DiócesisHomilías

Día del Seminario (Catedral-Málaga)

Publicado: 22/03/2009: 2513

DÍA DEL SEMINARIO

Lecturas: 2 Cro36, 14-16.19-23; Sal 136; Ef 2, 4-10; Jn 3, 14-21.

Domingo Cuaresma IV-B

 

1. La misión de los Profetas y la actitud del pueblo de Israel

1. Hemos escuchado en el libro de las Crónicas la historia de amor que Dios realiza con su pueblo Israel. A pesar de la infidelidad del pueblo, Dios lo mantiene, una y otra vez, como pueblo suyo, como pueblo de su propiedad, como pueblo de sus entrañas (cf. Dt 14, 1-2).

Sin embargo, el pueblo de Israel, a pesar del amor entrañable que Dios le manifiesta, continúa en una actitud de abandono de Dios; y, una y otra vez, se aparta de su voluntad: «Todos los jefes de los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades» (2 Cro 36, 14).

Dios envía mensajeros, profetas, que recuerdan al pueblo la razón de su existencia y le invitan a volver al amor primero, al amor de Dios: «El Dios de sus padres les envió desde el principio avisos por medio de sus mensajeros, porque tenía compasión de su pueblo» (2 Cro 36, 15).

Pero el pueblo no les hace caso; busca sus propias soluciones y realiza sus propios proyectos: «Pero ellos se burlaron de los mensajeros de Dios, despreciaron sus palabras y se mofaron de sus profetas» (2 Cro 36, 16).

Cuando el pueblo no hace caso de los profetas, va a la ruina y al destierro; por ese motivo el pueblo va al destierro. Pero el Señor no renuncia a su promesa y sigue salvando al pueblo de Israel. Después de muchos años de destierro, Dios suscita un personaje, Ciro, rey de Persia, para que haga volver del destierro a su pueblo (cf. 2 Cro 36, 22-23).

2. También hoy el nuevo pueblo de Dios, los fieles cristianos y los hombres de nuestra sociedad necesitan profetas, mensajeros de Dios, sacerdotes, que anuncien el mensaje de salvación al hombre de hoy. También hoy, cuando los fieles escuchan el mensaje de salvación de los profetas y no hacen caso, van a la ruina y al destierro.

Hay muchas formas de ruina y de destierro. Uno queda desterrado y en tinieblas, cuando no quiere caminar a la luz de Dios; uno queda encadenado de sus propios vicios, o de sus propios deseos, cuando no sigue la voluntad del Señor.

El Señor, a pesar de nuestras infidelidades y de nuestros destierros, puede hacernos volver a la tierra prometida; puede encaminarnos a la Luz y que aceptemos la Buena Nueva.

Ésta es la invitación de la Cuaresma, queridos hermanos. El Señor, una y otra vez, a través de sus mensajeros, profetas y sacerdotes, nos invita a volver al amor primero; a través de su Palabra nos exhorta a regresar a la casa paterna. Nos invita a dejar nuestros proyectos y deseos; nos apremia a salir de las mazmorras, en que nos hallamos encadenados a nuestros propios vicios; rompe las cadenas de nuestro pecado; nos saca de nuestras tinieblas y nos hace caminar hacia la Luz divina.

3. La imagen de la liberación de Israel de la esclavitud y la del retorno del exilio, prefiguran la definitiva liberación; la que Dios hizo a favor de la humanidad por mediación de su Hijo Jesucristo.

Todos nosotros vivimos en una cierta esclavitud: de nuestro pecado, ciertamente; de nuestro modo de pensar, también; de las modas de la sociedad, igualmente.

¡Salgamos, pues, de la esclavitud! ¡Salgamos del destierro! ¡Salgamos de nuestra Babilonia y regresemos otra vez a la casa paterna, a la tierra prometida del Señor! ¡Que la experiencia del destierro nos haga saborear el amor que Dios nos tiene! ¡Y que podamos gozar de la bendición de habitar en la tierra de Dios!

2. El amor inmenso de Dios a los hombres

4. El Evangelio de hoy, en el diálogo de Jesús con Nicodemo remarca el gran amor, como hemos visto, que Dios tiene a la humanidad. Dice Dios a Nicodemo: «Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en Él, sino que tengan vida eterna» (Jn 3, 16).

Todos estamos invitados a saborear la vida eterna, que el Hijo de Dios nos trae. Todos estamos invitados a corresponder al amor eterno, que Dios nos ofrece a cada uno de nosotros. Amor de Padre, que no dudó en entregar a su propio Hijo en la cruz. Vamos a pedirle al Señor que nos ayude a corresponder a este amor.

Jesús dice a Nicodemo: «El que realiza la verdad, se acerca  a la luz, para que se vean que sus obras están hechas según Dios» (Jn 3, 21). El que no quiere la Luz y desea mantenerse en sus propias acciones, prefiere mantenerse en sus tinieblas.

Los hijos de la Luz, los cristianos, estamos llamados a aceptar en nuestra vida la Luz de Jesucristo, el Evangelio, la Buena Nueva de salvación.

Hoy es momento para pedirle al Señor que nos ilumine, como iluminó a Nicodemo, con el diálogo, con su Palabra, con la claridad de su mensaje. Le pedimos que ilumine nuestros corazones, que se encuentran muchas veces en tinieblas.

3. Día del Seminario

5. Hoy celebramos el Día del Seminario, que es la institución diocesana encargada de formar a los futuros sacerdotes, a los futuros profetas y mensajeros, que nos hablarán en nombre de Dios.

Quiero agradecer, en primer lugar, a vosotros, seminaristas que estáis aquí participando en la Eucaristía, mayores y menores, vuestro “sí” al Señor. El Señor os ha llamado para una misión; el Señor quiere constituiros en mensajeros de su Buena Nueva; y vosotros le habéis dicho que “sí”. ¡Gracias por ese “sí”, como el de María la Virgen! La titular de la Catedral es la Virgen de la Encarnación, que acepta el anuncio del ángel. María responde un “sí” a los planes de Dios.

Agradezco también su tarea a los superiores y formadores del Seminario, que, con delicadeza y cariño, intentan ayudaros en vuestro crecimiento en la fe y en la formación teológica y humana.

 Deseo agradecer el afecto de todos los sacerdotes a nuestro Seminario; su cercanía e interés.

Y también a todos vosotros, fieles de nuestra Diócesis de Málaga, que consideráis al Seminario como algo muy propio, muy vuestro; y que ayudáis a los seminaristas y a la Diócesis con vuestra oración, con vuestra cercanía y apoyo. Las comunidades cristianas no sólo estáis cerca, sino que colaboráis económicamente.

6. El pueblo de Israel no hacía mucho caso de sus profetas; y por eso vivía con amenazas enemigas y con destierros. Tampoco hay una gran escucha de la Palabra del Señor en nuestros días, y así nos va. Si permanecemos en nuestras cegueras, el Señor nos manda al destierro; o más bien, nos ponemos nosotros en camino del destierro; somos nosotros los que nos alejamos de Dios; no es Él el que no envía. Es nuestra actitud la que nos permite permanecer en la casa paterna o marchar fuera de casa, como el hijo pródigo.

De la misma manera que el pueblo de Israel tenía mensajeros y profetas, el nuevo pueblo de Dios, la Iglesia, necesita nuevos mensajeros y profetas, queridos hermanos; necesita sacerdotes, que celebren la Eucaristía y que nos perdonen los pecados en nombre de Dios.

Porque todos tenemos necesidad de pedir perdón; y todos necesitamos del sacerdote, que nos perdone los pecados. Nadie podemos perdonarnos a nosotros mismos los pecados.

También necesitamos todos comer el pan eucarístico y alimentarnos de la Palabra, que es pan de Vida. Todos necesitamos ser iluminados por la Nueva Buena del Evangelio. Por eso son necesarios siempre los sacerdotes.

7. La Iglesia necesita sacerdotes. Os pediría que, en vuestros ambientes familiares, en las comunidades parroquiales, en las asociaciones y movimientos, cuidéis con esmero las posibles llamadas de Dios al sacerdocio. Que animéis a los jóvenes en el camino del discernimiento; que los apoyéis; que recéis por ellos al Señor.

La vocación, o llamada, es un don del Señor. Nadie puede hacerse sacerdote, si no es llamado por Dios, lo mismo que Aarón (cf. Hb 5, 4). Dios es quien llama; el llamado debe responder con prontitud, con fidelidad y con generosidad. Pero necesita el apoyo de toda la comunidad eclesial.

Cada vocación -sacerdotal, religiosa o laical- es un don del Espíritu a la Iglesia, en orden a su edificación y a la realización de su misión. Dios nos llama a seguirle en una vocación específica; a contribuir a la misión de la Iglesia desde un estado de vida, con una responsabilidad y unas tareas precisas. Dios sigue llamando hoy día a comprometernos en el seguimiento de Cristo y a dejarnos empapar por su amor.

Los jóvenes de hoy pertenecen a una generación, a quien no le resulta fácil escuchar la llamada de Dios. La comunidad cristiana debe apoyarlos, para que puedan responder a la llamada. Es importante que ayudemos a los jóvenes de hoy a que puedan responder afirmativamente a la llamada que Dios les hace.

4. Pablo de Tarso, Apóstol por gracia de Dios

8. El lema para esta Jornada del Seminario tiene en cuenta el Año Jubilar Paulino, que estamos celebrando: la conmemoración del dos mil Aniversario del nacimiento de Pablo de Tarso: Apóstol por gracia de Dios.

Pablo fue llamado y enviado por Dios. Llamado y apóstol por puro regalo del Señor: «Pablo, siervo de Cristo Jesús, apóstol por vocación, escogido para el Evangelio de Dios» (Rm1, 1).

Hoy también hay muchos “Pablos”, que no son de Tarso, sino de nuestras comunidades cristianas de Málaga y de todas las diócesis del mundo, que también son llamados para ser enviados. Enviados a predicar la Palabra; enviados para anunciar el Evangelio; enviados para celebrar el Misterio Pascual de Cristo; enviados para animarnos a vivir como hijos de Dios.

Siguiendo a Pablo, queridos jóvenes que me escucháis, sed prontos a responder, como él, a la llamada que Dios os hace.

9. Queridas comunidades cristianas y queridos fieles, esmerémonos en crear un clima propicio, para que nuestros jóvenes escuchen la llamada del Señor y respondan con generosidad para ser enviados. Todo ello redundará en beneficio y en frutos buenos para nosotros y para toda la Iglesia.

Vamos a seguir la celebración, pidiendo al Señor que siga llamando; y pidiéndole que los llamados respondan con generosidad. Estoy convencido que Dios sigue llamando hoy día; lo que sucede es que no siempre se escucha esa llamada. Facilitemos la escucha de esa llamada de Dios.

Pedimos hoy de forma especial por las vocaciones a la vida sacerdotal. ¡Que el Señor nos regale generosamente santos y sabios sacerdotes! Será un gran bien para nuestra Iglesia y para todas las Iglesias particulares, esparcidas por el mundo.

 Lo pedimos por intercesión de Santa María la Virgen, la Madre de Jesús, que en el momento de la Anunciación supo decir “sí” a la voluntad divina, y su respuesta redundó en salvación para toda la Humanidad.

Amén.

Autor: diocesismalaga.es

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