DiócesisHomilías Visita pastoral a la parroquia de San José Obrero (Málaga) Publicado: 05/06/2016: 6857 Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga D. Jesús Catalá en la Visita pastoral a la parroquia de San José Obrero (Málaga) el 5 de junio de 2016. VISITA PASTORAL A LA PARROQUIA DE SAN JOSÉ OBRERO (Málaga, 5 junio 2016) Lecturas: 1 Re 17,17-24; Sal 29; Gal 1,11-19; Lc 7,11-17. (Domingo Ordinario X-C) 1.- Resurrección del hijo de la viuda de Sarepta Estamos celebrando la Visita Pastoral que es un encuentro especial del Pastor con los fieles. Ya hemos tenido alguna reunión previa y esta tarde seguiré encontrándome con otros grupos; también visitaré algún enfermo. Pero ahora celebramos el acto central, el más importante de esta Visita Pastoral, la Eucaristía, el memorial de la muerte y resurrección de Jesús. En este domingo, la liturgia, –sobre la que hemos hecho un comentario con el grupo de catequistas y padres–, nos la ofrece la Iglesia para vivir el misterio Pascual en el ciclo litúrgico, en el año litúrgico, del que ahora estamos celebrando el X domingo del tiempo ordinario, después de haber celebrado la Pascua. Las lecturas de este domingo nos presentan dos milagros de resurrección de muertos. En la primera lectura, del libro de los Reyes, el hijo de la viuda, que hospedaba al profeta Elías, se puso enfermo y murió (cf. 1 Re 17,17). Entonces la viuda dijo a Elías: «¿Qué hay entre tú y yo, hombre de Dios? ¡Has venido a recordarme mis faltas y a causar la muerte de mi hijo!» (1 Re 17,18). La madre le reprocha al profeta la muerte de su hijo. Elías tomó al niño en su regazo, lo subió a la habitación de arriba donde él vivía, y lo acostó en su lecho; y clamó al Señor, diciendo: «Señor, Dios mío, ¿vas a hacer mal a la viuda que me hospeda, causando la muerte de su hijo?» (1 Re 17,20). El Señor escuchó la oración de Elías y el niño recobró la vida (cf. 1 Re 17,22). Elías entregó el hijo a su madre, diciendo: «Mira, tu hijo está vivo» (1 Re 17,23). Estamos en el A.T., que se clarificará en el N.T., por lo que el profeta Elías, hace referencia al gran profeta que vendrá después, Jesús. 2.- Resurrección del hijo de la viuda de Naín Y Jesús también realiza una resurrección. Se nos ofrece en una narración preciosa, es un episodio muy bonito que podemos imaginar cada uno. Hagámoslo. El lugar, una ciudad llamada de Naín y una viuda con un hijo que también ha muerto. Y Jesús que viene desde Cafarnaúm, (otra ciudad cerca del lago de Genesaret, donde Él había hecho la multiplicación de los planes, había alimentado a la gente, había predicado.) Jesús viene con una comitiva: Él, sus apóstoles, otros discípulos y mucha gente. Metámonos en el cuadro. Nosotros somos de la comitiva que acompaña a Jesús. Ya estamos cerca de la ciudad de Naín, y antes de entrar en ella, pues estaba amurallada y tenían puertas, vemos que sale otra comitiva con la viuda, la madre del hijo muerto, el ataúd, los que lo llevaban y mucha gente. Es una procesión triste que sale de la ciudad: «Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba» (Lc 7,12). Y las dos comitivas se encuentran en las puertas de la ciudad: unos saliendo, comitiva de muerte, en la que hay plañideras, personas que lloran. El ambiente es triste. Y frente a esa comitiva que acompaña al muerto, la nuestra, en la que vamos, una comitiva que es un grupo de vida: han repartido pan, han dado vida y alegría. Jesús reparte vida. Y en las puertas de la ciudad se encuentran la viuda y Jesús. Jesús que se compadece de la viuda, toca el féretro y los que lo llevan se detienen. «Al verla el Señor, se compadeció de ella y le dijo: «No llores» (Lc 7,13). «Y acercándose al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo: «¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!» (Lc 7,14). «El muerto se incorporó y empezó a hablar, y se lo entregó a su madre» (Lc 7,15). Justo delante de las puertas ha ocurrido el milagro. Jesús tiene la costumbre de acercarse a la gente; incluso de tocar al enfermo, toca al leproso, al ciego, al que le abre los ojos y los oídos. Cristo, como dice el papa Francisco, se acerca a la carne de Cristo que son los enfermos, los necesitados, los pobres, los impedidos, los ancianos, los niños. Jesús se acerca a todos ellos. Jesús se acerca a aquel féretro, lo toca, se paran. Y Jesús dice: “a ti te digo joven, levántate”. Y el joven se incorpora del ataúd. (Los ataúdes suyos no son como los nuestros, aquellos eran como una especie de tabla donde el difunto estaba encima con unas vendas y envuelto en una sábana. No es una caja cerrada como las nuestras y él se puede incorporar porque no está cerrado en un ningún sitio.) Se incorpora y empieza hablar. ¿Cuáles son las actitudes del que está muerto? No habla, no se relaciona con nadie. En su situación está a oscuras, frío, aislado. Ese es el difunto. ¿Qué hace Jesús? Le devuelve a la vida, pero no sólo a la vida física; dice el evangelio que el difunto se incorporó y comenzó a hablar. El no hablar aísla. Cuando no nos relacionamos con los demás, ni con el Señor, nos aislamos, nos enquistamos, nos enfriamos y estamos en las tinieblas. Jesús da vida. El encuentro con Jesús cambia a la persona. A partir de ese momento el joven ha cambiado y también los demás, quienes al verlo cuentan, en la región, las maravillas que acaban de ver: ha resucitado a un muerto, su palabra es poderosa. La comitiva de la vida se acerca a la comitiva de la muerte y la transforma. ¿Queréis que intentemos ahora aplicar esto a nosotros? En primer lugar, hagámoslo identificándonos con el muerto, porque cada uno de nosotros con nuestro pecado y egoísmo somos como el joven muerto, encerrado, sin hablar, sin relación con el Señor ni con los demás. El egoísmo nos enquista, nos encierra. Cuando Jesús se acerca a nosotros nos devuelve a la vida, volvemos a respirar. Eso hace con nosotros. Pero los que iban en esa comitiva de muerte cuando ven la resurrección pregonan por toda la comarca lo ocurrido, lo que han visto. ¿Vosotros habéis tenido la experiencia de haber sido resucitados por Cristo? Bien en una confesión, o bien en el encuentro con Cristo aquí en altar, o bien en la oración. ¿Os habéis sentido, al menos en algún momento, que Cristo os ha perdonado, os ha sacado de esa situación de enquistamiento por el pecado, de egoísmo, de cerrazón? Nos ocurre como en la familia. Cuando rompo la relación y dejo de hablar con mi marido, con mi esposa, mis hijos, mis padres o con los vecinos, eso es una situación de cerrazón, de muerte. Cuando pido perdón y el Señor me perdona, me devuelve la vida. ¿Habéis hecho la experiencia de ser perdonados por Jesús y de respirar de una forma diferente a la que teníais antes? Porque si esa experiencia no la habéis hecho no la podéis explicar, no la podéis pregonar. Es importante hacer la experiencia de encontrarme con Jesús, con su Palabra, con su Eucaristía, o a través de las personas y sentirme querido y amado por Jesús. Sentirme transformado por su Palabra que es vida. Sentirme alimentado por su pan, por su cuerpo. La segunda actitud: Los que vieron aquel milagro, lo pregonaron por la comarca. La parroquia de San José Obrero es como esa comitiva de Jesús que le acompaña y que es testigo de lo que Jesús está obrando en cada uno y en los demás. Y cuando han tenido esa experiencia lo pregonan en la comarca: en Málaga, en esta barriada pregonan las maravillas que Jesús está haciendo. Y de este modo, otros de fuera escuchan y se adhieren a esta comunidad. «Todos, sobrecogidos de temor, daban gloria a Dios, diciendo: «Un gran Profeta ha surgido entre nosotros», y «Dios ha visitado a su pueblo» (Lc 7,16). «Este hecho se divulgó por toda Judea y por toda la comarca circundante» (Lc 7,17). 3.- El anuncio del evangelio y la Visita pastoral ¿Qué nos pide el papa Francisco? Que seamos misioneros, evangelizadores, testigos misioneros. Quién no es testigo no puede ser misionero. Hace falta haber presenciado, ser testigo en carne propia y ajena lo que Jesús ha hecho. Os invito a que seáis una comunidad de la que acompaña a Jesús, que es testigo de la misericordia de Dios, de las cosas buenas que Dios hace en cada uno de nosotros. Y que ese testimonio lo podamos dar en nuestra zona, en la familia, en el trabajo, en la barriada, donde estemos. Demos testimonio de que el encuentro con Jesús es sanante, cambia a las personas. Supongo que el encuentro vuestro, el de todos los domingos con Cristo, va cambiándoos e iluminando vuestra mente; y va ayudándoos a vivir mejor, a ser más felices. Cristo da la felicidad. Mucha gente anda buscándola donde no la encuentra, y por eso se quedan tan vacíos como antes, pues la buscan de manera insaciable donde no está, una y otra vez, en uno y otro lugar, y no la encuentran. ¿Dónde podemos encontrar la felicidad verdadera? En el encuentro con Cristo que nos da su paz, su alegría y nos alimenta e ilumina. Ahí está la verdadera felicidad. Muchos dicen y aparentan ser felices, pero siempre van detrás de las cosas que no les proporcionan lo que buscan. Si fueran sinceros lo reconocerían y dirían que no son felices; no son más felices que los creyentes, en absoluto. ¿Estáis dispuestos a salir de aquí y contar lo que el Señor está haciendo con vosotros? Eso es lo que hicieron los compañeros de Jesús. El Evangelio de hoy es precioso. ¿A qué séquito os apuntáis: al del muerto de Naín o a la compañía de los que van con Jesús? Levantad la mano los que queréis ser de los que van con Jesús. Le pedimos a la Virgen, que era del grupo de Jesús, y a San José, titular de la parroquia, que también es del grupo de Jesús, que nos ayuden a vivir esa experiencia de alegría, de fe y de paz. Que nos ayuden a vivirla. San José es nuestro santo Protector de la parroquia. Y, por supuesto, su Esposa, María la Virgen, que es la mujer más excelente que ha tenido toda la Humanidad. Amén. 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