DiócesisHomilías

Décimo aniversario de la dedicación del templo parroquial de San Ramón Nonato (Málaga)

Publicado: 19/03/2015: 9095

Lecturas: 2 Sm 7, 4-5.12.14.16; Sal 88, 2-5.27.29; Rm 4, 13.16-18.22; Mt 1, 16.18-21.24. 1. Como se nos ha dicho en la monición de entrada, celebramos la solemnidad litúrgica de San José; por eso felicitamos a todas las personas que llevan este hermoso nombre. Celebramos también hoyel décimo Aniversario de la dedicación de este templo parroquial de San Ramón Nonato, que hizo Mons. Antonio Dorado, que falleció ayer.

DÉCIMO ANIVERSARIO DE LA DEDICACIÓN
DEL TEMPLO PARROQUIAL DE SAN RAMÓN NONATO
(Málaga, 19 marzo 2015)

Lecturas: 2 Sm 7, 4-5.12.14.16; Sal 88, 2-5.27.29; Rm 4, 13.16-18.22; Mt 1, 16.18-21.24.

1. Como se nos ha dicho en la monición de entrada, celebramos la solemnidad litúrgica de San José; por eso felicitamos a todas las personas que llevan este hermoso nombre. Celebramos también hoyel décimo Aniversario de la dedicación de este templo parroquial de San Ramón Nonato, que hizo Mons. Antonio Dorado, que falleció ayer.

La comunidad cristiana da gracias a Dios por el regalo de disponer de un lugar sagrado para alabar al Señor, para celebrar los misterios de la fe y los sacramentos de la Iglesia; para encontrarnos con el Señor y con los hermanos y compartir lo que somos y tenemos; para atender las necesidades de los más menesterosos en la medida de nuestras posibilidades.

2. La primera lectura de hoy nos ofrece el diálogo entre Dios y el profeta Natán acerca del rey David, a quien se le promete una descendencia y un trono: «Cuando tus días se hayan cumplido y te acuestes con tus padres, afirmaré después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas, y consolidaré el trono de su realeza» (2 Sm 7, 12). David quería edificar una casa al Señor; pero Dios no se lo permitió (cf. 2 Sm 7, 5), sino que la construyó su hijo Salomón. La casa y el reino davídico se consolidaron hasta la llegada del Mesías (cf. 2 Sm 7, 16).

Dios promete a David una “casa” en sentido de familia real y sentido de templo. Jesús encarna la descendencia davídica y el templo; en la expulsión de los mercaderes del templo les dijo: «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré» (Jn 2, 19). Jesús es el templo vivo en persona; es decir, la morada de Dios entre los hombres. La relación entre Dios y la descendencia de David quedó expresada mediante la imagen de la relación entre un padre y su hijo: «Yo seré para él padre y él será para mí hijo» (2 Sm 7, 14). Nuestra relación con Dios debe ser mejor si cabe que la de un buen padre y un buen hijo.

3. Hoy damos gracias a Dios porque quiso regalarnos este templo, donde celebramos la fe y se reúne la comunidad cristiana. Hace diez años se dedicó este templo consagrándolo al Señor, como lugar de encuentro con Dios y con los hermanos. La promesa de una descendencia y de una casa, hecha a David, se cumplióen Jesucristo, Hijo de Dios, que murió en la cruz y resucitó para nuestra salvación. Hoy, gracias a su Espíritu Santo,sigue cumpliéndose dicha promesa y podemos celebrar los misterios divinos, recibir la gracia del perdón y participar en el sacramento eucarístico.

Los cristianos somos “hijos” respecto a Dios-Padre, “hermanos” respecto a Dios-Hijo y “templos” respecto a Dios-Espíritu Santo.El Señor habita en nosotros, como templos del Espíritu; pero quiere habitar también entre nosotros en este templo parroquial. Aquí se nos otorga la filiación divina en las aguas bautismales; aquí enjuga Dios nuestras lágrimas; aquí cantamos su gloria y su alabanza; aquí renacen a la vida los fieles por la acción de los sacramentos.

Hoy damos gracias a Dios por este templo consagrado. Deseo agradecer la colaboración de todos aquellos que han contribuido a la edificación y al mantenimiento de esta obra.Sobre todo los que asumís tareas en la comunidad parroquial, anunciando el evangelio, educando en la fe, adornando y cuidando el templo, visitando enfermos, o realizando tareas diversas.Quiero felicitaros por la vida espiritual de esta comunidad cristiana.

4. En las lecturas de hoy aparecen tres personajes, que se fiaron de Dios: David, Abrahán (cf. Rm 4, 18) y san José. Hoy celebra toda la Iglesia la fiesta de San José. Él fue varón justo, que obedeció al Señor. Ante una difícil situación, Dios le pidió que aceptara a su esposa: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo» (Mt 1, 20). A través de la prueba de la fe, José acepta la voluntad de Dios: «Despertado José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer» (Mt 1, 24).

Gracias a esta obediencia a la voluntad de Dios, se cumple la promesa hecha a David y el Salvador del mundo entra en la historia: «Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados» (Mt 1, 21). La Virgen María y San José aceptaron la voluntad de Dios y ello trajo la salvación a la humanidad; si se hubieran negado, hubiera sido nefasto. Si aceptamos la voluntad de Dios, no solo será mejor para nosotros, sino que también otras personas podrán beneficiarse.

5. La solemnidad de San José en el interior de la Cuaresma ayuda a encontrar un modelo de respuesta generosa a la llamada de Dios. José es semejante a Abrahán en su fe sacrificada. Hombre justo y fiel a quien Dios quiso escoger para ponerlo al frente de su familia.Creyó contra toda esperanza y en silencio cumplió la voluntad de Dios.

Pidamos al Señor que seamos fieles a lo que nos pide, para que pueda cumplirse en nosotros lo que nos tiene prometido. Dios quiere hacer grandes cosas a través de cada uno de nosotros; lo podrá hacer si somos fieles a lo que Él nos pida, aunque nos cueste.
Damos gracias a Dios por este templo consagrado y le pedimos que nos ayude a confiar en él como David, Abrahán y san José.

Le pedimos a la Santísima Virgen María que nos siga acompañando en el camino cuaresmal y en el camino de la vida hacia la patria del cielo. También tenemos presente a san Ramón Nonato, titular de esta parroquia, pidiendo su intercesión y su ayuda en nuestro caminar hacia la Pascua. Amén.


 

Más artículos de: Homilías
Compartir artículo