DiócesisHomilías

Visita al Santuario de la Victoria (Basílica de la Victoria-Málaga)

Publicado: 14/12/2008: 22164

SANTA MARÍA DE LA VICTORIA

(Basílica de Santa María de la Victoria - Málaga, 14 diciembre 2008)

Lecturas: Is 61, 1-2a.10-11; 1Ts 5, 16-24; Jn 1, 6-8.19-28.

Tercer Domingo de Adviento-Ciclo B

1. En este tercer domingo de Adviento nos acompañan tres personajes bíblicos, que nos llevan de la mano hasta la celebración de la Navidad y nos ayudan a captar el sentido profundo del Nacimiento de Jesús, fiesta que estamos próximos a celebrar.

El primero de ellos es el profeta Isaías, mensajero de gozo y de esperanza, que anunció el acontecimiento mesiánico más importante de la historia: La venida del Hijo de Dios al mundo, para salvarlo; la Palabra eterna del Padre entra en la historia del hombre. Isaías nos ha predicho que Jesús estará ungido por el Espíritu Santo (cf. Is 61,1); y que el Espíritu le llevará a salvar al hombre.

Jesús es enviado por el Padre para dar una gran noticia a los que sufren; para vendar a los que tienen el corazón desgarrado; para proclamar la libertad a los cautivos; para proclamar un año de gracia del Señor (cf. Lc 4, 18-19). Todas las bendiciones de Dios tienen que llegar a la humanidad necesitada.

Este es el gran anuncio del profeta Isaías, que produce alegría en el oyente, porque llega la salvación al hombre. La idea de la alegría, propia de este tercer domingo de Adviento, llamado “domingo de la alegría”, empalma con el segundo personaje: la Virgen María, en cuyo Santuario malagueño estamos celebrando esta Eucaristía.

2. María supo esperar con gozo la llegada del Mesías. Cuando visitó a su prima Isabel, entonó el Magnificat, cántico de alabanza a Dios, repetido por generaciones y generaciones a lo largo de los siglos, y que hoy hemos cantado como salmo responsorial.

Dios ha hecho maravillas en María; por eso Ella dice: «Proclama mi alma la grandeza del Señor y se alegra mi espíritu en Dios mi salvador» (Lc 1, 46-47).

¿Por qué la liturgia de la Iglesia nos presenta este cántico como salmo interleccional? Precisamente porque estamos en el domingo de la alegría, de la esperanza, del gozo sereno, por saber que Cristo llega para salvarnos.

Hoy, junto con María, entonamos también nuestro canto de alegría, de alabanza a Dios y de acción de gracias. Y decimos con Ella: «Proclama mi alma la grandeza del Señor».

3. Hemos venido a dar gracias a Dios y a honrar a nuestra Madre, la Virgen. He anunciado, al inicio de la Eucaristía, que venía a poner mi ministerio episcopal bajo la protección maternal de María; a buscar su solicitud delicada, que tanto sabe de sus hijos, que tanto nos ama, y que tanto nos cuida. Deseo que mi ministerio en Málaga vaya de la mano de María, desde el inicio. Por eso he querido, como signo claro, expresivo y público de fe, venir al Santuario mariano a dar gracias a Dios y a pedir la intercesión de NªSª de la Victoria junto con todos vosotros.

La oración de los fieles con su Pastor es una oración que el Señor escucha y que la Virgen atiende. Hoy pedimos todos a la Virgen por nuestra querida diócesis de Málaga, para que se renueve; para que viva con alegría la fe; para que ofrezca su testimonio; y para que los creyentes caminemos juntos de la mano de María.

4. Dios se ha complacido en la humildad de su Esclava, como cantó la Virgen: «Porque ha mirado la humillación de su esclava» (Lc 1,48). Dios se ha complacido en la humildad de María y se complacerá también en nuestra humildad; no lo hará en nuestro orgullo, ni en nuestros proyectos, ni deseos.
María nos enseña, con el canto del Magnificat, muchas cosas. Deseo comentaros sintéticamente dos: En primer lugar, su humildad. Dios se fija en el humilde, porque confía plenamente en Él.

En segundo lugar, María es venerada por toda la humanidad. Todas las generaciones la felicitarán (cf. Lc 1,48). De hecho, hoy, en el inicio del siglo XXI, nuestra generación está felicitando a María en uno de sus santuarios. Hemos venido a felicitarla; se está cumpliendo, por tanto, lo que Ella entonó en el Magníficat. Las generaciones que vengan detrás de nosotros, también vendrán aquí a entonar el cántico del Magníficat y a proclamar la grandeza de María.

Ello será posible si somos capaces de trasmitir la fe a las nuevas generaciones. Estamos comprobando que es una tarea difícil y compleja; hay muchas dificultades para la trasmisión de la fe en nuestra sociedad. El último “Proyecto Pastoral” de la Diócesis, que termina en el presente Curso, tenía como objetivo fundamental la transmisión de la fe. Es un reto que hemos de tomar en serio: ¿Cómo educamos a nuestros hijos, niños y jóvenes? ¿Qué hacemos por la formación en la fe de los adultos? No podemos arriesgarnos a que este Santuario mariano quede vacío dentro de unas generaciones; sería una gran responsabilidad y una grave falta por nuestra parte.

5. Quiero invitar a todos los miembros de la Hermandad de la Virgen de la Victoria a que tomen en serio esta exhortación que hoy les hago. Hemos de potenciar y extender la devoción a nuestra Madre, la Virgen; y en este caso, bajo el título de Nuestra Señora de la Victoria, porque es la Patrona de nuestra Diócesis. Toda la Diócesis debe honrar a la Virgen y ser consciente de que la tiene como Patrona.

La invitación a venerar a la Virgen se extiende a todos los fieles, sean o no miembros de la Hermandad y, sobre todo, a los devotos de María. Todos los fieles de la Diócesis hemos de honrar a nuestra Patrona, la Virgen de la Victoria. Es una tarea y un reto, que ya hoy os presento y os animo para abordarlo juntos.

6. El tercer personaje que la liturgia de hoy nos presenta es Juan el Bautista; es un personaje especial, que lleva un denso mensaje. Él confiesa ser la voz que grita en el desierto e invita a la conversión, porque el Mesías está en medio de su pueblo ( cf. Mt 3, 1-2).

Cuando es preguntado, Juan dice claramente, con realismo y humildad, que él no es el Mesías, sino la voz que clama en el desierto (cf. Jn 1, 19-23). San Agustín tiene un comentario precioso al Evangelio de hoy y juega con los términos “voz” y “Palabra”. Cristo es la “Palabra” eterna del Padre; Cristo es la expresión del amor de Dios; Cristo es el contenido, el mensaje que se quiere comunicar; es lo esencial. La “voz”, dice San Agustín, es el instrumento a través del cual llega ese mensaje. Cuando hablamos, expresamos a través de la voz el mensaje, que es anterior a nuestra voz. Cuando la voz acaba, termina su función; pero el mensaje queda en el corazón de los creyentes, dice San Agustín.
Jesucristo es la Palabra eterna, el Verbo de Dios, Jesucristo. Él es la luz; Él es el amor; Él es quien trasforma nuestros corazones; Él es el único Salvador del mundo.

Juan, sin embargo, es la voz que lo anuncia. También nosotros podemos ser voz que anuncie y de testimonio; voz que proclame la Palabra. Todo fiel cristiano ha sido ungido por el Espíritu, para proclamar la Palabra, dar testimonio de ella y darla a conocer. Pero, para poder hacerlo es necesario primero haberla asimilado, haberla vivido, haberla tenido dentro del corazón. Si no está dentro, no puede pronunciarse.

7. Juan Bautista nos invita a que seamos voz; aunque esta voz se proclame en el desierto de nuestra sociedad; aunque nadie quiera escucharla. Nuestra misión consiste en proclamar el Evangelio.
Hemos de tener bien presente que no podemos anunciarnos a nosotros mismos, aunque tengamos la tentación de proclamar lo que somos, lo que pensamos, nuestros proyectos. Nos corresponde anunciar la Palabra que salva, no las palabritas nuestras.

La actitud de Juan el Bautista es la única que corresponde a los cristianos, sea individualmente, sea como comunidad, como Iglesia. Su misión consiste en dar testimonio, en indicar la presencia de Cristo, en señalar al Cordero de Dios entre los hombres (cf. Jn 1, 29).

Los cristianos han de procurar que su testimonio sea transparente. Cuando se pide información y alguien nos indica el lugar, no nos quedamos mirando a quien nos está dando la información, ni al dedo que está señalando la dirección. La mirada debe dirigirse hacia el objetivo hacia el que nos dirigimos. Cuando proclamamos nuestra fe y damos testimonio de ella, hemos de procurar que no se queden mirándonos a nosotros, sino que dirijan su mirada a Jesús.

8. La voz de Juan es, además, única, especial e insólita. No resulta normal escuchar la monición de allanar los caminos del Señor (cf. Jn 1, 23). ¿Por qué los caminos del Señor? Porque hay otros caminos, que nos son del Señor. Se nos advierte que nuestros caminos, los que más pisoteamos, por los que más andamos, los más conocidos por nosotros, tal vez nos impiden ir por el camino que quiere el Señor.

El testimonio típico del cristiano es precisamente ser, en medio de la sociedad en la que vive, esa voz “diversa”, contrastante y especial que indica los caminos del Señor. Si fuera necesario tiene que denunciar que otros caminos no son transitables; o también que otros caminos, por los que transitamos, no llevan a ninguna parte.

Jesucristo ha dicho: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida» (Jn 14, 6). Hemos de caminar por los caminos del Señor, como nos invita Juan Bautista. Es posible que tengamos que abandonar nuestras sendas, que nos llevan a derroteros sin salida.

9. Anteayer la Congregación para la Doctrina de la fe hizo pública una Instrucción sobre «La dignidad de la persona», acerca de algunas cuestiones sobre la vida, la bioética, el matrimonio, la procreación.
Los caminos de nuestra sociedad sobre estos temas no van por los caminos del Señor. Como síntesis, porque no es éste el momento, ofrezco tres criterios que el cristiano no puede dejar de tener en cuenta (Congregación para la Doctrina de la fe, Dignitas personae, 12).

Primero: «El derecho a la vida de todo ser humano y a la integridad física de sus miembros, desde la concepción hasta la muerte natural». Eso es algo que todo cristiano tenemos que defender, aunque haya otros caminos, por los que hoy camina la gente.

Segundo: «La unidad del matrimonio, que implica el respeto recíproco del derecho de los cónyuges a convertirse en padre y madre solamente el uno a través del otro». Hay otros caminos y otras experiencias, llamadas en ocasiones avances de la ciencia, que no van por este camino. A veces se quiere, a toda costa, tener un hijo. Esos no son los caminos del Señor.

Y tercero: Los valores específicamente humanos de la sexualidad «exigen que la procreación de una persona humana sea querida como el fruto del acto conyugal específico del amor entre los esposos». Sin embargo, hay otros caminos en nuestra sociedad que van por otros derroteros.

10. La Virgen María, por su fidelidad a Dios, llegó hasta las últimas consecuencias; aceptó los planes de Dios, renunciando a sus propios planes; y acompañó a su Hijo desde la concepción hasta el pie de la cruz.

No resulta agradable para una madre, queridas madres que me escucháis, ver a su propio hijo inocente condenado como un malhechor, tratado como un vil y ser clavado en la cruz delante de sus ojos.

La fidelidad de María a Dios y su testimonio fue una gran exigencia para una mujer tan delicada, tan fina, tan femenina y tan hermosa. La devoción a María no puede ser sólo una devoción que no toque la vida. No puede ser una devoción poética, sentimental, afectiva, que no tenga nada que ver con la vida de cada día.

Allanar los caminos de Señor implica dejar, si hace falta, los caminos por los que transitamos, que no llevan a ninguna parte o no tienen sentido alguno. Implica abandonar los caminos que llevan a la destrucción de nuestra sociedad y de nuestras familias.

11. San Pablo nos invita en este tercer domingo de Adviento a la alegría: «Estad siempre alegres» (1 Ts 5, 16). También quiero invitaros a la alegría: Estad alegres en el Señor, a pesar de las dificultades.

Vivid la fe con gozo, con alegría, y no con tristeza.

Pablo nos hace asimismo otra recomendación: «Sed constantes en orar» (1 Ts 5, 17). La oración nos debe acompañar siempre. Si uno hace presencia del Señor diariamente le es más fácil encontrar el camino del Señor y dejar el propio.

En tercer lugar, Pablo nos dice: «En toda ocasión tened la acción de gracias» (1 Ts 5, 18). Hoy es un día de acción de gracias. Pero ayer también lo fue y mañana y pasado han de ser de acción de gracias. Y, finalmente, Pablo nos anima a que no apeguemos el Espíritu: «No extingáis el Espíritu», evitando toda forma de maldad. Es otra manera de decir que hay que evitar recorrer ciertos caminos, que llevan a la muerte y a la destrucción. Los cristianos no podemos conformarnos a la mentalidad de este mundo, ni apagar el Espíritu de Dios, recibido en el bautismo. ¡Vivamos según este Espíritu, que es Espíritu de vida y Espíritu de amor!

12. Que Santa María de la Victoria, nuestra Patrona, nos ayude a vivir como Ella vivió. Nos auxilie para dar gracias a Dios en todo momento. Nos socorra para dar testimonio de la Palabra eterna, de la que nosotros hemos de ser voz. Y nos proteja para transitar por los caminos del Señor y no por los nuestros.

Habrá mucha gente que no nos entenderá, pero no importa. A Jesucristo y a sus seguidores tampoco les han entendido en muchas ocasiones; en todas las generaciones hay personas que los rechazan. Pero lo importante es vivir en el amor de Dios y en la fidelidad a su Hijo, como lo hizo la Virgen.

¡Que Ella, con su maternal intercesión, nos asista para que vivamos con alegría y fidelidad a la voluntad de Dios! Amén.

 

Más artículos de: Homilías
Compartir artículo