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Encuentro de sacerdotes jóvenes de Málaga (Ávila)

Publicado: 07/06/2015: 282

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en el encuentro de sacerdotes jóvenes de Málaga (Ávila) celebrado el 8 de junio de 2015.

ENCUENTRO DE SACERDOTES JÓVENES DE MÁLAGA

(Ávila, 8 junio 2015)

 

Lecturas: 2 Co 1, 1-7; Sal 33; Mt 5, 1-12.

1.- Dos ideas fundamentales, una de la primera lectura tomada de la Carta de Pablo a los Corintios: que a los que el Señor salva, se acerca a ellos, les encomienda una misión –en nuestro caso a los sacerdotes–, los que hemos recibido el consuelo de Dios somos dichosos.

Si para nosotros Dios es misericordia, consuelo, amor, acogida… la tarea que nos pide es vivir así nosotros: vivid ese consuelo del Señor y después ayudad a otros a que experimenten el consuelo de Dios.

El Señor nos invita a ser conscientes y tener experiencia de lo que significa Dios para nosotros. El que no tiene experiencia no puede ayudar a otro a hacer la experiencia.

2.- Una primera invitación es: vivir el amor de Dios, vivir su consuelo. ¡Bendito sea Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo que nos consuela con toda clase de bendiciones, que nos llena de su gracia y nos perdona, que nos sentimos perdonados, nos sentimos amados y acogidos a pesar de nuestras flaquezas, de nuestra miserias y debilidades! (cf. 2 Co 1, 3).

Cuando uno ha experimentado en sí mismo esa misericordia y ese consuelo es capaz de consolar a otro, de transmitir a otros que Dios nos acoge a todos, nos perdona, nos ama a cada uno de nosotros (cf. 2 Co 1, 4). Y Pablo da un paso más porque invita a proclamar esta Buena Noticia, a ser testigos del Señor.

3.- El Evangelio de Mateo trae las Bienaventuranzas, tantas veces leídas y meditadas. Deseo fijarme en la última. Las otras las sabemos de memoria, lo que no sé es si la vivimos también, eso de ser auténticos pobres en espíritu, eso de aceptar, sufrir, confiar, de ser misericordioso y limpio de corazón, de ser auténticos trabajadores por la paz.

Pues bien, la última bienaventuranza dice: «Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa» (Mt 5, 11). Esto nos duele. A mí me duele e imagino que os duele a vosotros también. Y, sin embargo, el Señor dice que “cuando os insulten de cualquier modo”, puede ser con un gesto, con una palabra, con un desprecio; cuando “os persigan de cualquier modo”. Aquí no dice cuando os metan en la cárcel o cuando vayáis al martirio cruento. No, sino que dice “cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo”.

4.- Al cabo de un día, de una semana, de un mes, de un año experimentamos, –y creo que lo habéis experimentado todos y el que no lo haya hecho no habría ejercido adecuadamente el ministerio–, el ser insultado, perseguido o calumniado de cualquier modo. Aquí no dice grandes persecuciones, pero en el día a día hay que aguantar.

«Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo» (Mt 5, 12). No sé si nos alegramos tanto, no lo sé. No tiene la sociedad, los paganos, nuestros paisanos que viven paganamente, no tienen estas bienaventuranzas. Si queréis escribimos cuales son las bienaventuranzas de nuestros paisanos, según el mundo, bienaventurados los que… (Respuesta de un sacerdote: más tienen), dichosos los que… (Respuesta de un sacerdote: quieren ser más), bienaventurados los que… (Respuesta de un sacerdote: están saciados consigo mismo), dichosos los que… (Respuesta de un sacerdote: buscan la fama), bienaventurados los que… (Respuesta de un sacerdote: se imponen por medio de la fuerza), dichosos los que no tienen limpieza de corazón y van buscando el aprovechamiento y la manipulación, no van con miras claras y respetuosas.

Esas son las bienaventuranzas de nuestra sociedad y cuando nosotros ponemos el dedo en la llaga automáticamente, esos mismos, pues ya no quieren lo que le ofrecemos, no les interesa.

5.- Por tanto, vamos a pedirle al Señor estas dos cosas respecto a las dos lecturas. La primera: el vivir y el gozar de la misericordia de Dios, ser dichosos del Padre y Nuestro Señor Jesucristo que se nos regala, y compartillo.

Y la segunda: descubrir que las bienaventuranzas de nuestros paisanos y coetáneos no son las mismas. Y que cuando intentamos vivir las bienaventuranzas del Señor y las predicamos, entonces, la sociedad nos rechaza. Esto hay que ofrecérselo al Señor porque querer zafarse de esto es peor, tenemos que habituarnos, hacer prácticas de que somos un contrapunto. Los papas últimos, sobre todo el actual papa Francisco ha repetido muchas veces que tenemos que ir contracorriente, ese es nuestro ministerio.

Le pedimos, pues, al Señor que nos ayude a vivirlo así. Y la Santísima Virgen que interceda por nosotros. Que así sea.

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