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Octavario por la unidad de los cristianos (Catedral-Málaga)

Publicado: 25/01/2009: 2212

OCTAVARIO POR LA UNIDAD

(Catedral-Málaga, 25 enero 2009)

Lecturas: Ez 37,15-19; 22-24; Romanos 8, 18-25; Jn 17,8-11.

 

1. Un fraternal saludo a los Reverendos Pastores de las distintas iglesias cristianas, a los miembros del Cabildo-Catedral, que se unen a nuestra oración y a todos los fieles que, procedentes de diversas iglesias, venís a rezar juntos por la unidad de todos los cristianos.

Hoy culminamos la semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. Ésta es la celebración final de unos días de oración ecuménica en todo el mundo y en distintos lugares de nuestra Diócesis. Culminamos esta semana de oración en la Catedral, primer templo diocesano católico y sede episcopal.

2. En el presente año se nos propone un tema de oración y reflexión, tomado del libro de Ezequiel: la unión de dos maderos, formando un solo cetro en su mano. Un madero simbolizaba las dos tribus de Israel y el otro simbolizaba las diez tribus restantes de Judá. Dios trataba de unir lo que el pueblo de Israel, por culpa propia, había divido en dos pueblos. El único pueblo de Dios, que Él crea y proyecta, se divide en dos pueblos. Pero el Señor quería unirlos en un solo reino: «He aquí que yo recojo a los hijos de Israel de entre las naciones a las que marcharon. Los congregaré de todas partes para conducirlos a su suelo. Haré de ellos una sola nación en esta tierra, en los montes de Israel, y un solo rey será el rey de todos ellos; no volverán a formar dos naciones, ni volverán a estar divididos en dos reinos» (Ez 37, 21-22).

Los israelitas, en vez de confiar en el Señor, confiaban más en sus propias fuerzas. Cuando iban a ser atacados por otros pueblos vecinos, pedían consejo al profeta, que les decía que confiaran en su Dios; pero ellos, haciendo caso omiso, constituían alianzas humanas que no les valían de nada.

Las consecuencias de no fiarse de Dios y de querer resolver los asuntos al estilo humano eran la pérdida de la unidad, la pérdida de los bienes, la pérdida de la libertad y el destierro (cf. Jr 43, 1-3).

3. Algo parecido nos ocurre hoy. El Señor nos quiere unidos a todos los cristianos. Dios quiere que todos los hombres formemos una única familia, pero nosotros nos empeñamos en hacer las cosas a nuestro estilo. Jesucristo ha instituido una única Iglesia, pero nosotros nos empeñamos en dividirla, rompiendo su unidad y haciéndola jirones. Parece ser que hacemos como aquellos israelitas, porque no acabamos de fiarnos de Dios.

En esta semana de oración por la unidad se ha ido rezando por diversas intenciones, entre otras por la paz. ¿Por qué se ha rezado por la paz? Porque hay tensiones entre los hermanos-hombres. Se ha rezado para que desaparezcan las injusticias, las desigualdades sociales, la miseria, porque hemos provocado nosotros esas pobrezas y esas injusticias. Dios nos ha hecho a todos iguales en dignidad, semejantes a Él, “a su imagen y semejanza”, como dice el Génesis (cf. Gn 1, 26-27).

4. Necesitamos la fuerza de Dios, para vivir según el proyecto inicial de Dios sobre el hombre. Necesitamos la fuerza del Espíritu de Jesucristo, para vivir en auténtica comunión todos los pueblos de la tierra y todos los creyentes en Cristo.

En esta tarde queremos pedirle a Dios todos juntos, representantes de distintas iglesias que se encuentran en nuestra diócesis malacitana, para que nos otorgue la unidad que necesitamos, porque no podemos resolverlo con nuestras propias fuerzas.

La unidad es un don de Dios, como la paz, que hemos de pedir insistentemente; y además de pedirlo al Señor, hemos de preparar nuestro corazón para acoger dicho don. Pedir sólo, sin estar dispuestos a acoger ese don en nuestro corazón, no es suficiente.

5. La lectura del Evangelio de San Juan, que hemos escuchado, pertenece a la hermosa oración sacerdotal de Jesús (cf. Jn 17,8-11); en ella Jesús pide por la unidad.

En esta celebración se ha realizado el gesto de unir dos maderos formando una cruz, siguiendo el ejemplo del profeta Ezequiel, que unió dos maderos en su mano, para simbolizar la unidad del pueblo de Israel. Hemos formado de este modo el signo de la cruz, señal propia del cristiano, que recuerda el doble madero en el que fue crucificado el Señor Jesús. Al igual que en la mano del profeta Ezequiel se unían los dos pueblos de Israel y Judá, en la persona de Cristo se unen todos los pueblos de la tierra y todas las religiones.

No se trata de estar unidos unos a otros, lejos de Él; se trata de estar unidos a Él, porque en Él está realmente la unidad. Su túnica, hecha de una pieza, quedó rasgada; los mismos cristianos la hemos dividido; a causa de nuestro pecado la hemos hecho jirones; la hemos roto en pedazos y sólo es posible recomponerla en Él. No podemos coser pedacitos; hay que entregársela a Él, para ser reconstruida. Hemos sido bautizados en Cristo; hemos sido hermanados en Cristo; ¿por qué nos hemos dividido?; ¿por qué hemos roto la unidad?; ¿por qué no nos acercamos cada vez más a Jesús, para que Él nos recomponga? Sólo en Él estamos unidos.

6. Una de las acciones más importantes, que llevamos haciendo desde hace muchos años de cara a la unidad de los cristianos, es la oración en común. Recuerdo unas palabras del querido y recordado Papa Juan Pablo II, que le escuché en una reunión: “Por lo menos rezando estamos unidos”.

¡Que la oración de esta tarde nos una cada vez más a Cristo, porque en Él estamos y estaremos unidos! ¡Que la unidad entre cristianos se vaya manifestando de forma visible en todos los campos de nuestra vida: personal, familiar, social, litúrgica y teológica!

Agradezcamos al Señor este encuentro de oración por la unidad. Seamos dóciles a las inspiraciones y a los dones del Espíritu, sobre todo al don de la unidad y de la comunión eclesial. Amén.

Autor: diocesismalaga.es

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