DiócesisHomilías

Toma de posesión de la Nueva Junta de la Agrupación de Cofradías de Pasión de Málaga (Iglesia de San Julián-Málaga)

Publicado: 12/07/2012: 2269

TOMA DE POSESIÓN DE LA NUEVA JUNTA DE LA AGRUPACIÓN
DE COFRADÍAS DE PASIÓN DE MÁLAGA

Lecturas: Os 11, 1-4.8c-9; Sal 79; Mt 10, 7-15.

1. Queridos sacerdotes y ministros del altar, estimado Presidente novel de la Agrupación de Cofradías de Semana Santa de Málaga y miembros de la Junta, que hoy juraréis el cargo de la “missio” eclesial, excelentísimas autoridades provinciales y locales, representantes de cofradías y juntas de las mismas, y devotos todos, que os unís a la oración de la Iglesia por los miembros de la nueva Junta y también por quienes han ejercido hasta hoy esta responsabilidad. A unos hay que agradecerles el trabajo realizado y rezar por ellos; y por los nuevos hay que rezar, para que realicen un buen trabajo.
Las lecturas bíblicas, que hemos escuchado, son las que la liturgia nos ofrece para el día de hoy y que se han leído en todo el orbe católico. Lo que el profeta Oseas nos dice tiene una gran actualidad, a pesar de haberlo escrito setecientos cincuenta años antes de la era cristiana.

Con una imagen poética preciosa describe la relación entre el Dios de Israel y su pueblo. El Señor cuida de su pueblo como un padre cariñoso lo hace con el hijo de sus entrañas. Lo sacó de la esclavitud de Egipto (cf. Os 11, 1), le enseñó a caminar (cf. Os 11, 3), le daba de comer (cf. Os 11, 4) y lo mimó con toda clase de atenciones.

Es, como vemos, una relación paterno-filial; el Padre-Dios ama a sus hijos y los cuida con cariño. Decía Oseas: «Cuando Israel era niño, yo le amé» (Os 11, 1). Dios actúa como un padre, que levanta a su hijo y lo acaricia contra su mejilla; este padre, de entrañas de misericordia, se agacha para acercarse a su hijo y lo levanta a su altura, llenándole de besos. El profeta Oseas lo describe así: «Con correas humanas los atraía, con lazos de amor, y era para ellos como los que alzan a un niño contra su mejilla, me inclinaba hacia él y le daba de comer» (Os 11, 4). Eso lo habéis hecho todos los que tenéis hijos; esa imagen poética responde a la verdad de lo que hace Dios con la humanidad: se acerca al hombre humillándose y rebajándose a su nivel, por medio de su Hijo Jesús; eso es lo que celebra la fe cristiana y celebráis los cofrades: la humillación del Hijo de Dios, que se hace hombre como nosotros.

Debemos sentirnos amados por Dios con un infinito amor de padre, que cuida providencialmente de nosotros. Dejemos que nos abrace, que nos eleve hacia sí, que nos acaricie y nos llene de besos. ¡Gocemos de la ternura de Dios para con nosotros! Queridos cofrades, vivid esa experiencia y transmitidla a los demás.

2. Esta imagen es complementaria a otras imágenes más duras de un rostro de Dios serio y exigente. La exigencia viene cuando el hijo no corresponde al amor paterno y se aleja del amor que Dios le brinda. El profeta Oseas tenía la experiencia de su pueblo, que abandonaba a su Señor para ir tras otros dioses y decía: «Cuanto más los llamaba, más se alejaban de mí: a los Baales sacrificaban, y a los ídolos ofrecían incienso» (Os 11, 2).

Esa misma experiencia la tenemos nosotros, cuando vamos tras los falsos dioses que la sociedad nos presenta: a ellos sacrificamos lo mejor de nosotros; a ellos ofrecemos nuestro tiempo; a ellos dedicamos nuestras energías; a ellos confiamos nuestros proyectos; a ellos ofrecemos el incienso de nuestra adoración.

También el profeta diría hoy de nosotros, al ver que no agradecemos los cuidados de la providencia divina: «Pero ellos no conocieron que yo cuidaba de ellos» (Os 11, 3). Es decir, Dios nos cuida y nosotros le damos la espalda, adorando otros dioses.

3. El Señor abandonará a su suerte a quien no quiere convertirse y lo dejará volver al lugar de la esclavitud. Dice Oseas: «Volverá al país de Egipto y Asur será su rey, porque se han negado a convertirse» (Os 11, 5). Eso es lo que ocurre hoy en nuestra sociedad, queridos hermanos y cofrades: se ha regresado hacia modas antiguas, que la mentalidad cristiana había superado y transformado; lo que algunos defienden como progresista es realmente retrógrado; lo que se presenta a veces como un derecho logrado es, en verdad, un paso atrás. No es necesario poner ningún ejemplo, porque sois muy inteligentes.

El profeta Oseas decía que volverían a la esclavitud después de haber sido liberados. En nuestra sociedad se está volviendo a la esclavitud, que, naturalmente no es Egipto; pero existen muchos tipos de esclavitud. 

El don de la libertad humana no consiste en dar rienda suelta a los instintos, sino en aceptar la libertad que Cristo nos ha conseguido con el triunfo de su Resurrección: «Para ser libres nos libertó Cristo –dice san Pablo a los gálatas–. Manteneos, pues, firmes y no os dejéis oprimir nuevamente bajo el yugo de la esclavitud» (Gal 5, 1). ¡No volváis otra vez a la esclavitud, pues habéis sido ya liberados! ¡No volváis a costumbres paganas, que convierten en esclavos al hombre! Este texto es un aviso oportuno para los cristianos. 

Queridos cofrades, sois los testigos que hoy necesita nuestra sociedad, para ayudarle a ver las cosas desde Dios, que es la Verdad –con mayúscula y no una verdad entre otras–. Sois necesarios hoy para proclamar ante el mundo la verdadera libertad: la que proviene de Dios, que es el ser más libre.
El profeta Oseas anuncia algo, que estamos viviendo hoy día. Dice textualmente: «Hará estragos la espada en sus ciudades, aniquilará sus cerrojos y devorará, por sus perversos planes» (Os 11, 5-6). ¡Cuánto estrago está haciendo en nuestra sociedad la plaga de la “cultura de la muerte”! ¡Cuánto asesinato; cuánta muerte; cuánta mentira!

Pero Dios no nos abandona y sigue ofreciéndonos cada día su amor. Por eso le dice a su pueblo: «¿Cómo voy a dejarte, Efraím, cómo entregarte, Israel? (…) Mi corazón está en mí trastornado y a la vez se estremecen mis entrañas» (Os 11, 8). Dios tiene entrañas de misericordia y nos ama infinitamente. De ello, queridos fieles y cofrades, tenéis que dar testimonio hoy.

4. El Evangelio, que hemos escuchado, nos exhorta a proclamar la presencia benefactora de Dios entre los hombres: «Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca» (Mt 10, 7).

Los signos de la presencia del Reino de Dios son las curaciones, la sanación integral del hombre, la salud del alma, la expulsión del mal del corazón del hombre, como dice el Evangelio: «Curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios» (Mt 10, 8). La fe cristiana proporciona salud espiritual y sanación profunda e integral, porque va a la raíz del mal. No es una medicina que trata los síntomas, sino que cura la raíz y la causa del mal, que es el pecado.

Jesús, el Señor, nos dice que ofrezcamos gratis la salvación que gratis hemos recibido: «Gratis lo recibisteis; dadlo gratis» (Mt 10, 8). Dios ofrece gratuitamente su salvación a todo hombre, de cualquier época, cultura o condición.

¡Anunciad, queridos hermanos, la salvación de Dios a vuestros paisanos y coetáneos! Si la aceptan habréis ganado a unos hermanos; si la rechazan, el Señor les pedirá cuentas a ellos, pero no a vosotros (cf. Mt 10, 15). Pero si no lo proclamamos, nos pedirá cuentas también a nosotros.

5. Hace pocos días trasladaron a una pequeña iglesia en Roma los restos mortales del cardenal François-Xavier Nguyên Van Thuân, Obispo de Nha Trang (Vietnam), a quien tuve la suerte de conocer personalmente. Estuvo mucho tiempo en la cárcel y soportó grandes sufrimientos por el hecho de ser cristiano. En los últimos años de su vida le permitieron salir de su país y fue dando retiros y conferencias por el mundo, dando testimonio de su fe. Falleció en 2002.
En 1971 escribió una carta pastoral, con motivo de la conmemoración del tercer centenario de su diócesis, haciendo un balance del desarrollo de la comunidad cristiana y decía: “Nos sentimos orgullosos y nos gloriamos: no por tener ahora hermosas iglesias, grandes edificios o numerosos fieles; no; no nos sentimos orgullosos por esto. La fuerza de la Iglesia no consiste en las cosas materiales, en los números. Nos gloriamos de la cruz de Cristo, nuestro Señor, de la fidelidad de nuestros antepasados a la Iglesia, de su vida fervorosa, de su fe firme, que era más fuerte que la muerte, de su responsabilidad madura al cumplir el deber de apóstoles y al colaborar con los sacerdotes y, en caso de escasez, sustituirlos”.

¡Qué hermoso testimonio! Este testimonio del cardenal Van Thuân nos anima a superar las dificultades actuales de la Iglesia. Queridos cofrades, no pongamos nuestro interés e ilusión en las cosas materiales, en los inmuebles, en los enseres de las cofradías. Debemos reconocer que la verdadera fuerza de la Iglesia proviene de la fe firme de los creyentes, de vuestra fe, queridos fieles cristianos, de vivir el amor de Cristo crucificado.

Los cofrades celebráis con gran esplendor el misterio de la muerte y de la resurrección del Señor. La fe y el amor son más fuertes que la muerte, porque desembocan en la resurrección. La fuerza de la Iglesia y vuestra fuerza se alimentarán de la celebración de este misterio. La fe es, ante todo, vivir a Cristo, amándolo por encima de todas las cosas.

6. Hoy los miembros de la nueva Junta de la Agrupación de Cofradías de Pasión de Málaga tomáis posesión de vuestros cargos. En primer lugar, os felicito por vuestra elección. En segundo lugar os recuerdo, como bien sabéis, que es un servicio a la Iglesia, y no una forma de honor o de poder.
Vuestra vida diaria debe estar impregnada de la fe y del amor a Dios y a los hermanos. Es necesario superar la separación entre la fe y la vida; esta separación ha sido uno de los errores más graves de nuestro tiempo. Los no-creyentes desean que la religión quede relegada al ámbito de lo privado y que no tenga influencia en la vida social; pero eso es imposible, porque la luz del Evangelio debe iluminar todos los aspectos y dimensiones de la existencia humana: la vida, la familia, el trabajo, la cultura, la economía, la política…

La Iglesia no puede ignorar que vive y actúa en el mundo. La unidad entre fe y vida es parte constitutiva del ser cristiano y es la ofrenda que el creyente debe presentar al Señor. Para ello es necesaria la oración y la petición a Dios de que se haga su voluntad en nuestro mundo.

Pedimos a la Santísima Virgen María su maternal intercesión, para que ayude a la nueva Junta y la acompañe en este período, haciendo fecundo su trabajo.

Amén.
 

Autor: diocesismalaga.es

Más artículos de: Homilías
Compartir artículo