Me resulta difícil señalar a un único sacerdote que me haya influido de una forma importante. Yo diría que han sido varios y que, según las distintas etapas de mi vida, he podido valorar sus diversas cualidades, que en ese momento fueron muy decisivas.

En mi infancia asistí a un colegio de religiosos Escolapios. Recuerdo de una forma especial al que me preparó para mi primera comunión con siete años. Mi padre había fallecido en accidente de trabajo cuando yo tenía cuatro años y este sacerdote me mostró siempre su cercanía y protección, como un padre.

En mi adolescencia y juventud fueron los Agustinos Recoletos los que me brindaron una formación cultural y espiritual que sería determinante para mi vida, basada en el Evangelio y en la Misión. Ellos son eminentemente misioneros.

Desde mi estado laical, he seguido con esa inquietud que se cristalizó en mis estudios de Teología para ser misionero como catequista de adultos.

En mi edad adulta ha influido especialmente un sacerdote jesuita, que supo unirme más al Sagrado Corazón de Jesús.

En la vida parroquial siempre he experimentado gran compañerismo con los distintos sacerdotes.

La labor que desempeñan los sacerdotes es muy importante y siempre ayudan en la vida del cristiano en las distintas etapas de la vida.