NoticiaConoce la Catedral La vieja sepultura Publicado: 08/07/2022: 8839 La costumbre de efectuar enterramientos en los templos cristianos, casi a la par en oriente como en occidente, comenzó a practicarse de manera sistemática hacia el siglo VIII. De esta forma, además de practicar una de las obras de misericordia, se acogía en la práctica y simbólicamente a la Iglesia militante, a la purgante y a la triunfante. La Catedral de Málaga, desde su erección en 1488, habilitó sepulcros y lugares de enterramiento, al igual que se observó en la construcción de la llamada “iglesia nueva”, es decir el edificio actual. Todas las capillas de la primera fase del conjunto consagrado y abierto al culto en 1588, poseen sus correspondientes criptas o bóvedas de enterramientos que, pese a su capacidad, eran renovadas o limpiadas periódicamente para facilitar espacio de nuevas inhumaciones. Por eso, lamentablemente, se ha perdido el rastro de personajes de los que hay constancia documental que fueron enterrados en la Catedral y cuyos restos acabaron perdiéndose, como ocurre con el canónigo y escritor Cristóbal Medina Conde o el gran músico Juan Francés de Iribarren. Una de las dos más antiguas de entre las catedralicias se encuentra en la capilla del jardín de El Sagrario, que en su día fue un recinto añadido de estilo gótico adosado al antiguo edificio. En su pavimento, y gracias a la ventana instalada, se puede observar una lauda de mármol con un escudo muy deteriorado y una inscripción que, en forma de cenefa, recorre todo el conjunto: “Aquí yace sepultado/ el reverendo Gonzalo Sánchez Cano canónigo de Málaga, beneficiado de Soria/ que…mes de… nero del Señor de 1532 años”. Este prebendado, al servicio de la Catedral vieja malacitana desde 1504, ejerció también de visitador eclesiástico, o encargado de reconocer y supervisar la buena marcha de parroquias, conventos y otros lugares. Por dicha función el finado recibía anualmente la magra paga de dos pares de gallinas, según se consigna en los documentos capitulares de la época. Por Alberto Palomo