Dice así: “En el día que se llama del sol, se reúnen en un mismo lugar los que habitan tanto las ciudades como los campos y se leen los escritos de los apóstoles y los profetas .  Después el que preside toma la palabra.  Después nos levantamos todos y elevamos nuestras preces.  En cuanto dejamos de orar se trae el pan, el vino y el agua y el que preside hace  la acción de gracias. Se distribuye el alimento. Este alimento que se llama entre nosotros Eucaristía.”  S. Justino continúa diciendo:   “No tomamos estas cosas como pan común, ni bebida ordinaria, sino que a la manera de Jesucristo.  Los que tienen bienes en abundancia y quieren ofrecen lo que cada uno cree debe dar.  Lo recogido se entrega al que preside y éste socorre a los huérfanos y a las viudas o a quienes pasan necesidad.”  

En el Jueves Santo, día de la institución de la Eucaristía y del amor fraterno, este documento nos acerca históricamente a la Eucaristía y a la vinculación de ésta con los más necesitados. El Jueves Santo, el día en que Eucaristía y amor se unen de forma vertiginosa e íntima.  Se unen hasta el punto de que separar la verdad sobre Dios del amor a los más pobres y necesitados, simplemente es una mentira. Si no miráramos al que sufre, si al que siente hambre o padece necesidad le negáramos el sustento y una caricia de aliento, nuestros nazarenos serán máscaras disfrazadas, nuestros tronos, altares arcaicos y huecos y nuestras procesiones, una cabalgata tan hedonista y teatral como vacía. Estaríamos traicionando la esencia misma del cristianismo que queda plasmada en la Eucaristía.  Una Eucaristía que, si se celebra en toda su profundidad es una verdadera acción de gracias a Dios por su Hijo Jesucristo.