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Semblanza de Manuel Rojo Márquez

Publicado: 22/04/2004: 7192

 

El 23 de marzo pasado, hace un mes justo, cumplía Manolo 24 años de sacerdocio. Hoy está ya definitivamente con el Señor. Está viviendo en lo más profundo de sí mismo aquello de Madre Petra, la gran mujer de este pueblo: Señor, Vos sobre todas las cosas.

Así de sencillo y así de verdad: Dios para nuestro hermano Manolo ha sido El Señor sobre todas las cosas. Y ahora, en esta Eucaristía de tiempo pascual, ponemos en manos de Dios lo que ha sido su vida y le agradecemos al Padre del cielo el haberlo tenido entre nosotros.

Dn. Manuel Rojo Márquez nació en Sevilla en el año 1927, el 13 de noviembre; contaba ahora, por tanto, con 76 años. En aquella ciudad hermana vivió en el barrio de Santa Cruz. Tres hermanos fueron: Emilio, Paco y Manolo; curiosamente los tres vivieron sus últimos años en la Residencia de Ancianos de Madre Petra, aquí en Valle de Abdalajís.

Por razones de su trabajo -agente comercial- vivió en Los Boliches, Fuengirola. Allí, como cristiano fiel y coherente, celebraba en la comunidad parroquial su fe y acrecentaba su amistad con el Señor. Su incorporación a uno de los grupos de la parroquia le hizo plantearse bastantes preguntas. Entre otras, animado por su párroco, la de por qué no ser sacerdote.

La edad parecía indicar que no era ya momento adecuado, pero la voz seguía resonando dentro. Con un compañero de trabajo -Joaquín- debió hablar este asunto muchas veces, porque con el correr de los años ambos siguieron el mismo camino, aunque en diócesis distintas.

Un día Manolo se decidió a exponer la situación a Dn. Ramón Buxarráis, quien lo puso en contacto con Dn. Francisco Parrilla; y comenzó sus estudios de Seminario. Difíciles para él, mayor y desacostumbrado a los libros; pero hombre de constancia enorme, trabajo intenso, gran memoria y amor propio en la tarea... fue capaz de sobradamente salir airoso en todas las materias: todavía algunos de sus profesores recuerdan y conservan excelentes trabajos suyos de clase, tan bien elaborados que eran prácticamente tesinas.

Con 52 años es ordenado sacerdote, en 1980: como indicaba antes hace 24 años y un mes, un 23 de marzo. Era por entonces Diácono colaborador en la parroquia del Puerto de la Torre.

Su primer destino como párroco fue precisamente Valle de Abdalajís, y encargado de La Joya, hasta octubre de 1981.

Tras unos meses como Vicario parroquial en San José de Fuengirola, pasa a la Axarquía: párroco de Algarrobo y cura encargado de Sayalonga y Archez: desde diciembre de 1981 a septiembre de 1990. Su paso por aquellos pueblos fue intensamente vivido, y especialmente él recordará siempre Algarrobo, donde su madre, Elisa, entonces con él, murió.

En septiembre de 1990 fue nombrado nuevamente párroco de Valle de Abdalajís y La Joya, servicio en el que estuvo justamente siete años: hasta el mismo día, 2 de septiembre, de 1997. Estando aquí cayó enfermo su hermano,con quien Manolo estuvo siempre muy cerca y que, a la vez, fue acogido y atendido en la Residencia de las Madres, con la atención tan excelente que ellas saben ofrecer en su misión.

Luego ya, desde 1997, mayor y con un cariño enorme a este pueblo y a las Madres de Desamparados y San José de la Montaña, continuó aquí, como Capellán de la Comunidad y de la Residencia de Ancianos. Y desarrollando dos grandes devociones: la Virgen, aquí la Virgen de los Dolores, y la Madre Petra, con todo lo que ella significa de ser de Dios y de entrega a los hermanos más necesitados.

Así, hasta que la enfermedad el 24 de febrero pasado le hizo ingresar en el Hospital de Carlos de Haya. El 17 de marzo pidió el alta para poder “celebrar San José con sus monjas”: no pudo hacerlo el 19, su cuerpo no se lo permitía ya. Desde entonces en cama, hasta ayer, día 22 en que a las 5’15 de la mañana emprendía su camino definitivo al cielo. ¡Con el Señor está!

El domingo pasado cuando Gonzalo le llevó la Comunión, Manolo le dijo que se iba a morir y que tenía miedo. Después de comulgar sus palabras fueron otras: ya no me muero, Jesús es la Resurrección. Y efectivamente, Manolo vive.

Manolo vive. Y ha vivido siempre como hombre muy sencillo, de muy buen trato y de buen humor en todo momento. Todo esto junto con su ser muy amante de sus raíces, muy sevillano.

Agradecemos, como decía antes, a Dios su vida. Y, como presbiterio diocesano, agradecemos a las Madres de la Residencia su cariño para con él, cariño de madres de verdad. E igualmente, como familia de hermanos que somos, agradecemos a nuestro hermano Gonzalo su preocupación y dedicación a él especialmente en su tiempo de enfermedad. Agradecimiento que hacemos extensivo a tantas personas que habéis querido a D. Manuel, que le habéis ayudado y que en momentos muy duros habéis sabido estar con él.

Que Cristo, que en Madre Petra “fue la brasa que encendió la llama”, continúe siendo el fuego que encienda nuestros corazones para estar todos al servicio del Evangelio.

Antonio Aguilera Cabello

Autor: diocesismalaga.es

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