Domingo XXXII del Tiempo Ordinario (Vélez Málaga)
Vélez-Málaga, 10 de noviembre de 2002
Domingo XXXII del Tiempo Ordinario
Ciclo A. Vélez-Málaga, 10 de noviembre de 2002
1.- Sorprende la insistencia con que Jesús ha hablado de la vigilancia. Son numerosas las parábolas que nos invitan a adoptar una actitud vigilante y atenta ante la existencia. Es lo propio del “hombre sensato”.
La mayor insensatez es vivir “sin horizonte”; vivir nuestra vocación en la vulgaridad de una vida superficial y satisfecha. Llevar una vida instalada con las lámparas apagadas.
El Evangelio nos invita:
- a la vigilancia, y
- a tener cargadas de aceite las lámparas.
El relato del Evangelio quiere dirigirnos un mensaje sencillo pero muy importante: no conocemos la hora en que se manifestará el Señor. En consecuencia, es preciso estar siempre preparado.
2.- Hoy no es suficiente un cristiano cualquiera. Corren tiempos de inclemencia y de incoherencia. El testigo que la Iglesia anhela y la sociedad secularizada necesita tiene que ser:
+ un creyente que proclama con valentía su fe en Jesucristo, el Señor, al que siente vivo y cercano, y con el que cultiva la amistad en la experiencia personal de la oración. De una fe alegre, celebrada en la comunidad eclesial.
+ esperanzado y esperanzador. El hombre de la esperanza es el “hombre nuevo” que une la mirada al cielo con el compromiso solidario en el mundo.
+ persona de comunión: no es un solitario, sino un solidario, un hermano que trabaja en equipo, que busca la comunión y la comunicación.
+ paciente: porque el Reino de Dios se va haciendo paso a paso y día a día, “crece sin que el labrador sepa cómo”. Y no es intolerante.
+ siempre llamado a la santidad: en el proyecto de vida de cada uno hay un objetivo prioritario: ser santo.
Éste es el desafío ilusionante para todos: éste es el aceite que necesitan nuestras vidas.
3.- La Virgen modelo de mujer vigilante:
- que espera a Dios,
- que busca a Dios,
- que acoge a Dios, y
- que confía en Dios.
+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga
Autor: Mons. Antonio Dorado Soto