DiócesisHomilías Mons. Dorado

Dichosa eres, Santa Virgen María. Homilía patrona

Publicado: 08/09/2004: 5283

Festividad de Sta. María de la Victoria

S. I.. Catedral
8 de septiembre 2004

DICHOSA ERES, SANTA VIRGEN MARÍA

1.- "Dichosa eres, Santa Virgen María, y muy digna de alabanza: de ti ha salido el
sol de justicia, Cristo nuestro Dios". Estas palabras, tomadas de la Liturgia de la misa,
explican el sentido de la fiesta que estamos celebrando, una fiesta muy antigua, que
arranca del siglo V: el nacimiento de la Virgen, a quien Málaga venera bajo el hermoso
título de Santa María de la Victoria. Porque Ella concibió en su seno a Jesucristo, el Hijo
unigénito del Padre que nos ha traído la victoria del Bien sobre el mal; de la Gracia sobre
el pecado, de la Vida sobre la muerte, del Amor sobre la indiferencia y el odio.
y es necesario que, en nuestro ambiente secularizado, en el que algunos pretenden
convertir los símbolos religiosos en simples elementos culturales de un pasado mítico
que ya no existe, los católicos centremos nuestra mirada y nuestro corazón en Jesucristo
muerto y resucitado. En Él, y sólo en Él, Dios se ha encarnado y se ha hecho presente en
la historia para manifestamos su amor, para iluminar el misterio del hombre, para
perdonar nuestros pecados y transformar nuestros corazones; en una palabra, para
hacemos hijos suyos.
Es justo que ante el nacimiento de María hagamos nuestros los sentimientos que
nos sugiere San Andrés de Creta, en su sermón para esta fiesta, en el que dice: "Que toda
la creación rebose de contento y contribuya a su modo a la alegría propia de esta jornada.
Que cielo y tierra se unan en esta celebración y que la festeje con gozo todo lo que hay
en el mundo y por encima del mundo. Hoy, en efecto, ha sido construido el santuario
creado del Creador de todas las cosas, y la creación, de un modo nuevo y más digno,
queda dispuesta para hospedar en sí al supremo Hacedor".
Sabemos que Jesucristo es el único mediador entre Dios y los hombres, pero
María es su Madre, la Madre de Dios. Y mientras celebramos la Eucaristía en tomo a la
imagen de Nuestra Señora de la Victoria, mientras le rezamos el santo Rosario y la
acompañamos en procesión por las calles de Málaga, Ella nos conduce hasta las plantas
de su Hijo y nos dice, como a los discípulos en las bodas de Caná: Haced lo que Él os
diga. Haced, porque nuestra celebración no se debe quedar en una explosión de
sentimientos nobles, sino que tiene el cometido de llevamos a conocer mejor y a amar
más a Jesucristo y a acrecentar nuestro.
Compromiso de amor en favor del hombre concreto que está a nuestro lado.
¡Haced lo que Él os diga! He ahí el deseo ferviente de nuestra Madre, Santa María de la
Victoria.
¿Y qué nos dice el Señor a quienes nos hemos reunido a celebrar nuestra fe en la
fiesta de la Natividad de María? En líneas generales, nos lo ha recodado San Pablo en
la segunda lectura de la misa.

2.- "A los que había escogido, Dios los predestinó a ser imagen de su Hijo, para que
Él fuera el primogénito de muchos hermanos" (Rm 8,29). Hemos sido elegidos y
llamados para ser imagen de Jesucristo, para configuramos con Él y, alentados por su
amor, darle a conocer con nuestra palabra y nuestras obras, de modo que sea realmente
"el primogénito de muchos hermanos" también en esta málaga del siglo XXI.
Pero, como ha dicho el Papa, "muchos europeos contemporáneos -también muchos
españoles, añado por mi cuenta - creen saber qué es el cristianismo, pero realmente no lo
conocen. Con frecuencia se ignoran ya hasta los elementos y las nociones fundamentales
de la fe. Muchos bautizados viven como si Cristo no existiera (...) Un sentimiento
religioso vago y poco comprometido ha suplantado las grandes certezas de la fe; se
difunden diversas formas de agnosticismo y ateísmo práctico que contribuyen a agravar
la disociación entre fe y vida; algunos se han dejado contagiar por el espíritu de un
humanismo inmanentista que ha debilitado su fe, llevándoles frecuentemente, por
desgracia, a abandonarla completamente; se observa una especie de interpretación
secularista de la fe cristiana que la socava y que incide también en una profunda crisis de
la conciencia y la práctica moral cristiana" (IE, 47).
En medio de este desierto espiritual, la fiesta de la Natividad de la Virgen nos
invita a conocer más profundamente y más personalmente a Jesucristo, hasta
configuramos con Él y convertimos en su imagen, según la expresión audaz de San Pablo.
Porque si olvidamos a Jesucristo, la figura de María se queda en una especie de mito. Pero
la Iglesia nos enseña que Él se encarnó en el seno de Santa María Virgen y se hizo
hombre para ser el primogénito de toda la creación, que nos regenerado por el sacramento
del bautismo y nos ha encomendado a los bautizados proclamar esta Buena Nueva con
obras y palabras a todos los hombres. Sin embargo, numerosos bautizados no viven con
hondura esta verdad y son pocos los que anuncian de manera convincente este Evangelio,
ni siquiera a sus propios hijos; y hasta hay cristianos que están volcados en causas
humanitarias, pero ocultan su fe y se avergüenzan de decir que van a misa los domingos,
que confiesan sus pecados y creen en la resurrección de los muertos.
En el fondo, no han conocido a Dios ni han vivido experiencias hondas de
encuentro con Jesucristo, y por eso les falta esa pasión por Dios que caracteriza al
genuino creyente. De ahí la necesidad de fomentar en las parroquias las catequesis de
adultos, los cursos de oración y el estudio de la sagrada Escritura. Un estudio que llegue
a la inteligencia y al corazón y que sea capaz de movilizar las actitudes más nobles y
profundas de la persona; una catequesis que lleve espontáneamente la oración y al
compromiso de amor fraterno con el otro.
En los años posteriores al Concilio fue corriente contraponer la piedad a la práctica
del amor fraterno realista; la experiencia cálida de Dios, al servicio generoso al hombre;
y el culto eucarístico, al necesario compromiso por un mundo más justo y más humano.
Hoy se han superado tales dicotomías equivocadas e injustas, y sabemos que la
experiencia de Dios, la oración y la celebración de la Eucaristía son los cimientos en los
que se apoya el amor fraterno. Un amor que hoy nos reclama con urgencia a implicamos
en contra de los malos tratos domésticos, en contra de toda forma de violencia y en contra
de las actitudes derrotistas ante los anhelos de desterrar del planeta las guerras y la
pobreza; y también a ponernos al lado de los inmigrantes, de las víctimas en general y de
los más desvalido de todos: los niños no nacidos y los enfermos crónicos. Termino con
unas hermosas palabras de la liturgia de hoy. Dicen así:

3.- "Cuando nació la Santísima Virgen, el mundo se iluminó" (Antíf de Laudes).
Porque Ella, como dicen los Santos Padres, es la Aurora que precede al día, la Estrella de
la mañana que anuncia al Sol, la Puerta del cielo por la que Dios ha entrado en nuestra
historia y la ha redimido. Su vida y su entrega a Dios y al hombre son un testimonio
luminoso de esperanza, de esa esperanza hoy tan escasa sin la que no se puede vivir.
Os invito a todos a pedirle que nos enseñe a meditar sus recuerdos de Jesús; a
contemplar a Jesús con su corazón de Madre, tanto en sus momentos luminosos y como
en sus instantes más oscuros; y a imitarla en su camino de fe, que pasó por las bodas de
Caná y por la cruz del Calvario y alcanzó su plenitud en Pentecostés, con la llegada del
Espíritu. En fechas aún recientes, nos insistía el Santo Padre que una manera sencilla y
muy provechosa de hacerlo es el rezo del Rosario, porque nos va a llevando suavemente
a la contemplación del misterio de Jesucristo.
Pues, "recorrer con María las escenas del Rosario, dice el Papa, es como ir la
'escuela' de María para leer a Cristo, para penetrar sus secretos, para entender su mensaje.
Una escuela, la de María, mucho más eficaz si se piensa que Ella la ejerce
consiguiéndonos abundantes dones pel Espíritu Santo y proponiéndonos, al mismo
tiempo, el ejemplo de aquella 'peregrinación de fe, en la cual es Maestra incomparable".
"Ante cada misterio del Hijo, sigue diciendo el Papa, Ella nos invita, como en la
anunciación, a presentar con humildad los interrogantes que conducen a la luz, para
concluir siempre con la obediencia de la fe (y repetir al Señor): 'He aquí la esclava del
Señor, hágase en mí según tu palabra.

La Virgen de la Victoria es una llamada de atención a los que olvidamos a Dios.
Nada ni nadie -nos dice- puede sustituir a Dios ni suplantarlo. Su vacío no se puede llenar
con ‟ídolos‶, hechos de hombres, que no pueden salvar. No hay sucedáneos de Dios, Dios
es único. Absolutizar las demás realidades es convertir el mundo en la gran mentira. No
busquemos fuera de Dios, ni al margen de Dios, lo que sólo está en Él.
Santa María de la Victoria nos avisa y advierte: ‟La Buena Noticia del Evangelio
renueva constantemente la vida y la cultura del hombre caído, combate y elimina los
errores y males que brotan de la situación siempre amenazadora del pecado, purifica y
eleva sin cesar las costumbres de los pueblos y , con los signos de lo alto consolida y
restaura en Cristo como desde dentro la belleza y cualidades espiritual de cada pueblo y
edad.
Guiados por Santa María de la Victoria no equivocaremos el camino y superaremos
todas las dificultades que encontremos.
¡ Oh Virgen de la Victoria, Madre y abogada nuestra, ruega por Málaga!

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Autor: Mons. Antonio Dorado Soto

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