DiócesisHomilías

Visita pastoral a la parroquia de la Visitación (Málaga)

Publicado: 02/06/2016: 4768

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga D. Jesús Catalá en la Visita pastoral a la parroquia de la Visitación (Málaga) el 2 de junio de 2016.

VISITA PASTORAL
A LA PARROQUIA DE LA VISITACIÓN
(Málaga, 2 junio 2016)



Lecturas: 2 Tm 2,8-15; Sal 24,4-5.8-10.14; Mc 12,28b-34.

1.- La Palabra de Dios no está encadenada
Hemos escuchado un texto de la carta que san Pablo dirige a su discípulo y amigo Timoteo en la que aparece que está encadenado. Pero san Pablo pone en el centro de su predicación a Jesucristo: Él es su vida y su evangelio (cf. 2 Tm 2,8), por el que padece hasta llevar cadenas, como un malhechor (cf. 2 Tm 2,9).
Pablo está padeciendo cárceles, cadenas por Jesucristo a quien ama. Y hace una comparación porque dice que, aunque él está encadenado por Cristo, «la Palabra de Dios no está encadenada» (2 Tm 2,9). El objetivo de su vida es que todos alcancen la salvación y la gloria eterna; y «por eso lo aguanto todo por los elegidos» (2 Tm 2,10).
El que anuncia, el mensajero puede que lo amarren, que lo encarcelen, que lo insulten, que no le hagan caso, pero lo que él dice libera al otro. La Palabra de Dios no la puede atar nadie. Pueden hacer callar la voz del que habla, del testigo; pero la Palabra seguirá resonando siempre en el mundo. La Palabra de Dios está por encima.
Esto nos anima a que nosotros podemos sentirnos, a veces, faltos de palabra, sin fuerzas, pequeños, pocos en número, con una gran tarea que hacer y eso puede darnos la impresión de que estamos encadenados, limitados. Pero esa Palabra de Dios puede llegar a otros. Ella puede penetrar en el corazón de los oyentes, para liberar al ser humano de la esclavitud del pecado y de la muerte eterna.
«La palabra está cerca de ti: la tienes en los labios y en el corazón. Se refiere a la palabra de la fe que anunciamos. Porque, si profesas con tus labios que Jesús es Señor, y crees con tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo» (Rm 10,8-9). Tú te salvarás, si crees en Jesús.
La Palabra de Dios debe ser anunciada y para ello no puede quedar encerrada ni encadenada: «¿Cómo invocarán a aquel en quien no han creído?; ¿cómo creerán en aquel de quien no han oído hablar?; ¿cómo oirán hablar de él sin nadie que anuncie? y ¿cómo anunciarán si no los envían?» (Rm 10,14-15). Parece un juego de palabras, pero en definitiva es: ¿cómo va a escuchar la gente el mensaje de Jesús si nadie se lo anuncia, si no hay mensajeros?
El Señor esta tarde nos da una gran tarea. ¿Qué hacemos ante tanta gente que parece que no cree? Cercanos o lejanos de nuestra parroquia, conviviendo con nosotros o algunos más lejanos; pero hay mucha gente que espera la Palabra, porque esa Palabra le dará luz; cambiará su vida, como la cambió en Pablo.
«¡Qué hermosos los pies de los que anuncian la Buena Noticia del bien!» (Rm 10,16). Esta comunidad parroquial de la Visitación debe ser mensajera del Evangelio de Jesucristo, porque el Evangelio es el que salva al hombre. ¡Cristo es el que salva al hombre!
Hay muchas maneras de transmitir el Evangelio, el Espíritu nos inspirará cómo hacerlo. ¿Estáis dispuestos? ¿Queréis ser pregoneros de este Evangelio que vivís? Puede ser en casa, con los cercanos, con las amistades, en el trabajo, con los paisanos… De muchas maneras.

2.- Vivir en Cristo y morir con él
¿Qué es lo más importante para Pablo? Vivir en Cristo y morir con él. Dice Pablo: «Si morimos con él, también viviremos con él; si perseveramos, también reinaremos con él; si lo negamos, también él nos negará» (2 Tm 2,11-12).
Cristo espera de nosotros que seamos testigos suyos, que lo proclamemos; pero si lo negamos, Cristo ante el Padre el día del Juicio final también nos dirá: «no os conozco».
Nos animamos mutuamente a proclamar esta Palabra, a ser testigo de ella. La comunidad cristiana, la parroquia es siempre un foco, un hogar donde hay fuego, luz, calor. Y esa luz y ese calor se expande alrededor.
En una casa cuando hace frío la imagen del hogar es más bonita porque es un fuego vivo que está ardiendo. En una casa donde no hay calor se vive el frío, la distancia, la sequedad del egoísmo. En nuestra sociedad si no hubiera hogares como las parroquias donde se vive el amor, donde se acoge al necesitado, donde se visita al enfermo y al encarcelado, donde hay gestos de amor, sería mucho más fría, oscura y distante.

3.- El mandamiento más importante
El Evangelio de hoy nos presenta a Jesús a quien le interroga un escriba, pero para hacerle una pregunta capciosa, para hacerle caer: «¿Qué mandamiento es el primero de todos?» (Mc 12,28). Hay que tener en cuenta que los judíos tenían más de seiscientos mandamientos y era tal jaleo que no sabían cuáles eran los principales y cuáles secundarios. En esa maraña de mandamientos le pregunta sobre cuál el primero de todos.
Jesús le responde enunciando el primer mandamiento: «Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser» (Mc 12,29-30).
    Dios es lo primero y más importante de la vida del ser humano, porque no olvidemos que somos criaturas, no somos dioses. Algunos cuando miran a Dios se ponen en el lugar de Él y se creen dioses. Y creen que el hombre es el que lo hace todo, el que lo crea todo y el que lo inventa todo. El hombre lo único que hace es descubrir poco a poco y lentamente lo que Dios ha creado previamente. El hombre no crea nada, no inventa en el sentido de novedad. Inventar quiere decir encontrar. El hombre encuentra, pero ¿qué es lo que encuentra? Lo que ya existe. Y cuando el hombre encuentra cosas nuevas se cree dios; pero no es Dios, es una criatura.
No se puede desplazar a Dios y poner al hombre en su lugar. No podemos ponernos nosotros en el lugar de Dios. Ni tampoco quitarlo y poner cosas o personas.
Primer mandamiento: «amarás al Señor, tu Dios, sobre todas las cosas». Después, el mismo Jesús explica el segundo mandamiento: «El segundo es este: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No hay mandamiento mayor que estos» (Mc 12,31).
Este es el eje de la vida que el Señor nos propone: el amor a Dios y el amor a los hombres, a los seres humanos. Ahí está sintetizado todo, ya está dicho todo. No hace falta inventar más leyes. Si eso lo hiciéramos sobrarían todas las leyes de la sociedad, porque si respetáramos ese amor a Dios y al hermano no haría falta tantas normas, tantas leyes y tantos castigos. Esas leyes son como una especie de guardián que nos vigila para que no cometamos el mal. Pero debería de nacer de nosotros la actitud que nos lleva a no hacer el mal porque no debo hacerlo. No debo hacer el daño al otro y no porque me van a castigar si lo hago o porque me están vigilando, no lo hago porque respeto al otro.

4.- La Visita pastoral
Esta Visita pastoral quiere ser como una revisión de nuestra vida. Ayer decíamos que iba a ser como una ITV. Pasamos a revisión nuestra comunidad. Estamos haciendo la ITV. ¿Qué cosas hay que cambiar?, ¿qué cosas hay que limpiar?, ¿qué piezas ya no sirven? Hemos dicho en la Asamblea muchas cosas que tenemos que dejar y que tenemos que renovar de cara al futuro.
Miramos al futuro y nos preguntamos sobre qué cosas deben ir cambiando poco a poco, qué cosas debemos ir renovando para vivir mejor la fe, para ser mejores testigos y para transmitir la fe a los que vienen detrás. Hay una serie de criterios que ya lo iréis haciendo y trabajando.
Esta parroquia es de la Visitación de María y precisamente hace dos días se celebraba la fiesta litúrgica de la Visitación. Pues, le pedimos a la Virgen que nos visite, como hizo a su prima Isabel, porque la presencia de la Virgen con su Hijo cambia la vida de quién se encuentra con Ella y de quien se encuentra con Jesús. A Isabel le cambió la vida, quedó llena del Espíritu Santo, Juan en su seno saltó de alegría. Nosotros debemos saltar de alegría y quedar llenos del Espíritu porque tenemos a Jesús sacramentado y tenemos la intercesión maternal de María.
Vamos a pedirle a María que nos ayude a ser una comunidad cristiana misionera que viva la fe y que la anuncia, que la proclama. Que así sea.

Más artículos de: Homilías
Compartir artículo