NoticiaBlanco sobre Negro Ildefonso López: «Donde me busquen, me van a encontrar para ayudar» Ildefonso López Lozano, sacerdote diocesano Publicado: 17/06/2019: 23792 Entrevista al sacerdote Ildefonso López Lozano, nacido en Málaga en 1930 y ordenado en 1954. «Santidad y tristeza juntas no se pueden dar» Te ordenaste el 12 de junio con 24 años hace ahora 65 años. Después de tanto tiempo ¿podrías decir que se aprende a ser sacerdote? Sí. ¿Qué es lo más complicado que has vivido como sacerdote? La secularización de sacerdotes; cuando era obispo D. Emilio Benavent a mí me sorprendió muchísimo. Lo pasé mal. ¿Qué le dirías a quien se esté planteando si Dios lo llama para ser cura? ¿Por qué quieres ser cura? Lo animaría a que lo meditara bien. Que lo piense, lo repiense, lo consulte con otras personas y sobre todo que sea sincero; es fundamental. Cuando estuve de director espiritual en el Seminario, les decía a los jóvenes: yo lo único que te pido es sinceridad, no quedar bien, porque de otra manera ni tú me vas a ayudar a mí ni yo te puedo ayudar a ti y así no avanzamos ninguno de los dos. ¿Cuál crees que es tu gran aportación a la Diócesis de Málaga? Mi disponibilidad a todos los obispos que he tenido. ¿Cuál fue el primer obispo que conoció? D. Ángel Herrera Oria, estuve en su ordenación episcopal; fuimos cuatro seminaristas de Málaga a Santander. Yo soy el único que queda vivo de todos ellos. Fue un momento impresionante para nosotros que éramos seminaristas. En cuanto llegamos se preocupó por nosotros y se preocupó de que nos enseñaran Santander, por lo que disfrutamos muchísimo. Fue un gran obispo, yo lo recuerdo con mucho cariño. ¿Cuál es el mayor desafío al que se enfrenta nuestra Iglesia local hoy? Yo creo que resituarnos desde la fe y vivir los problemas que tiene la sociedad hoy día. ¿El peor pecado con el que has tenido que lidiar? Más que pecados he encontrado imperfecciones, y siempre he encontrado en la gente el deseo de ser mejores. Por ejemplo, en mi primer destino Tolox, que llevaba sin sacerdote desde después de la guerra, cuando llegué iban a Misa cinco hombres, el resto eran un grupo de señoras. Estas mujeres animadas por la sobrina de un mártir, doña Ana Gavilán, habían mantenido la fe en el pueblo. ¿Qué cosas te importan de verdad y qué cosas no te importan nada? Me importa la formación de los sacerdotes hoy día y sobre todo que se les atienda, se les escuche y se les aconseje a tiempo. Y no me importan nada los toros. ¿Quién es Jesucristo para ti? Mi Señor. ¿Podemos decir que hemos venido y estamos aquí para ser felices? ¡Pues claro! Dios nos quiere ver felices, no amargados. Aunque cada uno tiene una manera diferente de manifestar su felicidad, yo siempre recuerdo a Santa Teresa cuando decía: "un santo triste es un triste santo". Santidad y tristeza juntas no se pueden dar. ¿Y por qué sonríen poco los curas? Yo sí río. Ahora ya casi no se me ven los dientes, (ríe) pero cuando era chico recuerdo que tenía hoyuelos al reírme, con el tiempo se han ido perdiendo. ¿Cómo te ves con el paso del tiempo? ¿Has mejorado como los buenos vinos? Yo me veo feliz y le doy gracias a Dios todos los días por ello. Echo de menos el entusiasmo y el ímpetu de la juventud, pero me gusta decir que donde me busquen me van a encontrar para ayudar en lo que se pueda. Pero la fuerza física ya escasea y yo no quiero estorbar. ¿Dónde encuentras la felicidad? En el trato con el Señor y con mis compañeros. Me siento querido por todos ellos. También me he sentido feliz tratando a las personas con las que he trabajado. ¿Te preocupa cómo vive la gente? ¿Por qué? Claro, algunos por la falta de recursos para llevar una vida digna, por las rupturas matrimoniales... ¿Qué es para ti el tiempo? Un regalo de Dios que debemos aprovechar para trabajar, reírnos y vivir como Dios quiere. Hay quien sugiere que la soledad del cura puede llegar a ser insoportable, ¿has vivido la soledad como un calvario alguna vez? Si es así ¿qué hiciste para abrazarlo? No he sentido esa soledad. ¿Un olor que recuerdes? El de los jazmines y los nardos. ¿Un perfume que se cautive? El azahar de los naranjos. ¿Tu flor favorita? Igualmente el nardo y el jazmín. ¿La palabra más hermosa del diccionario? Amor y alegría. ¿El regalo más bello que te ha hecho ser presbítero? La vida que Dios me está concediendo, quiero vivir cada día de la mejor manera posible. A estas alturas del partido ¿volverías a ser sacerdote? Sí, sin dudarlo. ¿Echas de menos la actividad pastoral? Claro que sí. ¿Cómo llevas la enfermedad y la ancianidad? La llevo bien. Hago lo que puedo.