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Semblanza de Miguel León Rodríguez

Publicado: 13/02/2005: 8561

 

El Cardenal Lercaro tuvo una de las más importantes intervenciones de las que se escucharon durante la primera sesión del Vaticano II. “... no cumpliremos suficientemente nuestra tarea, si no ponemos como centro y alma del trabajo doctrinal y legislativo del Concilio, el misterio de Cristo en los pobres y la evangelización de los pobres... no como uno de los temas del Concilio sino como la cuestión central”. Era el último trimestre del año 1962.

La Iglesia ha de ser pobre y ha de cuidar afectuosamente de los pobres fue la vivencia evangélica más reiterada durante las discusiones conciliares Más de 30 veces se hace referencia a ella en los documentos conciliares.

Miguel León la descubrió y la vivió como exigencia que tenía su fuente en la fe en Jesucristo. La dimensión personal la cubrió en su intimidad y nunca hizo publicidad de la misma, porque Miguel tenía su dimensión de timidez que, en ocasiones, le hacía ser tajante en los juicios y en el mantenimiento de sus convicciones.

Los que le hemos tratado sabemos de su capacidad de compartir. Aparte de planteamientos teóricos, necesarios, su mano se dirigía al bolsillo y si encontraba alguna cantidad era entregada a aquél que le pidiera, sin más. El amor a los pobres y su dedicación preferente a ellos, con toda la radicalidad de los pobres del mundo rural y de los suburbios malagueños en aquellos años ya lejanos de los cincuenta y sesenta, lo conocimos todos. Llenaban su preocupación, su predicación, sus reuniones, su aportación en los encuentros sacerdotales y de laicos.

Por ello se vinculó tan pronto a la HOAC y ha permanecido hasta el final.En 1970 Consiliario Diocesano por primera vez de la misma. Lo ha vivido siempre, de consiliario y de militante con pasión y con ilusión. Cuánta alegría y confianza manifestaba cuando su equipo actual venía a recogerlo los fines de semana a la Casa Sacerdotal para el paseo que cada vez se le hacía más difícil.

Le recuerdo en el cursillo que dirigió en Málaga Dn. Tomás Malagón, a quien la Iglesia española debe tanto, celebrado en el Seminario y con Miguel como participante. El era teólogo y el grupo que ayudamos, estudiábamos filosofía. A D. Tomás y a Guillermo Rovirosa Miguel profesó cariño inmenso y valoración permanente. El temario de formación de la HOAC fue y es modelo de lo que un militante debe conocer y vivir, a partir de la trilogía del Reino de Dios, del Cuerpo de Cristo y del Mandamiento Nuevo. Hasta la Liturgia es tenida en cuenta, como no podía ser menos. Quizás por eso resistió la crisis institucional y aun permanece como bien de la Iglesia.

Ha sido militante y consiliario. Y ha hecho el gran bien de ser a manera de antí-tesis del entorno inmediato. Cuando nos hablaba a nosotros quería penetrar con respeto en nuestras convicciones y hacernos ver la situación y sensibilizarnos ante el mundo obrero, la objetividad de sus planteamientos, la gran injusticia de siglos. Y cuando se reunía con los militantes su esfuerzo iba dirigido, por fidelidad y amor, a que debían tener sentido de Iglesia, vida de fe y amor explícito a Jesucristo y vida sacramental. Es el tensión de los que quieren ser fieles al Señor y no populares, ni aplaudidos. Gracias, Miguel, porque has sido conciencia crítica que nos has hecho bien.

Sufrió la crisis de los años 70 cuando algunos dejaron la militancia cristiana Pero siempre fue el amigo incondicional que respetó las decisiones.

Miguel León nació el 5 de Noviembre de 1925, en Ubrique, provincia de Cádiz y Diócesis de Málaga en aquellos años. Después se trasladó a Veger de la Frontera y, posteriormente vuelve a Ubrique, pueblo industrial. Ingresa en el Seminario, sobrino de D. José León Carrasco que sería párroco del Socorro de Ronda, San Sebastián de Antequera y San Juan de Málaga. En el Seminario se le pide a Miguel que sea prefecto de un grupo de latinos. Los que le han conocido en sus años de plenitud pueden tener dificultad para imaginarse al bueno de Miguel cuidando los estudios, procurando disciplina, preocupado por la comida de los niños y hasta de la limpieza de los mismos. Que la ducha es semanal y con agua fría. Miguel lo hizo muy bien.

Es ordenado presbítero el día 31 de Mayo de 1952, Congreso Eucarístico, en el campo de deportes de Monjuit, en Barcelona, él que nunca dio una patada a la pelota. Aquella imagen no se nos ha borrado. Por grupos, presididos por obispos y al ritmo que señalaba el grupo principal que era presidido por el Cardenal Legado del Papa.

Y comienzan los servicios ministeriales de Miguel, señalados siempre por el deseo de servir a los pobres. Primero Vicario Parroquial, antes se decía Coadjutor, de Santo Domingo. El párroco, Don Pedro Martos. Barrio del Perchel, cuánta pobreza, que estamos en el año 1952 y España se encontraba aislada política y económicamente. Alguna vez nos llegó trigo que hacía un pan muy blanco. El Perchel y las calles que ya no existen. Calvo, Fuentesilla, Polvorista... Edificios viejos y corralones. Los dos sacerdotes hacen más de lo que pueden.

Un año después, es nombrado párroco de Igualeja, Pujerra, que no tiene carretera y Parauta. Miguel se traslada desde Ronda en lo alto de un camión que va cargado. Con sotana y sombrero que durante el viaje lo tiene que llevar en la mano. Trabajo físicamente duro, apostólicamente no fácil, casa en deficientes condiciones. Miguel vive con entusiasmo este servicio y algunas veces se desplaza a Ronda.

D. Pedro le reclama y vuelve a Santo Domingo, a repetir lo vivido dos años antes. Que incluye, ahora que se acerca la Semana Santa, acompañar las procesiones que según costumbre se hace durante todo el itinerario. A algún sacerdote anciano el monaguillo le lleva una silla para que las paradas sirvieran de descanso. La edad de D. Pedro y de D. Miguel no les permite tener silla para el descanso, aún son jóvenes.

El año 1957 es nombrado párroco de Guaro, pueblo cercano a Coín. Y en el año 1960 lo encontramos en Cuevas de San Marcos, pueblo religioso, con muchas vocaciones. Pero con algunas necesidades de replanteamientos cristianos que tienen sabor social. Además de atender lo que es la vida de la parroquia, Miguel se preocupa de fomentar cooperativas de aceitunas. Tiene sus dificultades porque no a todos conviene la solución. Pero salen adelante y muchos comienzan a valorar el servicio que el párroco, ayudado de seglares, ha animado y que entra dentro de los parámetros de la justicia, como respuesta a necesidades apremiantes. No me imagino a Miguel con libros de contabilidad, pero sí con empuje de sacerdote libre y entregado. El pueblo le ha dedicado una calle.

E inicia allí la vida de los movimientos apostólicos rurales. Son años tensos pero muy generosos en la entrega de sacerdotes y laicos.

La Parroquia de San Antonio de Padua que entonces no tenía templo, barriada de Portada Alta es su nueva parroquia en Enero de 1969. Con chabolas adosadas al barrio. Allí genera también equipos de HOAC y hasta un feligrés se siente llamado a ser Hermanito de Jesús. Y la presencia de la Congregación de los Reparadores que se fue a vivir a las chabolas. Miguel anima y sirve. Son años de especial dificultad. También le tocó sufrir el impacto de que en determinados ambientes se creyera su militancia política, por lo que recibió alguna denuncia, lo que nunca fue verdad.

En el año 1973 es nombrado Párroco de San Juan de la Cruz, de El Palo. Tiene barriada de pescadores, la barriada obrera de La Pelusa y zonas residenciales. Acoge, anuncia y denuncia. Suscita amistad y recelos. Y comienza el equipo de la HOAC. Menos mal porque fueron siempre apoyo a un cura que cree por encima de todo. Y que necesita de la cercanía de las personas porque, en ocasiones, tiene la impresión de que no es comprendido y vive la experiencia dura de la soledad.

Capellán de la Iglesia del Santo Cristo de la Salud, siente la necesidad de la responsabilidad pastoral inmediata y pide al obispo atender alguna parroquia. Y es nombrado párroco de Santo Tomás Aquino. Allí Miguel, fiel a la misión, es el presbítero de las comunidades neocatecumenales. Y nos cuenta con sencillez y gratitud el cuidado que tuvieron con el cuando debió bajar a la “piscina”, situada en el centro de la iglesia para los bautizos en la Vigilia Pascual. Le pusieron unas zapatillas para que no resbalara, aunque tuvo que mojar el alba. y el pantalón. Pero después se la cambiaron por otros en la sacristía. Capacidad de adaptación, relatado con sonrisa y admirado por tanto “mimo” al que él nunca estuvo preparado.

Consiliario de Pastoral Obrera trabajó todo lo que pudo por dinamizarla. Y fue, por último, durante tres años capellán de las Hermanitas de los Pobres. Se sintió anciano entre ancianos. Pero vivió en la Casa Sacerdotal, cuidado con esmero por las religiosas mercedarias. Todos testigos de su disminución. Cómo nos impresionaba cuando lo encontrábamos sin saber situarse, sentado en la silla de la galería de entrada o, lo que nos hacía pasarlo mal, al comienzo de los tramos de escalera con inseguridad.

Nuestros sentimientos quieren hacerse presente a su hermano Juan y a su cuñada. A los sobrinos y sus primos, los que han venido de fuera y a los que conocemos por su especial vinculación a la Diócesis y que han estado muy cerca de Miguel. A Pepe León, a María Luisa, a Ana María. Y hasta su fallecimiento que aun recordamos, a Isabel hermana de los anteriores.

Para que estuviera mejor atendido fue trasladado al Buen Samaritano, con otros sacerdotes. La acogida de Cáritas, en la persona de Gabriel Leal, de Prudencio, el director, de todo el personal que le han ofrecido lo mejor pero no ha impedido la disminución progresiva. Así hasta la muerte ayer, dominica primera de Cuaresma, primera semana del camino hacia la Pascua.

Miguel ha llegado a la Pascua definitiva. Y ha cantado, con un poco de desafino, el bello pregón: “Será la noche clara como el día, la noche iluminada por mi gozo” La existencia humana tiene mucho de noche, también la vivencia de la fe. Para Miguel ahora todo es claro como el día, la noche de su existir ha sido iluminada por la victoria de Jesucristo que resucitado lo ha acogido en su seno, porque es eterna su misericordia.

Francisco Parrilla Gómez

Autor: diocesismalaga.es

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