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La vida es demasiado bonita

Publicado: 10/02/2013: 8515

Con la expresión «yo hago lo que quiero con mi vida» cientos de personas retratan su corazón, su existencia, su voluntad. Quien decide que su vida esté fundada exclusivamente en su yo se sitúa en las antípodas de quien decide que su vida esté centrada en Dios.

Y por extensión en el otro. Indudablemente el cuidado de la vida personal es necesario, pero si éste se agota en sí mismo, al final quien pretendía buscar la felicidad se ahoga en su propio vómito. De ahí que es recomendable centrar la vida en los demás desde la inspiración que brota del Evangelio. Cuando la vida se vive al abrigo de la fe nuestro yo progresivamente deja paso a la soberanía de Dios. Y cuando Dios es reconocido como el Señor de nuestra vida otro gallo canta. Cuando lo que yo decido hacer con mi vida pasa necesariamente por lo que Dios quiere de mí, ésta se vive de otra manera. Hay determinados momentos en la biografía personal que bien por difíciles, por preciosos o porque se experimentan como una etapa con connotaciones muy determinadas conviene compartirlos con los demás. Uno se enriquece. Al compartir las cosas la vida se vive otra manera. Y se aleja el demonio mudo, aquel que nos ahoga en la tristeza y desesperanza porque nos convence de que es mejor vivir en el ostracismo, egoísmo y hastío. La vida es demasiado bonita como para desperdiciarla. Cada día ofrece una ocasión preciosa para poner al servicio de los demás los dones, los talentos, las capacidades que Dios nos ha regalado.

Pero, ¿qué es lo que Dios pide de ti? Eso solo se descubre en la oración. Y para rezar aunque sea una obviedad hay que ponerse a rezar. Es decir, hay que buscar tiempo y lugar. Y tras traspasar la puerta del silencio, entrar en la presencia de Dios. De quien te ama, te entiende, te ayuda, te sostiene, te acompaña y te siente con ternura. Formularse la pregunta sobre lo que Dios quiere que hagas con tu vida es fundamental para sobrevivir en esta jungla en la que se han convertido los albores del siglo XXI. De su respuesta, en gran medida, dependerá tu felicidad. La vida de oración y acción; máxime si eres seglar, es un binomio que aporta la clave al equilibrio que todo creyente busca. Y, de hecho, aporta las dos vías para llevar a término una vida feliz. De la oración qué quieres que te cuente: abandónate en Dios, cuida la fe y disfruta del día que Dios te regala. Y de la acción quién mejor que tú para valorar qué es lo que puedes hacer para vivir en santidad: santifícate en tu trabajo, evangeliza con tu ejemplo, atiende a los más pobres y necesitados... y hazlo todo de manera gratuita.

GRATUIDAD

Lo que hemos recibido gratis, démoslo gratis. No esperes nada a cambio, sólo la mirada misericordiosa de Dios que hace salir el sol sobre buenos y malos cada amanecer. Valorar la gratuidad es saborear uno de los regalos más bellos que la vida nos da. Hay quien entrega su tiempo en tareas de lo más variopintas y todas desde la gratuidad en nuestras parroquias y comunidades. También en las delegaciones diocesanas. Por la parte que conozco de cerca la tarea que gratuitamente realizan un puñado de voluntarios en la Delegación Diocesana de Medios de Comunicación Social de Málaga es digna de mención. Conozco de primera mano la tarea silenciosa, anónima y valiosísima de quien cada semana con voluntad férrea y sonrisa amplia ponen su trabajo al servicio de la Iglesia de Málaga. Quizá nunca los conozcas pero gracias a su tarea: empaquetado, fotografía, diseño, ideas, correcciones... los productos que se elaboran desde la Delegación de Medios llegan a ti. Son ejemplo de gratuidad y de vidas que entienden que la voluntad de Dios también pasa por entregar parte de su tiempo al servicio de nuestra Diócesis. Y eso es de agradecer.


Autor: Rafael J. Pérez Pallarés

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