DiócesisHomilías

Misa en Sufragio del Rvdo. D Alfonso Fernández-Casamayor Palacio (Catedral-Málaga)

Procesión de entrada en el funeral de D. Alfonso
Publicado: 20/09/2016: 11466

MISA EN SUFRAGIO
DEL RVDO. ALFONSO FERNÁNDEZ-CASAMAYOR

(Catedral-Málaga, 20 septiembre 2016)

Lecturas: Pr 21,1-6.10-13; Sal 118,1.27.30.34-35.44; Lc 8,19-21.

1.- Agradecimiento por la persona de Alfonso

El libro de los Proverbios, que hoy nos ofrece la liturgia del tiempo ordinario, presenta una serie de máximas, que nos pueden ayudar a re-orientar el rumbo de nuestra vida; caer en la cuenta del sentido de algunas cosas nos puede ayudar a entregar con mayor gozo nuestra vida.

Cuando alguien es dócil al Espíritu fecunda la vida de la Iglesia. Hemos escuchado en la lectura: «El corazón del rey es una acequia que el Señor canaliza adonde quiere» (Pr 21,1). Somos instrumentos en manos del Señor, en la medida en que nos dejamos llevar por Él; así resulta mucho más fecunda nuestra vida y se enriquecen los demás. La vida no la reservamos para nosotros, sino que es un don que recibimos para darla, como hizo Jesús por nosotros.

Hoy damos gracias a Dios por la persona y el ministerio de nuestro hermano Alfonso, quien se dejó llevar por el Señor que lo llamó al ejercicio del ministerio sacerdotal. Ordenado en Sevilla e incardinado en Málaga fue desempeñando los distintos cargos y llevando a cabo las misiones que le fueron encomendadas: en el Seminario, en la docencia teológica, en la curia diocesana, en la Catedral, en la formación de laicos, y en otras muchas actividades. Damos gracias a Dios por su fecundo ministerio sacerdotal entre nosotros.

Pero es Dios quien «pesa los corazones» (Pr 21,2). No nos corresponde a nosotros hacer valoración de las personas; eso está en manos de Dios. Nosotros damos gracias y basta.

Tras dar gracias a Dios por nuestro hermano Alfonso, pedimos al Señor que lo acoja benignamente en su reino de inmortalidad. Todos necesitamos ser perdonados de nuestros pecados, porque hemos heredado las consecuencias del pecado original y después por nuestros pecados personales. Esta Eucaristía es una oración de petición, para que el Señor lo acoja en Reino y le conceda su Paz.

2.- Fecundidad que aporta el diligente

Cuando alguien es diligente en las encomiendas recibidas enriquece a la comunidad cristiana, como dice el libro de los Proverbios: «Los planes del diligente traen ganancia; los del hombre atolondrado, indigencia» (Pr 21,5).

Seamos diligentes en cumplir la misión que hemos recibido del Señor. Cada uno tiene un compromiso bautismal, una “missio” recibida en el bautismo, que es la más importante; después se diversificará y especificará, según el Señor tenga previsto para cada uno de nosotros en la vida laical, religiosa o sacerdotal. Y no solamente como individuos, hijos de Dios, sino también comunitariamente formando parte de las instituciones a las que pertenecemos.

D. Alfonso tuvo como último cargo ser Deán de la Catedral. El Cabildo-Catedral, que acaba de renovar este cargo para sustituir a D. Alfonso, ha sido invitado por el Obispo, en la reunión mantenida hace un par de semanas, a renovar su compromiso de servicio en la Catedral. Quiero agradecer al Cabildo su generosidad, su colaboración, su buen hacer; pero eso es necesario continuar haciéndolo incluso con mayor gozo, si cabe, y de manera más cualificada.

El templo catedralicio, donde radica la Sede episcopal, debe ser modelo de celebración litúrgica y promotor de iniciativas religiosas y culturales, que miren a los de dentro y también a los alejados. No solo debe ser un lugar sacro donde se celebra la liturgia, sino que también puede tener una dimensión evangelizadora como “atrio de los gentiles”, en expresión del papa Benedicto XVI (cf. Discurso a la Curia Romana para el intercambio de felicitaciones con ocasión de la Navidad, Vaticano, 21.10.2009). A todo esto os invito encarecidamente, querido Cabildo.

3.- Cumplir la voluntad de Dios

El Señor nos invita a cumplir su voluntad. Según el Evangelio de hoy, cuando avisaron a Jesús que su madre y su familia le esperaban, respondió lacónicamente: «Mi madre y mis hermanos son estos: los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen» (Lc 8,21).

La palabra de Dios resulta conocida, pero quizás menos vivida. El Salmo 118 nos ha recordado la importancia de la ley de Dios, que nos enriquece con sus diez palabras o mandamientos. Quien camina en la ley del Señor será feliz: «Dichoso el que, con vida intachable, camina en la ley del Señor» (Sal 118,1).

Cristo es el Camino, la Verdad y la Vida (cf. Jn 14,6); seguirle a Él es encontrar la felicidad. Pedimos al Señor que nos instruya en el camino de sus mandatos y que sepamos escoger el camino verdadero (cf. Sal 118,27-30), cumpliendo de corazón la ley del Señor (cf. Sal 118,34).

4.- Jornada de Oración por la Paz

Hoy celebramos una Jornada de Oración por la Paz. El papa Francisco nos ha convocado a todos los fieles, parroquias y asociaciones eclesiales a realizar una Jornada de Oración por la Paz, coincidiendo con la celebración del XXX Encuentro de Oración por la Paz en la localidad italiana de Asís, que reúne a representantes de varias confesiones religiosas para fomentar el acercamiento y la convivencia interreligiosa y lanzar un mensaje de paz a todo el mundo. El primer encuentro, como sabéis, fue convocado por san Juan Pablo II.

El papa Francisco insistía al terminar “Angelus” del pasado domingo: “Hoy más que nunca necesitamos paz en esta guerra extendida por todo el mundo”. Y nos invitaba: “¡Pidamos por la paz! El Papa ha invocado el ejemplo de San Francisco de Asís como un “hombre de fraternidad y de mansedumbre”, para hacer un llamamiento a todo el mundo “para que ofrezca un fuerte testimonio de nuestro común empeño por la paz y la reconciliación entre los pueblos” (Ángelus, Vaticano, 18.09.2016). Esto es lo que estamos haciendo y tendremos presente en este día.

Pedimos en esta Eucaristía por la Paz en el mundo; y estamos invitados por el papa Francisco a dedicar cada cual un tiempo para rezar por la paz. ¡Que Santa María de la Victoria nos conceda ser actores de paz! Amén.

Más artículos de: Homilías
Compartir artículo