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Hispania cristiana en los comienzos de una nueva era

Publicado: 05/06/2014: 5269

El siglo V fue una época turbulenta para la cristiandad europea. Pueblos germánicos, acosados por los hunos, atraviesan el Danubio y el Rhin, e invaden el Imperio.

Roma es saqueada por los visigodos de Alarico en el 410. Cartago es asediada en el 439. Atila, en el 452, saquea el norte de Italia e intenta invadir Roma. El papa León Magno convence a Atila de que se retire. De nuevo Roma vuelve a ser atacada en el 455 por el vándalo Genserico. Y en el 476, el último emperador romano Rómulo Augustulo es destinado por el caudillo de los hérulos, Odoacro.

El sacerdote de Braga, Pablo Orosio, huye ante los vándalos y se establece en Hipona, junto a san Agustín, y allí escribió “Historia contra paganos”, que en su capítulo VII, 41, dice: «¿Quién sabe? Quizás los bárbaros han podido penetrar en el imperio romano para que en todas partes, en oriente y en occidente, las iglesias de Cristo se llenaran de hunos, de suevos, de vándalos, de burgundios y de otros pueblos. ¿No habría que alabar y celebrar entonces la misericordia divina, ya que, gracias a nuestra ruina, tantas naciones han conocido la verdad con la que no habrían podido entrar en contacto de otra manera?».

A principios del siglo V, suevos, vándalos y alanos invaden la indefensa Hispania romana, ya oficialmente cristiana. La recorren por todas partes, originando graves desórdenes, devastándolo todo. Estos pueblos profesaban el arrianismo, a excepción de los suevos que eran paganos. Los suevos se establecieron en Galicia; con su rey Rechiario se convirtieron al catolicismo, luego se hicieron arrianos al contacto con los visigodos y definitivamente se convirtieron al catolicismo en el 583, por obra de san Martín de Braga. Los vándalos nunca llegaron a convertirse, se dedicaron al pillaje entrando a saco en las ciudades y arruinando los templos; después de corretear el centro y el sur español, marcharon a África (429). Los alanos, pocos en número, se centraron en la Lusitania y por contacto con los visigodos se convirtieron al arrianismo.

Estas invasiones dieron lugar a que parte del clero hispánico, junto con algunos obispos, huyeran a África, pero la mayoría del clero se mantuvo firme a sus fieles, como atestigua san Agustín.

Con Ataulfo (410) entran los visigodos en España. Eran arrianos. Su sucesor Walia funda el reino visigodo de España y sur de las Galias. En un principio fueron condescendientes con los católicos hispanorromanos. Pero en los reinados de Teodorico (453-465) y de su hermano Eurico (465-484), muchos obispos católicos fueron desterrados. En los reinados siguientes, se abrió un período de tolerancia, gracias a lo cual pudo celebrarse el Concilio II de Toledo (527).

En los años de Atanagildo (554-567) y de su sucesor Leovigildo (569-586) se consolida el reino visigótico con capital en Toledo. Con Leovigildo, la Hispania cristiana entra en crisis. Con el deseo de conseguir la unidad nacional, el monarca impuso la unidad religiosa de base arriana. La persecución fue incruenta, muchos obispos, entre ellos el obispo de Mérida, Massona, célebre por su erudición y santidad, fueron desterrados de sus diócesis. Pero lo más grave fue la ejecución de su hijo Hermenegildo, católico, jefe de la Bética y que se sublevó contra el padre. Fue vencido por el ejército del rey. Tuvo que rendirse; fue enviado preso a Valencia, luego a Tarragona, donde fue decapitado por negarse a recibir la comunión de manos de un obispo arriano.

Este hecho, hizo cambiar la actitud de Leovigildo contra los católicos y, antes de morir, aconsejó a su hijo Recaredo a que abrazara el catolicismo. Y así lo hizo en el 586. En ese mismo año, Recaredo convocó una reunión con los obispos arrianos, exhortándolos a la conversión a la fe católica.

Prácticamente todos los obispos arrianos siguieron el consejo del rey. A los católicos se le devolvieron todos los bienes confiscados. Los obispos desterrados regresaron a sus diócesis. Años después, con la celebración del III Concilio de Toledo (589) comenzó el esplendor de la iglesia visigótica española.

Santiago Correa

Sacerdote Diocesano

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