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Fiesta de la Conversión de San Pablo (parroquia San Pablo-Málaga)

Publicado: 25/01/2009: 3064

PARROQUIA DE SAN PABLO

(parroquia San Pablo-Málaga, 25 enero 2009)

Lecturas: Hch 22, 3-16; 1 Co 7, 29-31; Mc 16, 15-18.

1. Estamos celebrando la fiesta de la Conversión de San Pablo en la parroquia de San Pablo, en Málaga. ¡Qué mejor marco, para celebrar esta hermosa fiesta, que en una parroquia cuya titularidad es la de Pablo”!

Hemos escuchado los textos de las lecturas bíblicas, que nos ha propuesto la liturgia de hoy. La primera de los Hechos de los Apóstoles, que narra el gran cambio que Pablo realiza en su vida, a raíz del encuentro con el Señor. La conversión de San Pablo es, en realidad, la fiesta que estamos celebrando.

El Papa Benedicto XVI gusta llamar a esta fiesta “el encuentro con Cristo”. No se trata de que Pablo renuncie a sus actitudes o a sus pecados por una voluntad propia; parece que, a veces, pensemos que esa es la conversión; es decir, la decisión personal de querer cambiar. La conversión fundamentalmente se realiza en el encuentro con Jesucristo; y eso es lo que le ocurre a Pablo.

2. ¿Quién es Pablo? Él mismo nos lo ha contado: Pablo es un buen judío y un buen practicante de la religión judía, profesando una religiosidad intachable. Se conoce perfectamente la Ley, la cumple y la quiere hacer cumplir; pertenece al grupo de los fariseos, que se precian de conocer y cumplir la ley. Pablo no solamente cumple la Ley mosaica, sino que persigue a quienes no la cumplen. Visto desde esta perspectiva, no tenía porqué convertirse a nada. Era un buen hombre y un buen creyente.

Cuando Pablo tiene un encuentro personal con Jesús acontece un cambio total en su vida. El cambio es algo que toca la raíz y el fondo de su corazón.

Pablo pensaba que la Ley era lo más importante; que su religiosidad era lo mejor; por eso las defiende y ataca a quien no piensa como él. Pero, al descubrir a Jesús, se da cuenta de que la Ley mosaica, que tanto amaba, no tiene el valor y la fuerza que él pensaba antes. La Ley, que él creía que era lo máximo y lo mejor de su vida, cae por su propio peso. En contraste con la persona de Jesucristo, esa Ley ya no tiene valor, porque no salva al hombre. La Ley, en todo caso, hace consciente al hombre de que es pecador; pero esa Ley no le salva.

3. Pablo lo deja todo y renuncia a todo por Jesucristo: «Pero lo que era para mí ganancia, lo he juzgado una pérdida a causa de Cristo. Y más aún: juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien perdí todas las cosas, y las tengo por basura para ganar a Cristo» (Flp 3,7-8).

A partir de ese momento todo lo consideró basura, con tal de tener a Cristo. Es decir, aquello por lo que él había dado la vida, y que era bueno, lo considera una pérdida, con tal de vivir en Jesucristo.

¿Por qué tenía que convertirse Saulo si era un buen judío? El Papa Benedicto XVI explica, certeramente, este paso. No es que Saulo ha querido cambiar a mejor; no es que él ha decido dejar unas cosas y aceptar otras. Ha sido el encuentro personal con Jesús el motivo del cambio; Jesús lo ha trasformado y le ha puesto al revés todo lo que antes consideraba valores. El valor máximo ha quedado el último; y aquello que él perseguía, ha quedado lo primero.

4. Ya me gustaría que tuviéramos un encuentro personal de ese estilo con Jesucristo, para que cambiaran nuestros esquemas obsoletos y quedaran revolucionados los valores falsos, que ahora apreciamos; eso sería nuestra conversión.

El cambio debería operarse a raíz del encuentro con Jesucristo; y no por una decisión voluntaria de querer cambiar y decidir ser más bueno. Sería la fuerza de Jesucristo la que nos trasformaría desde dentro y cambiaríamos nuestros esquemas y nuestra jerarquía de valores. Muchas cosas que ahora retenemos como importantes las tendríamos por basura, comparado con Jesús. Esa sería la verdadera conversión de nuestros corazones.

Ojalá San Pablo nos ayude en su fiesta a descubrir más a Jesucristo; a confesar nuestra fe en el Hijo de Dios, que ha venido a salvarnos. Pidamos a Dios tener un encuentro continuado con Jesús de Nazaret.

5. Es importante que el mismo Jesús se identifica con la Iglesia y con sus cristianos. Cuando le dice a Pablo: «Yo soy Jesús, a quien tú persigues» (Hch 9,5). A Pablo le costaría entender. Pero, persiguiendo a los cristianos, estaba persiguiendo a Jesús; persiguiendo a los que seguían al Maestro, le perseguía a Él.

Jesús dijo en una ocasión: «En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis» (Mt 25,40). Si dais de comer al hambriento; si vestís al desnudo; si visitáis al que está enfermo o en la cárcel; si atendéis las necesidades del otro, me lo estáis haciendo a mí. Porque Jesús ha cargado con la humanidad; porque Jesús se ha hecho uno de nosotros. Ese es el gran descubrimiento que hace Saulo y en ello consiste su gran conversión.

6. Pablo, después de esa experiencia transformante, es llamado a evangelizar. De perseguidor de los cristianos se convierte en evangelizador y anunciador de la Buena Nueva de Jesucristo. Él se define como apóstol de Cristo por vocación, porque ha sido llamado por Cristo: «Pablo, siervo de Cristo Jesús, apóstol por vocación, escogido para el Evangelio de Dios» (Rm 1,1).

¿Qué es lo que anuncia Pablo? Pablo anuncia un misterio de amor, escondido durante todos los siglos y manifestado en la persona de Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios (cf. Col 1, 25-26). Pablo, después de su conversión o, mejor dicho, después de su encuentro con Jesucristo, no predica teorías, ni normas, ni leyes; había puesto demasiada confianza en ellas y no le había servido de nada.

Pablo predica a una persona: Jesucristo. Proclama la Buena Nueva, es decir, el anuncio del misterio del amor de Dios al hombre. Ése es el núcleo de la predicación de Pablo. Y ese también debería ser el núcleo de nuestro anuncio.

7. En esta parroquia tenéis el honor de albergar cariñosamente la imagen de Jesús Cautivo; Él es la Buena Noticia; Él es el mensaje, aunque su rostro esté desfigurado, como dicen los cantos del profeta Isaías (cf. Is 53, 3-9). Tan desfigurado que no parece hombre y todos apartan la vista para no verlo; el varón de dolores ha cargado con nuestros pecados y ha sido azotado, lastimado y crucificado; él es el Salvador del mundo; él es Jesucristo, el Hijo de Dios; él es Jesús de Nazaret; él es Jesús Cautivo.

Muchos de nuestros paisanos aún están sin la luz del Evangelio; tienen otros esquemas y otros valores; van detrás de lo que piensan que les otorga la felicidad.

¿A quién anunciamos nosotros? Probablemente si anunciamos cosas, ningún paisano nuestro se convierta; pero si anunciamos a una Persona, que nos ama y que ha dado la vida por nosotros, es muy probable que sea aceptado en el corazón de nuestros paisanos. Ese encuentro con Él sería su salvación, como lo ha sido para nosotros.

8. Queridos hermanos y estimados fieles de la parroquia de San Pablo, demos gracias al Señor porque nos ha llamado como a Pablo. Sois apóstoles por vocación; os ha llamado el Señor para anunciar la Buena Nueva.

Gracias a San Pablo y a su predicación hoy somos nosotros creyentes. Pablo, con mucha probabilidad, estuvo en España predicando a Jesucristo. Veintiún siglos después, ¿qué hacemos nosotros? Si realmente hemos tenido un encuentro personal con el Señor, tendríamos que dar testimonio de ello. El encuentro con el Señor trasforma; no así el mero cumplimiento de las normas. Ahora estamos celebrando uno de los encuentros sacramentales de Dios con el hombre y viceversa. El encuentro se realiza a través de Jesucristo: Palabra revelada y Pan eucarístico. El encuentro de esta tarde en la fiesta de San Pablo nos debe hacer cambiar. Y si aún estamos pensando al estilo de Saulo, antes de su conversión, en leyes, cosas y bienes, abandonemos eso y dejemos que Cristo penetre en nuestro corazón.

9. Estamos celebrando la Semana de la Unidad de los Cristianos. Esta semana es especial, porque en todo el mundo rezamos para que los cristianos estemos unidos a Jesucristo; no se trata sólo de estrechar lazos de amistad entre nosotros, sino de unirnos a Cristo; porque cuanto más unidos estemos a Jesucristo y más identificados estemos con Él, mayor fraternidad habrá entre nosotros.

La unidad de los cristianos no pretende cambiar todas las diferencias, para parecernos unos a otros; la unidad de los cristianos tiene como objetivo unirnos a Cristo y vivir como cristianos.

Pablo fue un predicador universal; empezó predicando a los judíos y después entendió que el Señor le llamaba a predicar a los gentiles; por eso se le llama el Apóstol de los gentiles. Él intentó que judíos y gentiles conocieran a Jesucristo. Nosotros, según la mentalidad de Pablo, podemos ser considerados gentiles como los romanos, los griegos, los asiáticos. En la teología paulina existe una fuerte dimensión ecuménica. Todos los pueblos están invitados a confesar a Jesucristo.

10. Pablo se dejó llevar por el Espíritu Santo y no fue a predicar a lugares de su antojo. Hay un pasaje muy significativo en el que Pablo manifiesta su intención de ir a predicar a una zona concreta y el Señor le desbarata sus planes: quería predicar en Asia pero el Espíritu de Jesús se lo impidió (cf. Hch. 16, 6-7). Pablo acepta con docilidad esta moción y se deja llevar por el Espíritu.

Esta tarde queremos pedirle al Señor, por intercesión de San Pablo, esa misma actitud de docilidad al Espíritu. Pidamos a Dios que nos dejemos llevar por el Espíritu; que estemos dispuestos a realizar lo que el Señor quiere, aunque no entre en nuestros planes; que seamos dóciles a las insinuaciones del Espíritu y que estemos dispuestos a hacer bien lo que Él nos pida, aunque no nos guste.

11. Queridos feligreses y queridos sacerdotes concelebrantes, vamos a pedirle a San Pablo, el Apóstol de las gentes, que nos ayude, con su intercesión, a encontrarnos con mayor profundidad e intimidad con el Señor; que nos dejemos trasformar por Él y que nos haga apóstoles de la Buena Nueva.

Se lo pedimos también a la Virgen María, nuestra Madre, que tanto amó a su Hijo, a quien tan bien comprendió y al que estuvo estrechamente unida desde su concepción hasta su muerte en cruz. Amén.

Autor: diocesismalaga.es

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