DiócesisHomilías

50 aniversario de Manos Unidas (parroquia Stella Maris-Málaga)

Publicado: 06/02/2009: 2096

EUCARISTÍA EN LA PARROQUIA DE STELLA MARIS

(parroquia Stella Maris-Málaga, 6 febrero 2009)

Lecturas: Hb13,1-8; Sal 26; Mc 6,14-29.

 

1. Hemos escuchado en la lectura de la carta a los Hebreos unas exhortaciones, que nos vienen muy bien a todos. El texto empezaba diciendo: «Permaneced en el amor fraterno» (Hb 13, 1).

Para la celebración de hoy viene como anillo al dedo. «Permaneced en el amor fraterno», nos dice la carta. Después desglosa la forma concreta de este amor fraterno y habla de la hospitalidad. Hay que dar hospedaje, porque algunos recibieron la visita de mensajeros de Dios y no se dieron cuenta de que eran mensajeros divinos. Pero todo ser humano que se nos acerca es imagen de Dios. Y el mismo Jesús nos ha dicho que todo lo que hagamos a los demás se lo hacemos a Él: «Quien a vosotros recibe, a mí me recibe, y quien me recibe a mí, recibe a Aquel que me ha enviado» (Mt 10, 40). El autor de la carta a los Hebreos habla también de acordarnos de los presos, de los maltratados, de todos aquellos que están en necesidad (cf. Hb 13, 3).

2. El Señor nos invita, una vez más esta tarde, a vivir ese amor fraterno del que tan bien, magistralmente, nos dio ejemplo. Hacemos esta reflexión y esta celebración en el marco de los Cincuenta Años de “Manos Unidas”.

Un grupo de mujeres de Acción Católica iniciaron la primera campaña contra el hambre al grito de “Declaramos la guerra al hambre” y se creó la institución “Manos Unidas”.

Es una “Organización No Gubernamental para el Desarrollo” (ONGD), de inspiración cristiana católica; formada por voluntarios y sin ánimo de lucro, que respondió en aquel momento al llamamiento que hizo la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas (UMOFC), que el año 1955 hizo un Manifiesto en el que decía: “Sabemos y queremos que se sepa, que existen soluciones de vida, y que si la conciencia mundial reacciona, dentro de algunas generaciones las fronteras del hambre habrán desaparecido”. Han pasado cincuenta años y el hambre no ha desaparecido, porque no ha desaparecido el egoísmo del hombre, porque el corazón humano no ha cambiado.

Pero en estos largos años “Manos Unidas” ha hecho de buen samaritano, acercándose al necesitado, ayudando a los más pobres de la tierra y paliando las necesidades primarias de millones de personas, que no hubieran tenido esta ayuda sin “Manos Unidas”.

En el Cincuentenario de su fundación “Manos Unidas” sigue oyendo el clamor de los pobres, el grito de los necesitados y mantiene su firme propósito de combatir el hambre en el mundo. No sólo combatir el hambre en algunas ciudades, sino el hambre en el mundo.

3. Quiero felicitar en vosotras, las mujeres, a aquellas mujeres que emprendieron esta andadura. Para que luego digan que la mujer en la Iglesia está relegada. La mujer en la Iglesia, desde sus inicios, ha llevado a cabo unas misiones importantísimas. Jesús se apareció a María Magdalena y le dijo que anunciara a los discípulos que les precedería en Galilea (cf. Mt 28, 10). Ella fue una verdadera testigo de la resurrección del Señor y una buena mensajera. Han sido muchísimas las mujeres, a lo largo de la historia, dedicadas a la tarea catequística de formar en la fe a las nuevas generaciones. Y son, sobre todo, las madres quienes hablan de Dios a sus hijos, desde la más tierna infancia.

Quiero felicitaros de una manera especial hoy por vuestra intrepidez, por vuestra valentía, por la iniciativa que tantas veces tenéis en la Iglesia. Mi felicitación por estos Cincuenta Años de trabajo de “Manos Unidas”. Procedían de la “Acción Católica” y se merecen este elogio ante el Señor. A vosotras os animo a que continuéis esta tarea de mujeres valientes e intrépidas; aunque ahora ya estéis acompañadas por hombres, voluntarios tan intrépidos y valientes como vosotras.

4. La campaña de este año es: “Combatir el hambre, proyecto de todos”. Un poco retoma la iniciativa de hace cincuenta años. El primer lema fue “Hacer la guerra al hambre”; en este año es “combatir”. Los datos realmente siguen siendo muy tristes, porque, según la misma Organización de Naciones Unidas, mil millones de personas continúan padeciendo hambre crónica y mil cuatrocientos millonescarecen de medios para hacer frente a las necesidades más básicas.

En 2009 “Manos Unidas”, por tanto, quiere seguir trabajando para conseguir los objetivos de desarrollo del Milenio, para que éstos sean una prioridad en las sociedades económicamente más avanzadas y un reto tendente a cambiar los estilos de vida.

Es lógico que no queremos hacer parches, ni promover la mendicidad. Lo que se pretende es mucho más importante. Lo que el Señor nos pide, al dar de comer al hambriento y de beber al sediento, es poner remedio a las causas. Lo más importante es poner soluciones; no se trata sólo de dar comida. Pero para eso hace falta que cambiemos el corazón; para eso hace falta una conversión interior.

5. Hemos escuchado, en el Evangelio de Marcos, el pasaje en que el Rey Herodes, creyéndose dueño de vida y hacienda de sus súbditos, decapita al profeta del Señor, Juan Bautista, por el capricho de una mujer (cf. Mc 6, 22-25).

Es posible que haya aún personas que se crean dueños de la vida de otros y de sus bienes; y que algunos piensen que los bienes son sólo para ellos. El Papa Pablo VI decía que acumular bienes era pecado, mientras hubiera gente necesitada. Estamos en una sociedad en la que el gran objetivo de muchos es acumular bienes. Y en manos de pocas personas hay muchos bienes. El problema, pues, no es la falta de recursos.

Mienten quienes dicen que el mundo no tiene recursos y que hay que limitar los nacimientos. La Providencia del Señor es infinita y los recursos del mundo son suficientes. No es cierto que si hubiera más seres humanos en el mundo, se acabarían los recursos; porque los recursos se multiplican.

Hay muchísimos más bienes hoy que hace cincuenta años, cuando empezó la Campaña de “Manos Unidas”. El problema es el mal reparto de esos bienes y su acumulación en pocas manos; la falta de una objetiva y justa distribución de los bienes. Y en eso somos todos responsables. Los dirigentes tienen mayor responsabilidad, pero todos somos responsables.

6. Hoy es un día para reflexionar sobre nuestros estilos de vida. El estilo propio y el estilo de nuestros contemporáneos. Hemos de ir cambiando nuestro estilo de vivir, sin despilfarrar, sin acumular, usando lo necesario y haciendo, por tanto, que otros puedan usar de lo necesario.

Los mil cuatrocientos millones de seres humanos, que carecen de las necesidades más básicas, podían tener cubiertas todas sus necesidades. Y no solamente las necesidades básicas, sino una educación adecuada y el acceso a la cultura. ¿Cuantos cerebros se ha perdido la Humanidad, porque no han sido descubiertos ni apoyados? Es posible que grandes artistas y personas con gran inteligencia han fallecido sin haber aprendido a leer ni a escribir.

La responsable de todo esto es la misma Humanidad. Existen soluciones, que hemos de poner en práctica; hemos de concienciar a nuestros hermanos de que es posible erradicar el hambre en el mundo. Es posible y, además, con relativa facilidad; pero hemos de estar convencidos; es posible porque tenemos al Señor, que es providente para con todos. El peor problema es pensar que esto no es posible.

Empecemos por cambiar nuestro estilo de vida. Y empecemos por animar a los que tienen mayor responsabilidad a que la asuman con todas las consecuencias. ¡Que la Campaña no se reduzca sólo a una recogida de dinero! Los ingresos de las Campañas cubren muchas necesidades, pero eso no es suficiente. No se trata de recoger sólo bienes materiales, sino que se potencien también bienes espirituales, intelectuales, estéticos, artísticos. Para ello hemos de ir cambiando nuestro corazón poco a poco.

7. Todo esto tiene sentido si ponemos nuestra confianza en el Señor. La carta a los Hebreos nos invitaba a permanecer en el amor fraterno y a confiar en el Señor. Con el salmista hemos cantado: «El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es el baluarte de mi vida, ¿quién me hará temblar?» (Sal 26, 1). El cristiano siente la fuerza del Señor y desea estar cobijado a su amparo, teniéndolo como refugio.

¿Cuántas personas desearían conocer al Señor y no lo conocen? Desearían profesar la fe cristiana y nadie les anuncia la Buena Nueva. Querrían experimentar que hay un Dios providente y Padre amoroso, que cuida de todos sus hijos, pero no llegan a realizar ese acto de fe y de amor. Hay muchos hambrientos de Dios.

La Campañacontra el Hambre no debe saciar sólo el hambre física, sino también la espiritual. Hay muchos ricos de bienes materiales, pero son paupérrimos en bienes espirituales; a estos se les puede ayudar a descubrir la riqueza del Evangelio. Tenemos una ingente tarea, queridísimos hermanos.

8. Hoy damos gracias a Dios, porque el Señor ha permitido que durante estos Cincuenta Años se ha podido realizar la Campaña de “Manos Unidas”. Damos las gracias a Dios, pero también le pedimos que nos ayude a saber acertar cómo hemos de hacer esta Campaña.

Esta Campaña ha de estar insertada en nuestra vida de fe. No puede ir separada de la predicción del Evangelio. El gran tesoro escondido en el campo (cf. Mt 13, 44), la valiosa perla preciosa (cf. Mt 13, 45-46), de que nos habla Jesús en sus parábolas, es el mismo Jesucristo y su Evangelio. Esa es la piedra preciosa, que todos nosotros hemos descubierto; pero que hay muchos pobres, que aún no lo han descubierto, siendo muy ricos en bienes materiales.

“Manos Unidas” ha conseguido sensibilizar a todos, con la responsabilidad de sentirnos unidos a las personas que pasan hambre, y animarnos a la práctica de la justicia y de la caridad cristiana. ¡Que el Señor bendiga y recompense a tantos voluntarios, que durante estos Cincuenta Años han actuado con espíritu generoso y ejemplar!

Hoy pedimos en la Eucaristía no sólo por todos nosotros y por todos los voluntarios que aún viven, sino también por tantos voluntarios, que ya pasaron a la casa del Padre y que en estos Cincuenta Años trabajaron con ilusión. Elevamos nuestra petición al Señor, para que les recompense con su Paz eterna y con su Luz. ¡Que a nosotros nos ilumine en esta vida y que a ellos le conceda la luz eterna!

El texto que hemos leído de la carta a los Hebreos terminaba diciendo: «Jesucristo es el mismo, ayer, hoy y siempre» (Hb 13, 8). Él es el centro de nuestra vida; Él es el que nos anima con su Espíritu. Profesemos una vez más que Jesucristo es el mismo, ayer hoy y siempre y estemos dispuestos a seguirle donde Él quiera.

Le pedimos a la Virgen, la Madre del Señor, que supo estar siempre atenta a las necesidades de quienes le rodeaban, como en las bodas de Caná, que nos ayude a abrir los ojos a las verdaderas necesidades de nuestros hermanos. Que así sea.

Autor: diocesismalaga.es

Más artículos de: Homilías
Compartir artículo