DiócesisHomilías Mons. Dorado

Vigilia de la Inmaculada

Publicado: 07/12/1987: 1155

En la víspera de la fiesta de la Inmaculada Concepción, nos hemos reunido para contar las glorias de María, la Virgen Madre de Dios y Madre nuestra.

Unos hermanos nuestros en la fe –uno del siglo V y otro más reciente– nos han
prestado la letra y la música. Nos hemos sentido identificados con ellos y lo hemos
hecho nuestro. Nosotros hemos puesto la voz y el corazón.

Con el himno del Akathistos, rebosante de poesía y de amor mariano, hemos
contado la vida y los milagros de saesa sencilla mujer de ZNazaret a quien llamamos
Madre de Dios y Madre nuestra.

El cuadro y la imagen que resalta de María es de una belleza y de una
grandiosidad impresionantes: es mucha la vida que hay en Ella y son admirables los
milagros que Dios ha hecho en Ella y a través e Ella.

Por eso, tras nuestra celebración contemplativa, atestiguamos con las palabras
del Prefacio:

‟En verdad es justo y necesario, en nuestro deber y salvación, darte
gracias, siempre y en todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso
y eterno, porque libraste a la Virgen María de toda mancha de pecado
original para que en la plenitud de la gracia fuese digna Madre de tu Hijo
y comienzo e imagen de la Iglesia, Esposa de Cristo, llena e juventud y
de limpia hermosura‶.

En verdad nuestra celebración ha sido principalmente un himno de alabanza a
la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Porque esta nueva Eva no es la emergencia ni el resultado de las capacidades
de la naturaleza humana o de las virtualidades secretas de un pueblo. María es un
milagro de la Gracia. Es el resultado del poder de la Palabra y del Espíritu, cuando
actúan en el hombre y son acogidos sin reserva. En mMaría aparece la mujer en su
plenitud. Y al contemplarla, los creyentes captamos y nos convencemos de que hay
salvación en al la historia. Como decía San Ireneo: ‟¡Qué causa de salvación! No sólo fue
signo, también instrumento. -Esta mujer fue capaz de cambiar el rumbo de la historia.
En pocos gestos logró situar a la humanidad de cara a Dios; sintió en lo más hondo de
su ser la expectación de todos los pueblos y acogió sin reservas el gran regalo de Dios.
María fue quien introdujo en la historia la semilla de la salvación definitiva: una
salvación integral, de la que ella es como la profecía de la nueva humanidad y el
modelo de lo que podemos nosotros llegar a ser‶.

Nuestra oración ha sido esta noche, y al mismo tiempo, un Gloria al padre, al
Hijo y al Espíritu Santo y una proclamación de que María es la llena de gracia y la
bendita entre todas las mujeres.

Autor: Mons. Antonio Dorado Soto

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