DiócesisHomilías

Hermanamiento entre la Archicofradía de la Expiración y la Archicofradía de la Esperanza (Catedral-Málaga)

Publicado: 13/02/2010: 2386

HERMANAMIENTO ENTRE LAS ARCHICOFRADÍAS

DE LA EXPIRACIÓN Y DE LA ESPERANZA DE MÁLAGA

(Catedral-Málaga, 13 febrero 2010)

Lecturas:  Jr 17, 5-8; Sal 1; 1Co 15, 12.16-20; Lc 6,17.20-26.

1. Estimados hermanos, hemos escuchado al profeta Jeremías, quien nos dice que Dios, respetando la libertad del hombre, le pro­pone dos caminos a elegir; el hombre puede escoger entre la felicidad, que es fruto de la confianza en Dios (Jr 17, 7); o la perdición, como consecuencia de fiarse de sí mismo y apartarse de Dios (Jr 17, 5).

No hay otras formas de situarse en la vida; o uno vive contemplando a Dios y agradeciéndole el don de la vida y la salvación; o vive de espaldas a Dios. Pero no cabe vivir simultáneamente ambas actitudes.

Bendición para quien cree, confía y sigue a Cristo; y perdición para quien no cree, quien confía en sí mismo y utiliza los criterios del mundo.

Quien confía en el Señor, dice Jeremías: «Será como árbol plantado a las orillas del agua, que a la orilla de la corriente echa sus raíces. No temerá cuando viene el calor, y estará su follaje frondoso; en año de sequía no se inquieta ni se retrae de dar fruto» (Jr 17, 8). Quien confía en el Señor da fruto bueno, abundante; se entiende que se trata de frutos de amor, de paz,  de comprensión, de generosidad.

Esta misma idea aparece en el Salmo primero, cuyo estribillo hemos cantado: Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor.

¿Dónde, o en qué o en quién hemos puesto nuestra confianza? Si estamos celebrando este Acto de hermanamiento entre dos Cofradías, se supone que hemos nuestra confianza en Cristo Jesús, en el Nazareno, crucificado por nuestros pecados (cf. 2 Co 13, 4), muerto por nuestra salvación (cf. Jn 19, 33; 1 Pe 3, 18) y resucitado por Dios (Mt 28, 6-8).

2. El texto evangélico de las Bienaventuranzas contiene la revelación cristiana más sabia y paradójica a la vez. Desde ellas se percibimos una luz para vivir la esperanza en las circunstancias más duras; y recibimos una llamada al comportamiento solidario y a la misma identidad cristiana.

Jesús proclama ante un gran público las Bienaventuranzas, de todos conocidas: «Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios» (Lc 6, 20). Y sigue proclamando con voz envolvente: Bienaventurados los que tenéis hambre ahora, porque seréis saciados. Bienaventurados los que lloráis ahora, porque reiréis.

«Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os injurien y proscriban vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, que vuestra recompensa será grande en el cielo» (Lc 6, 22-23).

El discurso de las Bienaventuranzas es la carta magna del Evangelio; la síntesis de la enseñanza de Jesús.

3. No se trata de ser bienaventurado o feliz por el simple hecho de ser pobre; la pobreza no es causa en sí misma de felicidad. La injusticia no es causa de felicidad; el sufrimiento no es causa de felicidad.

Desde las categorías de este mundo nadie ser atrevería a proclamar dichosos los pobres, a los hambrientos, a los que lloran, a los perseguidos. Nuestro mundo busca más bien el poder, el tener y el placer; y todos pertenecemos a este mundo; por tanto, también nuestro instinto básico busca estas cosas.

No nos engañemos; tenemos los mismos sentimientos que cualquier hombre y los mismos instintos; si no quedan encauzados e iluminados por la luz del Evangelio, seremos esclavos de ellos en vez de ser sus dueños.

¿Dónde está, entonces, el secreto? Se trata del pobre, no porque no tenga bienes, sino porque sabe que todo lo que tiene es dádiva del Señor.

El que llora es bienaventurado, si acepta su situación y se pone en manos de Dios y confía en el Señor; probablemente Dios no le ahorrará las lágrimas, pero podrá superarlas y tener paz interior.

Quien es perseguido por ser un malvado, no encontrará la felicidad; pero si es perseguido injustamente por causa del Señor, tenga la seguridad que Dios le apoyará.

4. Hoy nos dice también a nosotros, que imaginativamente podemos encontrarnos entre la gran multitud a quienes proclamó las Bienaventuranzas: Bienaventurados cuando deis testimonio de Mí, como Dios y Señor vuestro; bienaventurados, cuando procesionáis públicamente mi imagen, haciéndolo como acto de fe y de amor a Dios; como acto de confianza en Cristo Jesús.

El simple procesionar una imagen puede ser ambiguo y tener otras intencionalidades, diversas de una profesión de fe. El criterio de discernimiento es hacer las cosas por causa del Reino de los cielos, por amor a Jesucristo, por testimonio de la fe.

5. El que ha venido a mostrarnos la sabiduría y el amor de Dios, siendo rico, se ha hecho pobre; siendo omnipotente, se ha hecho débil (cf. Flp 2, 6-8) y ha entregado enteramente su vida por salvar a todos. Ése es el Cristo, que vosotros veneráis. Las imágenes pueden ser distintas: llámese de la Expiración o del Dulce Nombre.

Sorprendentemente la fecundidad, los frutos abundantes no vienen de confiar en las propias fuerzas, sino de poner el corazón en Dios y confiar en Cristo Jesús.

Quien opta por el Reino de Dios acepta la pobreza, el servicio, la compasión, la cercanía a los más débiles, la generosidad, la hospitalidad. Todas estas actitudes nacen de sentirse en manos de Dios y confiados en Él. ¡Qué difícil es para quien confía en sí mismo estar pendiente del hermano necesitado! Si se mira a sí mismo, no puede mirar a otros; pero si mira al prójimo está mirando a Dios y viceversa (cf. Mt 25, 40).

El abandono en manos de Dios no significa falta de responsabilidad en la tarea, que se nos ha confiado de cuidar la tierra y acoger a los hermanos.

Hay una falsa crítica de los no-creyentes, que acusan a los cristianos de mirar al cielo sin preocuparse de las cosas de este mundo. Eso no es cierto; porque, quien contempla a Cristo crucificado, no tiene más remedio que poner su mirada en el prójimo; y si no lo hiciera así es porque no contempla a Cristo; más bien se estaría auto-contemplando.

6. El secreto de esta forma de vivir se encuentra en Cristo Jesús, que murió y resucitó por todos los hombres. Sin esta referencia, la actitud de compartir los bienes, de solidarizarse con los más necesitados -sobre todo en esta época de mayor necesidad económica-, de cuidar a los enfermos, de visitar a los encarcelados, de consolar a los tristes, sería un peso insoportable.

Como dice el Apóstol Pablo: «Si nuestra esperanza en Cristo acaba con esta vida, somos los hombres más desgraciados» (1 Co 15, 19). Los que han  optado por vivir a la manera de Jesús y de su Santísima Madre han llegado a experimentar una felicidad inigualable, incluso en este mundo. Como hemos escuchado a Jeremías: «Son como árboles plantados junto a la corriente, no se marchitan sus hojas y dan fruto en su sazón» (Jr 17, 8).

Podemos preguntarnos cómo van los árboles que se llaman “Cofradías” y qué frutos están dando; y si están plantados junto a las aguas del Señor.

Para San Pablo el camino de la felicidad se apoya en la creencia en la Resurrección de Jesucristo, a la que estamos llamados a participar (1Co 15, 12.16-20).

Ante la crítica de que Cristo no había resucitado, San Pablo responde: Si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido (cf. 1Co 15, 17). Y si solamente para esta vida tenemos puesta nuestra esperanza en Cristo, ¡somos los más dignos de compasión de todos los hombres! (1Co 15, 19).

Pero Pablo afirma con claridad y contundencia la resurrección de Jesús: «Cristo resucitó de entre los muertos como primicias de los que durmieron» (1Co 15, 20). Ése es el testimonio que todo cofrade debe dar; no sólo en la calle; no sólo en la sede-hermandad; no sólo en la familia; no sólo en su corazón; también en el trabajo, en la sociedad, en la “polis”; es decir, en todas las actividades de la vida humana: en lo político, en lo económico. La presencia de Cristo no puede tocar sólo una parte de nuestra vida. Si Cristo vive en nosotros (cf. Gal 2, 20) y nos fiamos de Él, debe estar presente en todas las dimensiones de la vida.

7. La Archicofradía del Santísimo Cristo de la Expiración y María Santísima de los Dolores y la Archicofradía de Dulce Nombre de Jesús Nazareno del Paso y María Santísima de la Esperanza celebran hoy su Hermanamiento. Una serie de actos jalonan este Hermanamiento entre ambas Cofradías. Como acto principal de acción de gracias a Dios celebramos esta Eucaristía en la Catedral.

Las imágenes de Jesucristo de ambas Cofradías, representadas aquí en sus estandartes, la del Dulce Nombre de Jesús y la de la Expiración fueron obra, como muy bien sabéis, del artista y paisano mío Mariano Benlliure y Gil, para sustituir a las que habían sido destrozadas durante la contienda civil española.

Tras superar multitud de complicaciones, ambas imágenes llegaron juntas a Málaga en un mismo transporte, unos días antes de la Semana Santa de 1940. Concurren ahora setenta años de la bendición de ambas imágenes.

En la del Nazareno del Paso, realizada con gran genialidad, el escultor imagina a Cristo con la Cruz a cuestas, llevando el peso del pecado de todos los hombres. Se trata de un momento duro en la vida de Jesús Nazareno, quien soporta la pesada carga que deberíamos llevar nosotros. El artista ha imaginado cómo andaría Jesús hacia el calvario.

La imagen de la Expiración presenta un Jesús en el momento de exhalar su espíritu para entregarlo al Padre. Jesús ha cumplido ya toda su obra: desde su encarnación en el seno de la Virgen, el nacimiento en una gruta de Belén y sus andanzas por Palestina. Ahora está a punto de morir; a Jesús ya no le queda aliento y entrega su vida en manos del Padre (cf. Lc 23, 46). Jesús se ha fiado del Padre y le ha obedecido en todo; ahora espera que el Padre hable, para que la última palabra no sea la muerte; y el Padre hablará al tercer día, resucitando a su Hijo.

8. Os felicito, queridos hermanos, por este acto de Hermanamiento. ¡Que Dios os bendiga y os ayude a ser buenos hermanos!

Están también presentes hermanos de otras Cofradías, que no pueden quedar fuera de este Hermanamiento. Os pido que los hermanos de todas las Cofradías seáis hermanos. Deseo que este Hermanamiento sea signo de la verdadera fraternidad, que debe reinar entre todos los cofrades.

Espero que seáis conscientes del alcance que tiene este Acto; no se trata de un acto puramente formal, sino que tiene sus consecuencias positivas.

Vivir como hermanos, siguiendo los pasos de Jesús Nazareno; dando testimonio de su vida; siendo capaces de cargar con las debilidades de los otros hermanos, al igual que Jesús cargó con nuestros pecados. Si Jesús lo hizo hasta el último aliento de su vida, también nosotros debemos aprender de Él y aceptar al hermano hasta el final de nuestra vida. No podemos conseguirlo con nuestras solas fuerzas, sino con la fuerza de su Espíritu.

9. Benlliure esculpió las imágenes del Nazareno representando dos momentos de su vida y os las ofreció, para que las contemplarais y os ayudaran a rezar y a imitar a Aquel, que entregaba su vida por los pecados del mundo.

El autor plasmó las figuras, fruto de su visión espiritual y de la meditación religiosa de estos dos momentos de la vida de Jesús. No voy a describiros las imágenes, que conocéis mejor que un servidor; ni detenerme en los rasgos, con los que el artista ha querido expresar lo que Jesús sentiría en aquellos momentos. Estas imágenes son, en definitiva, una proyección del artista, que nos ofrece lo que imagina y crea.

10. Con motivo de esta hermosa efeméride, os invito, queridos cofrades, sobre todo a los del Cristo de la Expiración y del Dulce Nombre de Jesús Nazareno del Paso, a realizar una acción diversa a la que hizo Benlliure; os animo a esculpir la imagen de Jesucristo en vuestro corazón. Las imágenes artísticas os pueden ayudar e vivir la imagen de Cristo dentro de vosotros.

Hay otro artista, el mejor que existe en el mundo, llamado “Espíritu Santo”; es una de las tres Personas de la Santísima Trinidad, a quien los santos padres llaman “el dedo de Dios”. Él ha esculpido delicadamente la figura de Cristo en nuestro corazón el día de nuestro bautismo. En ese día recibisteis su imagen nítida y perfecta. Con sello imborrable, hecho a fuego de amor del Espíritu, se grabó en vuestras almas la imagen de Cristo.

Pero el pecado personal fue difuminando, ensuciando, deformando la imagen de Cristo dentro de vosotros. Recuperad ahora la verdadera imagen; limpiad con la conversión y la penitencia la suciedad, que ha ido adhiriéndose a esa imagen que hay en vosotros; restaurad con la mayor delicadeza y nitidez posible la hermosa imagen de Cristo, que el Espíritu ha esculpido en vosotros. Os aliento a ser mucho mejor artistas que el propio Benlliure.

Pedimos hoy a la Virgen, bajo las advocaciones de María Santísima de los Dolores y María Santísima de la Esperanza, propias de vuestras Archicofradías, que os ayude a mantener limpia en vosotros la imagen de su Hijo querido, que entregó su vida en la cruz por todos nosotros. Así sea.

 

Más artículos de: Homilías
Compartir artículo