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Ejercicios espirituales de sacerdotes (Casa de las Nazarenas-Málaga)

Fachada de Villa Nazaret, donde tuvieron lugar los ejercicios espirituales// S.FENOSA
Publicado: 04/02/2016: 9725

EUCARISTÍA EN LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES DE SACERDOTES

(Casa de las Nazarenas - Málaga, 4 febrero 2016)

Lecturas: 1 Re 2, 1-4.10-12; Sal: 1 Cro 29, 10-12; Mc 6, 7-13.

1. Las lecturas de hoy tienen conexión en varios puntos. En primer lugar, en ambas aparecen unos protagonistas, que dan unas recomendaciones.

En el primer libro de los Reyes, David, a punto de morir, recomienda a su hijo Salomón que para seguir en el trono y que su reino se perpetúe, debe cumplir la voluntad del Señor: «Guarda lo que el Señor tu Dios manda guardar siguiendo sus caminos, observando sus preceptos, órdenes, instrucciones y sentencias, como está escrito en la ley de Moisés, para que tengas éxito en todo lo que hagas y adondequiera que vayas» (1 Re 2, 3). Si quieres vivir según Dios tienes que caminar por el camino que Dios te marca y cumplir sus preceptos.

David es ungido rey; en el hijo de David se cumple la promesa hecha a David y a su descendencia. Del “ungido”, David, pasa al “Ungido”, el Mesías. Y aquí enlazamos ya con el evangelio de Marcos. Y pasa también a la descendencia del Mesías sacramental que somos los ungidos.

2. Jesús también hace una recomendación, pero diferencia respecto a David. Éste lo hace a punto de morir, al final de su vida, después de una larga experiencia desde sus fallos, pecados y travesuras, como todos; pero ha vivido en presencia del Señor.

Jesús de Nazaret, el Mesías (Ungido), hace sus recomendaciones al inicio de su ministerio público, no al final de su vida. Llama a los doce apóstoles y les envía a predicar y a curar: «Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban» (Mc 6, 12-13).

Esto es lo que Jesús hacía después de vencer las tentaciones y llamar a los discípulos: «Jesús recorría toda Galilea enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo» (Mt 4, 23). Jesús en persona predicaba el reino en la Galilea, en la Decápolis, y curaba enfermos.

La doble tarea del ungido es anunciar el reino y curar. Y Jesús recomienda que no lleven recursos propios. Id con un bastón sólo, «ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto» (cf. Mc 6, 8-9). Id ligeros de equipajes; vestidos con sandalias y un bastón. El bastón hace referencia al ser pastor, al ser profeta, a su missio; pero sin recursos.

Y esa es la invitación que esta tarde nos está diciendo a los cristianos, “ungidos”, a los descendientes de David y hermanos del Mesías por sacramento. Y nos dice que podemos ir con “un bastón”, es decir, ser pastores; pero no ir cargados de nuestras cosas.

3. Jesús insiste en que pongamos la confianza en Dios y que no nos preocupemos por la comida, por la bebida o por el vestido. Para ello emplea la imagen de los lirios del campo: «Fijaos cómo crecen los lirios, no se fatigan ni hilan; pues os digo que ni Salomón en todo su esplendor se vistió como uno de ellos» (cf. Lc 12, 27).

He preguntado muchas veces a la gente si han contemplado cómo son los lirios. Algunos no tienen ni idea de qué es un lirio. Por cierto, ¿sabéis cómo es un lirio? ¿Cuántas hojas tiene? Tiene seis hojas, de las cuales tres miran hacia dentro y las otras tres miran hacia fuera. Procurad contemplar esa imagen.

Deseo compartir con vosotros la idea de que los pétalos de los lirios que miran hacia dentro hacen referencia a la intimidad, al silencio y a la oración. Si no hay contemplación, oración y amistad íntima con el Señor, no puede haber actividad pastoral; es imposible. ¡Uníos al Señor en la oración, los ejercicios espirituales, los retiros mensuales, la oración diaria, la liturgia de las horas!; eso es necesario. Eso nos permitirá que los otros tres pétalos de los lirios, que miran hacia fuera, estén bien abiertos y seamos buenos pastores, anunciando el Reino y curando enfermedades y dolencias.

4. Debemos imitar lo que hacía Jesús. Me pregunto si nuestro ministerio sacerdotal se aleja de Jesús; porque la impresión es que nos dedicamos más a predicar que a sanar. Es cierto que el Señor sana a través de nuestro ministerio, cuando celebramos los sacramentos, la Eucaristía, sobre todo; cuando nos sentamos a confesar; cuando ungimos a los enfermos.

Pero me refiero a nuestra actitud; tal vez estamos más preocupados de la predicación, del anuncio, de la catequesis. Dedicamos más tiempo y más energía a esto y descuidamos el ministerio de sanación (atención personal, dirección espiritual, visita a enfermos). Jesús nos pide que hagamos las dos cosas: anunciar el reino y curar enfermos (cf. Mc 6, 12-13). Jesús anunciaba el Reino y curaba toda clase de dolencias. A lo mejor tendríamos que equilibrar un poco ambas tareas. Cada uno examine cuánto tiempo y energía dedica a una cosa y cuánto a otra.

Os ofrezco esta reflexión; pero cada uno sacará muchas más cosas, más profundas y más hermosas para su vida. Las dos lecturas de hoy se combinan de maravilla: David es el rey ungido; Cristo es el hijo de David, el Mesías; nosotros somos los ungidos, los “cristitos”.

Es una misión apasionante la que Jesús encomendó a sus discípulos; y que nosotros debemos acoger agradecidos, como una tarea que nos manda el Señor: anunciar y sanar. Esta es una tarea preciosa en un mundo que necesita ese anuncio y esa salvación. Amén.

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