Vida DiocesanaHojas de hierba

El esplendor desnudo de Dios

Publicado: 18/04/2014: 12370

Es Viernes Santo. Jesús es despojado de sus vestiduras. El vestido confiere al hombre y a mujer una posición social. Indica su lugar en la sociedad, le hace ser alguien. Ser desnudado en público significa ser ridiculizado. No ser nadie. Es lo que le ocurre a Cristo. No es más que un marginado despreciado por todos.

En la cruz descubrimos hasta dónde está dispuesto a llegar Dios

Cristo desnudo sin pureza ni telas que pudorosamente lo cubran es la imagen del Dios desnudo por amor al ser humano. El momento de despojar a Cristo de sus vestiduras recuerda la expulsión del paraíso: ha desaparecido en el hombre el esplendor de Dios y ahora se encuentra en mundo al descubierto. Y se avergüenza. Jesús asume una vez más la situación del hombre caído. Al pie de la cruz los soldados echan a suerte sus míseras pertenencias, sus vestidos.

Los evangelistas lo relatan con palabras tomadas del Salmo y nos indican así lo que Jesús dirá a los discípulos de Emaús: todo se cumplió según las Escrituras. Nada es pura coincidencia, todo lo que sucede está dicho previamente.  El evangelista Juan precisa que la túnica sorteada está tejida de una pieza. Una referencia a la vestidura del sumo sacerdote que era sin costuras.  Jesús de Nazaret  es el verdadero sumo sacerdote. Pero desnudo. A la vista de todos.  Expuesto a la deshonra.  El desnudo utilizado hoy por muchos para la denuncia es al pie de la cruz la muestra de hasta dónde está dispuesto llegar Dios. 

Jesús no bebió el calmante que le ofrecieron: asume conscientemente todo el dolor de la crucifixión. Su cuerpo está martirizado. Se han cumplido las palabras del Salmo: «Yo soy un gusano, no un hombre, vergüenza de la gente, desprecio del pueblo».

Detenerse ante el hombre que sufre es contemplar una imagen de la que podemos aprender mucho.  Supone viajar a los momentos de satisfacción.  Enseña a respetar los límites. Y a ver la superficialidad de los bienes materiales. Mirar a Cristo crucificado es volver a los momentos de adversidad y angustia. Significa tratar de descubrir su rostro en aquellos que tendemos a despreciar.

Jesús de Nazaret condenado, no quiere usar su poder para descender de la cruz. Ignacio de Antioquia, elogió a los cristianos de Esmirna por su fe inamovible. Dice que estaban clavados con la carne y la sangre a la cruz del Señor Jesucristo. Cristo se ha dejado clavar en la cruz, aceptando la terrible crueldad de este dolor, la destrucción de su cuerpo y de su dignidad. Se ha dejado clavar.  Ha sufrido sin evasivas ni compromisos.  Es un tipo claro.  Sabe lo que quiere.  Desea cumplir la voluntad de Dios.  Es coherente.  Su vida y su misterio confluyen en la cruz de manera sublime.  Cercana y lejana a la vez. 

Contemplar a Cristo crucificado es aprender a no desertar ante lo que debemos hacer. A unirnos estrechamente a Dios. A desenmascarar la falsa libertad que busca alejarnos de Dios. Supone aceptar la libertad que brota del amor y se compromete con un nuevo tipo de vida que trasciende el sufrimiento y la cruz.


Rafael J. Pérez Pallarés

Rafael J. Pérez Pallarés es sacerdote diocesano y Delegado Diocesano de Medios de Comunicación. Todas las mañanas presenta y dirige el programa de Canal Sur Radio y Radio Andalucía Información “Palabras para la vida”, un programa fruto de los acuerdos entre RTVA y los obispos andaluces.

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