Publicado: 06/01/1998: 1197

 Epifanía, año 1998

            1.- Celebramos la Fiesta de la Epifanía de Jesús. Epifanía es una palabra griega que quiere decir “manifestación espléndida” de lo que estaba oculto.

            En la Oración Colecta tenemos una síntesis precisa del Misterio que celebramos: la revelación, la manifestación de la voluntad universal de salvación, por parte de Dios, respecto a todos los hombres. “En el día de hoy revelaste a tu Hijo Unigénito a los gentiles, conducidos por la estrella”.

            El niño de Belén es Dios, es Rey de todos los pueblos. En Él se nos revela, como dice San Pablo, que “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad”.

            2.- Los Magos o sabios de Oriente no pertenecían al pueblo de Israel, al que se consideraba exclusivamente Pueblo de Dios. Eran extranjeros paganos; lo que llamaríamos hoy “gente alejada”. Dios se manifiesta a los Magos por medio de una estrella; les salió al encuentro en lo que era su trabajo habitual: la contemplación del cielo estrellado. En el Evangelio aparece la “condescendencia sin límites de Dios que sabe hablar a los hombres de cada cultura en su propio lenguaje”.

            A esta vocación misteriosa de Dios responden los Magos con unas actitudes que personifican la “fe en camino”. El Evangelio señala las siguientes:

  • se pusieron en camino,
  • preguntaron: sabían que no lo sabían todo,
  • cayeron de rodillas: humildad, adoración; reconocieron a Dios,
  • le dan todo lo que tienen y todo lo que son,
  • volvieron por otro camino: para indicarnos que cuando hay un encuentro verdadero con Dios, ya todo es diferente, todo cambia, ya nada es igual,
  • y se llenaron de alegría: signo de conversión y de la salvación de Dios.

3.- A los cristianos de hoy, que somos nosotros, la Epifanía nos habla de la búsqueda de Dios en nuestra vida y del gozo e encontrarnos con Él. Como hemos pedido en la Oración Colecta: “A los que ya te conocemos por la fe, concédenos ser llevados a contemplar la luminosa claridad de tu rostro”.

Para llegar a contemplar el rostro de Dios, la Fiesta de hoy nos recuerda la necesidad de salir de nosotros mismos y de nuestras rutinas e inmovilidades, para ponernos en camino hacia Dios y hacia el otro en la Iglesia-Comunión.

Pero la Epifanía nos dice también que la salvación de Jesucristo es para todos. También para los que están lejos, para los que no le conocen y no han oído hablar de él. Y es misión de todos nosotros proclamar el Evangelio con obras y con palabras. Cada uno podemos y debemos ser, con nuestra vida y con nuestras palabras, el signo luminoso (la estrella) que ayude al otro a abrirse a la Fe. Los padres, en la familia; el profesor, en la escuela; y todos en nuestro trabajo de cada día.

            El mejor regalo de Reyes es el que recibieron los Magos de Oriente: encontrarse con el Señor, que llena de alegría y nos hace cambiar de vida.

            Y el don más preciado que la Iglesia puede ofrecer al mundo es el de guiar a los hombres, con la luminosidad de la estrella, hasta Belén, para que puedan adorar a Dios-Niño en los brazos de María, su Madre.

            La Fiesta de la Epifanía es pues una nueva llamada a dejarnos evangelizar y a ser testigos y evangelizadores, aquí y hasta los confines de la tierra.

            La Epifanía nos recuerda a todos y nos invita a llevar a la práctica el objetivo de la preparación del Jubileo del año 2000 del Nacimiento del Señor: “Promover y fortalecer la fe y el testimonio de los cristianos”.

Le pedimos al Señor, con la Oración de la Post-comunión que nos conceda la gracia de contemplar y penetrar en el Misterio que estamos celebrando con fe pura y que lo vivamos con amor sincero, con corazón enamorado.

+ Antonio Dorado Soto,

Obispo de Málaga

Autor: Mons. Antonio Dorado Soto

Más artículos de: Homilías Mons. Dorado
Compartir artículo