DiócesisHomilías Mons. Dorado

Exequias de D. Fernando Rielo

Publicado: 17/01/2005: 1657

Parroquia de Santa María de la Victoria. Málaga, 17 de enero de 2005

 Exequias de D. Fernando Rielo

Parroquia de Santa María de la Victoria. Málaga,

17 de enero de 2005

 

“En Cristo brilla la esperanza

de nuestra feliz resurrección”.

(Prefacio de Difuntos).

 

            1.-  La muerte de un ser querido es siempre para los cristianos motivo especial de oración. Necesitamos comunicarnos con Dios. Éste es precisamente el sentido fundamental de nuestras “exequias”: orar, ponernos en contacto con Dios, darle gracias, solicitar su misericordia, consolarnos mutuamente son su Palabra.

 

            Es el motivo que nos reúne en este día. Aquí, en el Santuario de Santa María de la Victoria, nos reunimos para celebrar la Eucaristía in memoriam de D. Fernando Rielo Pardal, fundador de las Misioneras y Misioneros Identes de Cristo Redentor, que falleció en la noche del 6 de diciembre del año 2004, a la edad de 81 años, en la comunidad de Nueva York, donde residía desde 1988 bajo atención médica.

 

 

            2.- Necesitamos, Señor y Padre nuestro, manifestarte nuestro profundo agradecimiento. Acoge nuestra acción de gracias. Por todos los dones con que has enriquecido a tu hijo Fernando a lo largo de su vida y ahora en su muerte. Le hiciste nacer en Madrid, en una familia muy religiosa. Renació en las aguas regeneradoras del Bautismo, participando en tu misma vida divina. Lo hiciste hijo tuyo. Y como hijo tuyo ha vivido los 81 años de existencia terrena que le has regalado.

 

            TE DAMOS GRCIAS, SEÑOR.

 

            A los 16 años, en la Sierra de Guadarrama, una íntima experiencia religiosa le marcó para siempre. Fue una llamada de Dios Padre Celestial: “Sé santo, hijo mío, como Yo soy santo”. Su pasión por Cristo le llevó en esa misma época a formular esta oración:

 

“Te prometo, Señor, vivir y transmitir el Evangelio con el sacrificio de mi vida y de mi fama, fiel al mayor testimonio de amor: morir por Ti”.

 

            TE DAMOS GRACIAS, SEÑOR.

 

            Le llamaste para que siguiera más de cerca de Jesucristo por los caminos del radicalismo evangélico. Por sus manos, por sus labios, por sus contactos con tantas personas, has ido repartiendo tu gracia y tu amor a los hombres.

 

            GRACIAS, SEÑOR, POR EL TESTIMONIO DE FERNANDO.

 

            Pero, Señor, ¿quién es capaz de hacer memoria de todos y cada uno de los pasos y de los trabajos por el Evangelio de cualquier hombre de Dios? Nosotros vemos que cuanto ha llegado de bondad, de estímulo, de esperanza, por mediación de nuestro hermano Fernando, todo ha sido gracia y don tuyo. ¡Tuyo es todo, Señor! Reconocemos en su vida un signo evidente de tu amor.

 

            ¡GRACIAS, SEÑOR!

 

           

            3.- Nuestro hermano Fernando habrá tenido también, Señor, sus pequeñas debilidades, tal vez sus infidelidades al propósito inicial de seguir a tu Hijo con toda el alma y de por vida… Tú las conoces, Señor. Te damos gracias porque tu misericordia, tu amor y tu ternura son infinitamente mayores que nuestras faltas. Eres compasivo y misericordioso. Purifícale de todos sus pecados. Queremos pensar que él ya ha sido recibido en tu mansión eterna; ya ha sido abrazado por el Padre Bueno que eres Tú y que ya le has hecho disfrutar de la fiesta del Cielo. Que para él ya se ha cumplido la Pascua de Resurrección. Que para él ya ha brillado, se ha hecho realidad, la esperanza de la feliz Resurrección.

 

            ¡GRACIAS, SEÑOR!

 

 

            4.- Esperamos que nuestro hermano Fernando ya esté viviendo la alegría de haber experimentado la verdad de las palabras de tu Hijo: “Venid, los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré… Soy manso y humilde de corazón… En Mi encontraréis descanso… Mi yugo es llevadero y mi carga ligera”.

 

            Esperamos que ya haya experimentado que nada, ni la aflicción, ni la angustia, ni la persecución, ni peligro alguno… ni la vida, ni la muerte, nos puede  separar de tu amor manifestado en Cristo Jesús. Por esta esperanza nuestra en la glorificación de nuestro hermano,

 

            ¡TE DAMOS GRACIAS, SEÑOR!

 

            Porque la Virgen María, la Madre de tu Hijo, Madre nuestra también, estuvo presente en la vida y en la muerte de nuestro hermano, porque sabemos que nos acompaña siempre, ¡TE DAMOS GRACIAS, SEÑOR”.

 

            Esta piedad y veneración a la Santísima Virgen, como Madre y Maestra de la Vida Espiritual, se ha concretado en una nueva advocación que el Fundador de los Misioneros Identes le ha otorgado: “Nuestra Señora de la Vida Mística”, a quien tienen dedicada una Capilla en la Catedral de la Almudena de Madrid…

 

+ Antonio Dorado Soto,

Obispo de Málaga

Autor: Mons. Antonio Dorado Soto

Más artículos de: Homilías Mons. Dorado
Compartir artículo