradecer a quienes ejercieron la coordinación y asumieron la responsabilidad en estos últimos años: Hna. Paz y P. Eugenio. Y agradecer a la Hna. Cristina y al P. Ignacio la disponibilidad en esta tarea, que les habéis confiado. Espero que la CONFER diocesana sea un instrumento de renovación; y que potencie el objetivo para el que ha sido instituida: un mayor conocimiento entre nosotros, una mayor coordinación, una mejor sintonía eclesial, una mayor colaboración con la iglesia diocesana.

Salgamos al encuentro del Señor con la luz de la fe y la fuerza del carisma fundacional, para anunciar a todos los pueblos la Buena Nueva de Jesucristo.

8. Los miembros de los Institutos de Vida Consagrada renovaréis hoy vuestra consagración a Cristo, para seguirle en obediencia, castidad y pobreza, al servicio de la Iglesia.

Pedimos al Señor que os mantenga en la fidelidad a Jesucristo, siguiéndolo de manera radical: como testigos valientes de su Evangelio, como hijos fieles de la Iglesia y como peregrinos, que caminan tras las huellas del Señor Jesús.

Pedimos también al Señor por las vocaciones a la vida de especial consagración. Nuestra sociedad utilitarista necesita consagrados, que vivan  despegados de lo material; que dejen todo para seguir a Jesús, obediente, casto y pobre.

¡Que la Virgen María, la mejor discípula del Maestro, nos muestre siempre la manera de seguir con alegría a Jesús y de configurarnos con Él! ¡Que María, Madre de los consagrados, que lleva a su Hijo en brazos para que todos descubran en Él al Salvador, nos aliente en nuestra misión de mostrar a Cristo a los hombres de nuestro tiempo! Amén.

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