Publicado: 07/04/1971: 891

Misa Crismal

Miércoles Santo de 1971


Queridos hermanos sacerdotes, religiosos y seglares:

Esta Misa, llamada Crismal, porque en ella se consagra el Santo Crisma y se bendicen los Santos Óleos, debe ser a la vez signo y compromiso de la comunión eclesial, que es el valor máximo de la Iglesia y la suprema ley natural.

La Iglesia diocesana está hoy aquí adecuadamente representada por el Obispo y los sacerdotes que concelebramos la Santa Misa y por vosotros, religiosos y seglares, que participáis en ella. Todos vamos a comulgar con el mismo Cristo. Y esta comunión con el Cuerpo físico de Cristo, debe ser manifestada en la perfecta Comunión del Cuerpo Místico de Cristo.


1.- La comunión eclesial:

¿Qué es la comunión eclesial y cuáles son sus exigencias? Éste es el tema de nuestra meditación religiosa hoy.

En una celebración semejante a esta, en el primer Jueves Santo, el Señor oró al Padre con estas palabras:

“Que todos sean uno, como Tú, Padre, en mí y yo en ti. Que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que Tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que Tú me diste para que sean uno como nosotros somos uno…” (Jn 17, 21 ss.).

Esta unidad vital de todos los miembros de la Iglesia, pedida insistentemente por Cristo al Padre, es la que constituye la comunión eclesial. Esta expresión y otras equivalentes justamente utilizadas en nuestro tiempo, como participación, solidaridad y corresponsabilidad, ponen de manifiesto la misma realidad: la radical Comunidad del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia.

La misión de la Iglesia, continuación de la de Cristo que nos describe él mismo en los textos del Evangelio de hoy con estas palabras:

“Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad y a los ciegos la vista. Para dar libertad a los oprimidos, para anunciar al año de gracia del Señor” (Lc 4, 18 ss).

nos corresponde a todos. Y aunque muchas acciones sólo pueden ser realizadas válidamente por los ministros o sacerdotes, existen otras muchas que, o son comunes o, por la autorización de la Jerarquía, pueden ser ejercidas por los seglares sin necesidad de la ordenación sagrada.

Por eso la vida de la Iglesia ha de ser contemplada más bien desde el ángulo de la Comunión que desde el punto de vista de las competencias de derechos y obligaciones.

Esta comunión eclesial de vida, de caridad y de verdad, que debe manifestarse de forma institucional y visible, se fundamenta en la plena unión de todos con Cristo por la gracia comunicada por los Sacramentos, que se consuma en la Eucaristía.

Veamos algunos aspectos de la comunión eclesial:


2.- Comunión entre sacerdotes y obispos.

Según la doctrina de la Iglesia, los sacerdotes forman, juntamente con el Obispo, un solo presbiterio. La realidad del presbiterio diocesano, que debe ser una comunidad de trabajo y de responsabilidad puesta al servicio de los fieles, se basa en la comunión de los sacerdotes en el mismo sacerdocio y ministerio de los Obispos.

El Obispo es como la cabeza y el centro visible de la comunión local que se llama Iglesia diocesana. Su misión, pues, no es meramente jurídica. Y por eso, las relaciones entre Obispo y presbíteros no pueden circunscribirse a un puro sistema jurídico, aunque éste sea necesario, sino que deben basarse en una verdadera comunión espiritual, que se exprese en una sincera amistad, en una íntima fraternidad y en una entusiasta cooperación.

Ése es el ideal al que debemos tender aunque existan obstáculos que entre todos debemos intentar superar en un diálogo paciente y esforzado.


3.- Comunión sacerdotal.

Igualmente las relaciones entre los sacerdotes deben basarse en la realidad teológica de la comunión eclesial. Al ponerse de relieve el aspecto comunitario de la Iglesia, se ha vuelto a descubrir el carácter colegial del sacerdocio, que no es meramente táctico.

El Vaticano II nos ha recordado los fundamentos teológicos de la unión sacerdotal. Los sacerdotes están unidos:

• por una íntima fraternidad sacramental,

• porque forman un presbiterio especial en la diócesis,

• porque desempeñan un solo ministerio sacerdotal, y

• porque tienden a un mismo fin: la edificación del Cuerpo de Cristo.

El Colegio Sacerdotal, que es una realidad ontológica, debe llegar a ser también una realidad teologal. Esto se conseguirá cuando el alma de las relaciones sacerdotales, como el alma de la Iglesia, sea el Espíritu Santo, es decir, el Amor, que se manifestará en una verdadera amistad sacerdotal y en “una espontánea y gustosa ayuda mutua, tanto espiritual como material, tanto pastoral como personal”. (LG, 28).

El presbiterio es una tarea a realizar entre todos. Materialmente existe, pero formalmente, es decir, “como comunidad sacerdotal, abierta a los problemas de la diócesis, con afán de programación y colaboración pastoral conjunta, en comunión de bienes”, siempre admite un continuo perfeccionamiento.

Aunque las dificultades son muchas, nos urge a todos la oración sacerdotal del Señor y la eficacia de nuestro ministerio.


4.- Relaciones entre sacerdotes, religiosos y seglares.

Por último. En nuestro tiempo se va afianzando, aunque tímidamente, un resurgimiento eclesial del laicado, promovido en una doble línea: la teológica y la de acción.

El redescubrimiento de que todo el Pueblo de Dios participa de la misión profética, sacerdotal y regia de Jesucristo está contribuyendo a una incorporación del laicado a las tareas de la Iglesia.

Esta realidad, que todos debemos alentar, no debe entenderse en términos de competencia o rivalidad, sino de solidaridad y complementariedad. La incomprensión de las diferencias específicas entre clero y laicado ha dado origen a los dos errores paralelos del clericalismo y del anticlericalismo, igualmente perniciosos y que se ha ido desarrollando de forma cíclica y alternativa, aunque con matices diversos, a través de la historia.

La solución debe buscarse en la consideración de la Iglesia como “comunidad de salvación” en que los diversos miembros –sacerdotes, religiosos y seglares- tienen a un mismo fin, aunque con tareas o funciones diversas.

Si se vive este espíritu de comunión aparece la necesidad de una conexión permanente de todos para bien de todo el cuerpo eclesial.


5. Comunión en la acción pastoral.

Esta comunión eclesial tiene que expresarse en la acción pastoral. La naturaleza de la Iglesia y el creciente influjo de los medios de comunicación social, exigen que cada día sea más estrecha la colaboración de todos en la preparación y el ejercicio de la acción pastoral.

El esquema de acción en la diócesis debe tener una cierta unidad, que no es uniformismo. Junto con una mayor eficacia conseguiremos evitar el peligro de la discontinuidad en la acción y el confusionismo de los fieles.

Y esto no sólo por conseguir una mera organización externa de la diócesis, sino por fidelidad a la realidad de la espiritual y sacramental comunión de la Iglesia.


+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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