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Pastores, magos y discípulos: testigos de las epifanías

Publicado: 09/01/2023: 11305

Formación

Aunque en Occidente, la Epifanía del Señor se relaciona con la manifestación de Dios a todos los pueblos simbolizada en la visita de los Magos de Oriente al Niño Dios, lo cierto es que en el Evangelio existen otras epifanías, otros momentos en los que Dios se da a conocer. En la celebración de la fiesta del Bautismo del Señor en el que la voz del Padre manifiesta: «Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto».

El día de Reyes celebramos la Epifanía, la manifestación de Jesús, el Hijo único de Dios hecho hombre, a los Magos de Oriente. No es la única epifanía que relatan los evangelios. Jesús se ha manifestado reiteradamente para ofrecer a todos la posibilidad de conocerle y alcanzar la salvación mediante la fe. Contemplamos las tres más significativas.

Jesús se ha manifestado al pueblo elegido, a los judíos. La noche de su nacimiento los ángeles anunciaron la Buena Noticia a unos pastores que guardaban por turno su rebaño: “hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor. (...) encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre” “porque no había sitio para ellos en la posada”. El Hijo único de Dios, haciéndose pobre y eligiendo por primeros adoradores a los pastores, pobres que no gozaban de buena fama, se ha hecho accesible a todos. Si hubiera llamado primero a los ricos, los pobres no se hubieran atrevido a acercarse; se hubieran creído obligados a quedarse a un lado a causa de su pobreza. Le abrían mirado de lejos, dejando que los ricos lo rodearan. Llamando primero a los pastores, ha llamado a todos (cf. san Carlos de Foucauld). Jesús, el Señor, se ha hecho accesible a todos porque todos podemos descender, bajar a donde nos espera el Señor “para enriquecernos con su pobreza”.

Una segunda epifanía es la manifestación a los Magos de Oriente. Ellos no son parte del pueblo elegido, son gentiles. Los magos, atentos a los signos a través de los cuales Dios se manifiesta, dejando atrás su mundo y seguridades, guiados por una estrella caminaron hasta Jerusalén para adorar al Rey de los Judíos. Allí, iluminados por la palabra de Dios, a través del profeta Miqueas, llegaron a Belén. Encontraron al niño con María su madre y, llenos de inmensa alegría, lo adoraron y le ofrecieron oro, incienso y mirra. En los Magos, Jesús se ha revelado a todos nosotros que, como ellos, somos gentiles.

Una tercera revelación está dirigida especialmente a los discípulos. Al final de las bodas de Caná, donde Jesús convirtió el agua en vino, afirma el evangelista: “Este fue el primero de los signos que Jesús realizó en Caná de Galilea; así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en Él.” Esta es nuestra alegría: que el Mesías de Israel, el Hijo único de Dios hecho hombre, no solo se ha manifestado al pueblo elegido, a los judíos, sino que se ha hecho accesible a todas las personas, especialmente a los más pobres y sencillos. También a nosotros que procedemos del mundo gentil y por su gracia somos sus discípulos.

Él es el único salvador de todos los hombres. Como los pastores, acerquémonos a contemplarlo en el misterio de la Navidad. Como los Magos, estemos atentos a los signos que nos hablan de su presencia y dejándonos iluminar por la Palabra de Dios, tener la dicha de descubrirle y adorarle.

Animémonos a descender para tener la alegría de encontrarnos con el Señor Jesús, que ha escogido el último lugar para que todos, sin excepción, podamos acercarnos a Él y ser salvados.

Gabriel Leal

Sacerdote diocesano

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