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Concilio Vaticano II (y IV)

Publicado: 25/12/2013: 4517

El 8 de diciembre de 1965, Pablo VI clausuraba, en una solemne ceremonia celebrada en la plaza de San Pedro, el Concilio Vaticano II. Hay que anotar que este Concilio vino precedido de un espléndido magisterio de los pontífices del siglo XX.

Prueba de ello son las citas utilizadas en los documentos conciliares: 37 correspondientes a León XIII, 9 a Pío X, 19 a Benedicto XV, 67 a Pío XI, 170 a Pío XII, 87 a Juan XXIII y 56 a Pablo VI. Otra de las características de este Concilio fue el encuentro de dos mentalidades diversas, correspondientes a dos teologías distintas entre los Padres conciliares. Comenzó el Concilio con una mentalidad conservadora, pero terminó por imponerse un talante renovador. Esto enriqueció los esquemas en su redacción última. Hay que subrayar el fuerte influjo de la prensa y radio que indiscutiblemente afectó no sólo a los lectores y a los radioyentes, sino también a los obispos que se vieron obligados a no defraudar la opinión de sus diocesanos y del pueblo.

Lo que es indiscutible son las grandes aportaciones del Concilio al porvenir de la Iglesia, como la creación del Sínodo de Obispos, de las conferencias episcopales y de los consejos presbiterales. Un nuevo campo se abrió al reconocer el sacerdocio universal de los fieles. El ecumenismo gozará de una gran impulso en el acercamiento de las Iglesias cristianas; el encuentro de Pablo VI con Atenágoras, la supresión de las excomuniones mutuas, el diálogo con el primado anglicano de Canterbury fueron muy significativos.

La Iglesia del Sacramento se convirtió también en la Iglesia de la Palabra, como claramente se manifiesta en las celebraciones de la Eucaristía o en las liturgias de la proclamación de la Palabra. Grandes reformas como el uso de las lenguas nativas, la posibilidad de la comunión bajo las dos especies, la concelebración eucarística... fueron cambios de consideración.

La aportación más revolucionaria fue el concepto de libertad religiosa: de los derechos de la verdad se pasó a los derechos de la persona; el acto de fe no se puede imponer, debe ser el resultado de la acción de Dios y de la libre opción del hombre. Tal libertad de religión y de culto, al ser un derecho humano, debe ser protegido por la autoridad civil.

La aplicación práctica de lo legislado en el Concilio fue llevada a su cumplimiento en los pontificados de Pablo VI y de Juan Pablo II. Tales medidas fueron: la promulgación del Nuevo Misal romano en 1969, la reforma de la Liturgia de las Horas en 1971, la publicación de un nuevo Derecho Canónico para la Iglesia latina en 1983, un Código de cánones para la Iglesia oriental en 1990 y la edición de un nuevo Catecismo en 1992.

Hoy muchos se preguntan: ¿es necesario un nuevo concilio? Antes de la celebración del Vaticano II, muchos obispos  sostenían que después de la definición de la infalibilidad papal, no era necesaria la convocatoria de un concilio ecuménico. En el Vaticano II se ha creado el Sínodo de Obispos y las Conferencias Episcopales; los pontífices están suficientemente asesorados en las diversas cuestiones referentes a la fe y a la moral, como a las diferentes ideologías del momento. Las relaciones de los obispos con el papa, de los obispos entre sí, gracias a los medios de comunicación, son muy fluidas.

El Vaticano II ha abierto un camino cuyas directrices siguen siendo válidas en el momento actual y para los próximos años. El Vaticano II es un comienzo y aún no ha dado de sí todos sus resultados. Ha sido una siembra de la que se espera obtener, en años venideros, una abundante cosecha.

Autor: Santiago Correa, sacerdote

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