Vida DiocesanaHojas de hierba

Te prometo una vida apasionante

Publicado: 16/03/2012: 1027

Con motivo de la celebración del Día del Seminario la Conferencia Episcopal Española ha lanzado un vídeo de dos minutos y medio de duración que pretende suscitar vocaciones sacerdotales mediante la sensibilización, dirigida a toda la sociedad, y en particular a las comunidades cristianas.

En el vídeo aparecen nueve sacerdotes diocesanos que lanzan, según leemos en la web de la Conferencia Episcopal Española, “un mensaje valiente, de ánimo, de comprensión, de admiración pero sobre todo de testimonio, de una apuesta firme por vivir una vida apasionante.”

La narración comienza con una interpelación directa: “¿Cuántas promesas te han hecho que no se han cumplido?” y va desgranando promesas reales hechas, en principio, por personas anónimas: trabajo fijo, que nunca faltarán las fuerzas, que se puede llegar al final, que se ofrecerá una palabra eficaz, que se unirán corazones o que se acompañarán a los que sufren.  A medida que avanza el vídeo, descubrimos que son sacerdotes quienes nos hablan y quienes nos cuentan en muy pocas palabras la grandeza de ser sacerdote, testigo de Jesucristo. Con la imagen del rostro de Jesús de Nazaret, el vídeo concluye afirmando: “No te prometo una vida de aventuras, te prometo una vida apasionante”. El guión ha sido elaborado a partir de las respuestas dadas por más de un centenar de sacerdotes de toda España que han sido preguntados para la ocasión.

El vídeo de la campaña ha sido motivo de análisis por parte de periodistas y comentaristas desde diferentes medios, locales y nacionales.  Pablo Bujalance escribe: “Imaginemos por un momento que el anuncio hubiese sido idea de algún colectivo o medio de comunicación poco sospechoso de comulgar con la Iglesia. Pongamos que El Jueves hubiese lanzado una de sus campañas de coña con este lema: "Hazte cura y tendrás trabajo fijo". La Iglesia se habría sentido entonces ofendida, y con razón, porque el sacerdocio no busca ni la remuneración ni el provecho propio, sino el del otro; y en la satisfacción del otro, a imagen de Cristo, encuentra el sacerdote la suya. El sacerdocio no es un oficio, ni un trabajo, ni una posición social: es una vocación sellada a través de un sacramento.”   El País titula en uno de sus artículos: “Contra la crisis, sacerdocio”.  Y Manuel Martín Ferrand en ABC  titula su reflexión “Trabajo fino”.  

Ciertamente la campaña ha conseguido algo: que se hable de la vocación sacerdotal.  Y eso está bien.  Otra cosa, legítima por otra parte, es la opinión que genere este tipo de campañas.  En publicidad se busca el impacto, se persigue la reacción y la adhesión.  Impacto y reacción parece que sí ha tenido a juzgar por los comentarios en una u otra dirección que se están realizando.

Si el vídeo no hubiese tocado la tecla del trabajo u otras claves a las que la sociedad es especialmente sensible, la campaña hubiese pasado sin pena ni gloria entre los innumerables videos colgados en la red.  Ahora toca explicar a fondo en qué consiste el trabajo a full time del cura, ahora toca contar a los demás por qué merece la vida este tipo de labor inspirada y sostenida por una vocación específica como es la sacerdotal y ahora toca desarrollar la grandeza del ministerio presbiteral, que lejos de ser un trabajo al uso es una manera de vivir configurado con Jesucristo, el buen pastor.

Los curas que han resistido a la sangría de las secularizaciones en estas últimas décadas, en su mayoría, han trabajado mucho.   Y lo han hecho por amor a Dios y a las gentes.   Han hecho miles de kilómetros porque han querido ser “Evangelios vivos con pies de cura”.  Y han invertido cientos de horas en la evangelización porque estaban convencidos de su tarea inspirada y sostenida por el Espíritu.  Ha habido muy buena voluntad para que, inclusive en los rincones más lejanos o desasistidos de la diócesis, no faltasen los sacramentos y los auxilios más elementales de la fe.  

La escasez de sacerdotes hace que hoy el cura se estire como un chicle para atender en lo específicamente sacerdotal a las comunidades esparcidas por la geografía malagueña.  Más allá de que hubiese que ir configurando la realidad diocesana en función del número de sacerdotes y su elevada edad media, el católico medio creo que no ha percibido a fondo, en general, la gravedad de la situación en que nos encontramos y las consecuencias que esto trae para la transmisión de la fe católica a las nuevas generaciones.

No debemos caer en el espejismo al que nos conducen algunos “brotes verdes”. Las cifras hablan y la situación es la que es.  Que haya aumentado un 4,2% el número de seminaristas durante este curso 2011-2012 es un indicador positivo.  Pero insuficiente.  En números absolutos sólo suponen 51 nuevos aspirantes al sacerdocio. ¿Que la Jornada Mundial de Juventud ha ayudado? Es posible.  Casi seguro en algún caso.  Pero la verdadera labor es la que realizan de forma callada y anónima las familias, las parroquias, las comunidades religiosas.   

Ser cura hoy es complicado.  Y apasionante.  Ser sacerdote hoy es percibido de múltiples maneras.  Dependiendo de quién tengas enfrente.  Y de los ambientes en los que te muevas.  Hay quienes valoran la tarea sacerdotal pero lo silencian por que no está bien visto.  Hay quien directamente entiende la valía de la presencia sacerdotal en la sociedad y lo expresan de múltiples maneras y hay quien les trae al fresco que existan curas siempre que a ellos eso no les afecte. 

Sin embargo, a poco que se rasque, existe una demanda real en la población católica de sacerdotes, de buenos curas que transmitan en la actualidad el mensaje del Evangelio.  Y que lo hagan de palabras y de obras.  Con un lenguaje actual y con una cercanía que no siempre es posible debido a la multitud de tareas que se demandan. 

En la actualidad las instituciones están vistas bajo sospecha.  Y la Iglesia Católica  no se escapa.  De ahí la importancia de humanizar las instituciones y en el caso de la comunidad católica de hacer cada día más de Dios la tarea que favorece la institución eclesial.  Urge que los sacerdotes se erijan como referente espiritual y moral.  Urge que las familias cristianas descubran en la vocación sacerdotal una manera bellísima y privilegiada de vivir.  Urge que la sociedad española valore la tarea de la Iglesia Católica, que dicho sea de paso, en nuestro país junto con la familia, está siendo determinante para ayudar a miles de malagueños a salir o sobrevivir en esta crisis que ahoga las esperanzas e ilusiones más legítimas de cientos de personas.

Autor: diocesismalaga.es


Rafael J. Pérez Pallarés

Rafael J. Pérez Pallarés es sacerdote diocesano y Delegado Diocesano de Medios de Comunicación. Todas las mañanas presenta y dirige el programa de Canal Sur Radio y Radio Andalucía Información “Palabras para la vida”, un programa fruto de los acuerdos entre RTVA y los obispos andaluces.

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