DiócesisHomilías Miércoles de Ceniza (Catedral-Málaga) Mons. Catalá impone la ceniza en la Catedral · Autor: S. FENOSA Publicado: 10/02/2016: 9404 MIÉRCOLES DE CENIZA (Catedral-Málaga, 10 febrero 2016) Lecturas: Jl 2, 12-18; Sal 50, 3-6.12-14.17; 2 Co 5, 20 − 6, 2; Mt 6, 1-6.16-18. Vivir la misericordia en el camino cuaresmal 1. La Cuaresma, que hoy empezamos, nos dispone para celebrar con fruto la gran fiesta de la Pascua; esa es nuestra meta aquí en el tiempo y en la eternidad en la Pascua definitiva. Cuaresma es tiempo de escucha más atenta y prolongada de la Palabra de Dios; es tiempo de conversión al Señor; es tiempo de abandonar los caminos que nos alejan de la Vida y de la Verdad; es tiempo de gozar de la misericordia entrañable de nuestro Padre celestial; es tiempo de reconciliarnos con los hermanos y de atender con mayor solicitud a los más necesitados. Hoy realizamos el austero signo de la imposición de la ceniza en nuestras cabezas, propio de los antiguos ritos con que los pecadores convertidos se sometían a la penitencia canónica. El gesto de recibir la ceniza significa reconocer la propia condición pecadora y la fragilidad moral, que necesita ser redimida por la misericordia de Dios. No es un simple gesto exterior, sino que expresa la actitud del corazón penitente, que cada bautizado está llamado a asumir en el itinerario cuaresmal, para convertirse y renovarse espiritualmente. 2. El evangelio nos recuerda las armas de la penitencia cristiana y de la conversión: la oración, el ayuno y la limosna. Pero Jesús no quiere que sus discípulos practiquen estas obras para ser vistos por la gente: «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos» (Mt 6, 1). El Señor desea que la limosna la ofrezcamos sin propaganda: «Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará» (Mt 6, 3-4). Lo mismo dice de la oración, que no debe ser ostentosa ante la gente, sino en la intimidad con Dios: «Tú, cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará» (Mt 6, 6). Y sobre el ayuno aconseja el mismo estilo «para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará» (Mt 6, 18). 3. En la Bula de convocación del Jubileo el Papa nos ha invitado a que «la Cuaresma de este Año Jubilar sea vivida con mayor intensidad, como momento fuerte para celebrar y experimentar la misericordia de Dios» (Misericordiae vultus, 17), animándonos a la escucha orante de la Palabra de Dios. Os sugiero que leamos todos en este tiempo cuaresmal, de manera meditada y orante, el evangelio de san Lucas, que nos acompaña en las lecturas del ciclo litúrgico “C”. En su Mensaje para la Cuaresma el Papa nos dice: “La misericordia de Dios transforma el corazón del hombre haciéndole experimentar un amor fiel, y lo hace a su vez capaz de misericordia. Es siempre un milagro el que la misericordia divina se irradie en la vida de cada uno de nosotros, impulsándonos a amar al prójimo y animándonos a vivir lo que la tradición de la Iglesia llama las obras de misericordia corporales y espirituales” (Mensaje para la Cuaresma de 2016, 3). Vivir y aceptar la misericordia de Dios nos permite ser misericordiosos. El Papa envía hoy a los “Misioneros de la Misericordia”, a fin de que sean para todos los fieles un signo concreto de la cercanía y del perdón de Dios. Tenemos el gozo de contar entre ellos a dos sacerdotes de nuestra Diócesis, que se encuentran hoy en el Vaticano, concelebrando con el Papa. 4. En el marco del Jubileo de la Misericordia la iglesia particular de Málaga hemos asumido como tercera Prioridad Pastoral celebrar este tiempo propicio, para vivir con mayor profundidad y agradecimiento la Misericordia divina, mirando nuestro entorno, atendiendo la realidad del mundo del sufrimiento y de la enfermedad y haciéndola más visible, para que todos puedan ver y actuar en consecuencia. El Señor Jesús nos anima a cuidar y a visitar a los enfermos, como si lo hiciéramos a Él: «Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25, 40). La curación de los enfermos manifiesta la presencia del Reino de Dios. Jesús dijo a sus discípulos: «Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los cojos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y los pobres son evangelizados» (Mt 11, 4-5). El papa Francisco nos exhorta a convertir nuestras comunidades cristianas en oasis de misericordia: “Donde la Iglesia esté presente, allí debe ser evidente la misericordia del Padre. En nuestras parroquias, en las comunidades, en las asociaciones y movimientos, en fin, donde quiera que haya cristianos, cualquiera debía poder encontrar un oasis de misericordia” (Misericordiae vultus, 12). También podemos hacer de nuestras familias y hogares “oasis” de perdón, de misericordia y de comprensión. El Papa desea hacer presente la ternura de muchas personas que se encuentran al lado de los enfermos y que son capaces de captar sus necesidades, porque miran con ojos llenos misericordia. Para responder a esta exhortación, deseamos hacer un “Gesto diocesano con los enfermos”, que consiste en visitarlos y orar por ellos. Todas las parroquias de la Diócesis malacitana nos uniremos en el mismo día para realizar este hermoso gesto, que tendrá lugar el día 21 de febrero de 2016, domingo. Para una mejor preparación de este Gesto Diocesano, hemos ofrecido algunas sugerencias pastorales, que serán publicadas en los medios de comunicación. Pedimos la intercesión materna de la Virgen María, quien ante la grandeza de la misericordia divina confesó su propia pequeñez (cf. Lc 1,48), reconociéndose como la humilde esclava del Señor (cf. Lc 1,38). También nosotros, ante la gran misericordia de Dios nos reconocemos pequeños y pecadores; y por eso ahora vamos a realizar el gesto de la imposición de la ceniza sobre nuestras cabezas. Amén. 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