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V aniversario de la Adoración Perpetua (parr. Corazón de María-Cancelada)

Publicado: 25/01/2009: 2771

V ANIVERSARIO DE LA ADORACIÓN PERPETUA

(parr. Corazón de María-Cancelada.Estepona-Cancelada, 25 enero 2009)

Lecturas: Jon 3, 1-14; Hch 22, 3-16; Mc 16, 15-18.

1. Quiero agradecer las palabras amables del párroco. Estamos celebrando una acción de gracias a Dios por el quinto Aniversario de la Adoración Perpetua en esta parroquia. Nos acompaña la Virgen, cuya fecundidad maternal es signo de la fecundidad espiritual que la comunidad cristiana de Cancelada toma de la Eucaristía. Por todo ello damos gracias a Dios por estos cinco años de Adoración Eucarística Perpetua.

Las lecturas de la liturgia hodierna nos han invitado a la conversión. En la primera, tomada del profeta Jonás, se nos narra la conversión de Nínive, ciudad pagana, que vivía alejada de Dios y que con la predicación de Jonás cambia y se convierte  (cf. Jon 3, 1-14).

Otro ejemplo de conversión lo tenemos en San Pablo, cuya fiesta de la conversión hoy celebramos. Pablo hace un gran cambio en su vida; Él no era una mala persona; no era como un ninivita, que viviese alejado de Dios; Pablo era un israelita bueno, que amaba a Dios, conocedor y cumplidor de la Ley mosaica. Más aún, Pablo pertenecía a un grupo de fanáticos que defendían la Ley. El cambio que se opera en Pablo es un cambio sustancial; no es que se convirtiera en mejor y más piadoso israelita, sino en un seguidor de Jesucristo, a quien hasta entonces perseguía.

2. ¿Qué le ocurre a Saulo en el camino a Damasco? Que tiene un encuentro personal con el Señor Jesús resucitado. Hubo muchos israelitas que se encontraron con Jesús: en Cafarnaúm, en Nazaret, en Belén, en Jerusalén, en la Galilea..., pero no convirtieron su corazón al Señor. Algunos de ellos presenciaron incluso milagros; bebieron el agua trasformada en vino; comieron el pan que El sobreabundantemente multiplicó. Pero aún así no aceptaron a Jesús como Dios y Señor de sus vidas.

Sin embargo, Saulo se encuentra con Jesús resucitado y cambia completamente. Hay un cambio radical en su vida: pasa de ser un buen judío y un buen creyente, conocedor y cumplidor de la Ley mosaica, a ser un seguidor de Jesús, un verdadero discípulo del Señor.

Esa es la gran trasformación que ocurre en Saulo, al encontrarse personalmente con Jesús resucitado. Antes del encuentro con Jesús consideraba que lo más importante era la Ley y su cumplimiento. Cuando descubre la verdad de Jesús tiene en menos aprecio la Ley, porque lo más importante es el amor de Jesucristo. Saulo pasa, se podría decir, de ser un leguleyo a ser un amante de la persona de Jesucristo.

Pues bien, hermanos, el Señor nos invita, en este domingo, día precioso a pesar de la lluvia, a que nosotros hagamos un encuentro personal con Jesucristo.

3. La Eucaristía es precisamente la presencia más importante y significativa de Jesucristo en la Iglesia. Según el Concilio Vaticano II existen muchas formas de presencia de Jesucristo, sobre todo en la acción litúrgica (cf. Sacrosanctum Concilium, 7).

A Jesucristo lo podemos encontrar a través de la vida que el Señor Dios nos regala, de la naturaleza, de ciertos signos e imágenes. Hay una presencia especial a través de las personas; el mismo Jesús se identifica con el necesitado: «Cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis» (Mt 25, 40). Jesús nos pide las obras de misericordia: vestir al desnudo, ayudar al enfermo, visitar encarcelado, dar de beber al sediento. Estas obras se las hacemos a Él.

4. Pero ¿cuál es la presencia más importante? La presencia sacramental de Jesucristo en la Eucaristía. Habéis captado, queridos feligreses de Cancelada, que adorar a Jesucristo Eucarístico es la mejor forma de encontrarse con Él.

Él es manantial de amor. Cristo ha ofrecido su vida por nosotros, muriendo en la cruz y realizando la máxima expresión de amor. Cristo instituyó la Eucaristía para quedarse con nosotros. Habéis captado lo esencial y habéis hecho como San Pablo. Ya no se trata de cumplir la Ley o los preceptos; ya no se trata de hacer signos, más o menos importantes. Habéis captado lo esencial de la religión cristiana; habéis descubierto la presencia eucarística de Jesucristo, que es fuente de vida y de amor.

5. Jesús se encontró con la samaritana, que iba a por agua para saciar su sed física. Jesús, al pedirle agua, le insinúa que tiene otra agua mejor: «Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber, tú le habrías pedido a él, y él te habría dado agua viva» (Jn 4, 10).

La samaritana no acaba de creer lo que Jesús le dice. Ella le ofrece agua para apagar la sed física; pero esta agua no sacia para siempre, porque después se vuelve a tener sed. Jesús insiste en darle un agua que sacia para siempre, un manantial de agua viva: «Todo el que beba de esta agua, volverá a tener sed; pero el que beba del agua que yo le dé, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le dé se convertirá en él en fuente de agua que brota para vida eterna» (Jn 4, 13-14).

¿Dónde está ese manantial de agua viva? En la Eucaristía, que es la presencia del mismo Jesús, fuente de amor. Él debe ser el centro de nuestra vida cristiana.

6. Habéis acertado en ir a la fuente de agua viva, queridos fieles de Cancelada. No la dejéis nunca; no abandonéis jamás esta fuente. ¡Bendito sea Dios que os ha permitido adorarle en esta fuente sacramental eucarística, de una manera ininterrumpida durante estos cinco años! ¡Que Él os permita seguir adorándole!

¿Qué es «la adoración»? Es un «culto nuevo», que el mismo Jesucristo instaura con la Encarnación. Las religiones veneran a sus dioses y le ofrecen bienes y víctimas; a veces hasta les han ofrecido víctimas humanas.

Como sabéis, he estado la semana pasada en México, en el Encuentro Mundial de las Familias, que el Papa presidió desde Roma. Fue un encuentro para rezar y reflexionar sobre la familia cristiana, institución importantísima en estos momentos ante las dificultades y retos que tenemos en España. Pues bien, en México existía una religiosidad antigua, que construyó unas pirámides troncadas; éstas eran, en realidad, altares donde se ofrecía culto a las divinidades. Allí se ofrecían frutos, sacrificios de animales y también de personas.

7. Jesucristo no ha ofrecido a Dios cosas: pan, vino, frutos o animales. Jesucristo ha hecho un sacrificio de su vida y la ha entregado a Dios en el altar de la cruz por todos nosotros y por todos los hombres. Lo que celebramos en la Eucaristía es la ofrenda y oblación de Cristo en la cruz por la salvación del género humano.

Nosotros no adoramos cosas de la naturaleza (árbol, sol, la luna, aguas, piedras), como otras religiones; esos son elementos que Dios ha creado. Nosotros adoramos al Hijo de Dios, hecho Hombre; aunque lo hacemos bajo las especies del pan y del vino.

La Eucaristíaes la presencia más viva y real de Jesucristo; adoramos a Jesucristo bajo la apariencia de pan. Se trata de un culto nuevo, que ninguna otra religión del mundo ha realizado.

Jesucristo cambia totalmente la historia de las religiones; en Él hay un punto de inflexión en la historia de la humanidad; hay un antes y un después; Él es el momento crucial de la historia; es la presencia del eterno en la historia.

La samaritana le pregunta a Jesús sobre el monte en el que hay que adorar a Dios. Jesús le dice: «Créeme, mujer, que llega la hora en que, ni en este monte, ni en Jerusalén adoraréis al Padre (…). Dios es espíritu, y los que adoran, deben adorar en espíritu y verdad» (Jn 4, 21.24). El Padre Dios quiere ser adorado en espíritu y verdad; es decir, debe ser adorado en Jesucristo; y en Cristo-Eucaristía.

8. La actitud de «adoración» es la más propia del creyente, del hombre religioso frente a su Dios, sea cual fuere la religión que profese. Pero en nuestro caso es el Dios de los dioses, el Señor de los señores. Ante la soberanía de Dios, el Santo de los santos, nuestra actitud debe ser de auténtica acción de gracias y de adoración.

Sólo hincamos la rodilla ante Cristo-Eucaristía; ni ante reyes, ni ante poderosos, ni ante presidentes de naciones. ¡Hinquemos sólo nuestra rodilla ante Dios, hecho Hombre! ¡Hinquemos nuestras rodillas, rindiéndole culto de adoración! El cristiano siente el deber de inclinarse y de rendirse totalmente ante su Señor, porque es su Creador, porque es su Padre, porque es su Redentor.

En virtud del bautismo hemos sido engendrados a una nueva vida y hemos sido hechos hijos de Dios. Si somos hijos de Dios, hemos de reconocer a nuestro Padre y reconocernos hijos del Padre en el Hijo Jesús, dejándonos transformar por la acción del Espíritu Santo.

9. Ya hemos dicho que Saulo de Tarso era un buen israelita, un buen creyente y un buen cumplidor de la Ley. También podemos pensar que nosotros somos buenos cristianos, porque cumplimos, más o menos, nuestras obligaciones. Como dicen algunos: “Oiga, yo soy un buen cristiano, que ni robo, ni mato”. Pero ser cristiano es mucho más que no robar ni matar; implica una relación personal con Dios, fuente de vida y de amor. ¡Cristiano de Cancelada, adora a Dios en tu corazón, y que Él sea el centro de tu vida!

Saulo de Tarso, buen israelita, un día cambió al encontrarse con Jesús (cf. Hch 22, 3-16) y, desde ese momento, lo hizo el centro de su vida. Nosotros, cristianos, también hemos de cambiar y hacer a Cristo el centro de nuestra vida. Hemos de hacer de la Eucaristía la fuente y la cumbre  de la vida cristiana (cf. Lumen gentium, 11).

Hemos de dar el salto cualitativo de ser un simple cristiano, que cree ciertas cosas y que cumple ciertos deberes, a ser un creyente en Cristo que le ama y que hace de Él el centro de su vida y el manantial de su amor.

10. Estamos realizando un encuentro con Jesús-Eucaristía, como Saulo cuando lo tuvo con Cristo Resucitado. Pidámosle al Señor, por intercesión de San Pablo, que cuando terminemos esta Eucaristía, salgamos trasformados y cualitativamente cambiados.

No nos conformemos con cumplir ciertos preceptos ni con justificar nuestras actitudes. La adoración perpetua no significa sólo que adoramos durante veinticuatro horas al Santísimo Sacramento, sino que adoramos a Dios durante todos los días de nuestra vida. No solamente soy cristiano dentro del templo, sino también en la sociedad, en la familia, en la calle, en el trabajo, en la política. La fe tiene que impregnar toda mi vida: la personal, la familiar, la social, la política, la laboral. Pidamos a Jesús que esto sea una realidad.

11. San Pablo nos da otra gran lección. Cuando Pablo se convierte y cambia, gracias al encuentro con Jesús, llega a ser un gran anunciador de la Buena Nueva.

Según el Evangelio, que hoy se ha proclamado, Jesús dijo a sus discípulos: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación». El Evangelio ha de ser conocido en todo el mundo. Pablo se convierte en el apóstol de los gentiles y deja a los judíos, su pueblo, y se va a los paganos (romanos, griegos, macedonios, gálatas), a los que no creen en el Dios de Israel.

San Pablo, según una antiquísima tradición vino también a España (cf. Rm 5, 24.28). Gracias a su predicación entre nosotros, hemos conocido a Jesucristo.

Podemos preguntarnos hoy, ¿acaso no hay paganos entre nosotros? ¿Es que no hay necesidad de predicar el Evangelio actualmente? Jesús, después del encuentro sacramental con él, nos impele a que anunciemos esta Buena Nueva y Pablo nos invita a predicar el Evangelio. Tenemos mucha tarea.

12. Veo aquí muchos niños y muchachos. Hemos de educarles en la fe y formarles, para que sean auténticos testigos de Jesucristo. Las generaciones jóvenes necesitan nuestro testimonio, para crecer en la fe de la Iglesia.

Nuestro testimonio cristiano debe impregnar también la vida de cada día, aunque nuestros compañeros de trabajo no nos entiendan. A veces hasta se nos insultará; pero no importa. Sencillamente vivamos con alegría nuestra fe; eso impregnará todos los ambientes en los que nos movemos.

Demos gracias a Dios por haberle conocido y por habernos permitido encontrarnos con Él. Démosle gracias por permitir que le adoremos, sobretodo en la Eucaristía. Démosle gracias por estos cinco años Adoración Perpetua en esta parroquia de Cancelada. Y pidámosle que nos ayude a ser buenos evangelizadores.

13. Según la Conferencia Episcopal Española, al Movimiento de la Adoración Perpetua le caracterizan cuatro notas: 1) Ser eucarísticos: tener por centro de la propia vida la Eucaristía; 2) Ser orantes: contemplar a Dios, rezar y adorarle, estando siempre en sintonía con Él; 3) Ser evangelizadores: lo hemos explicado, tomando como modelo a San Pablo, cuya fiesta de la conversión hoy celebramos; 4) Ser marianos: no puede ir separada la adoración eucarística de la devoción a la Virgen María, a quien el Papa Juan Pablo II llamó “mujer eucarística”. Ella acogió a Jesús en su seno, desde el instante de la concepción y lo acompañó hasta el Calvario. No se puede estar con Jesús, si no se está con su Madre. La devoción a la Virgen María va unida a nuestra relación personal con Jesús.

Le pedimos a la Virgen María que nos ayude a ser verdaderos adoradores de Dios y auténticos y valientes evangelizadores como San Pablo. ¡Que así sea!

Autor: diocesismalaga.es

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