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Concilio Vaticano II: los inicios

Publicado: 28/11/2013: 7046

Este Concilio nunca pretendió condenar ideologías sino reconducir a la Iglesia en una época histórica tan tensa como fue la de un mundo destrozado tras las dos guerras mundiales.

El papa Juan XXIII anunció el 25 de enero de 1959 la celebración de un Concilio. La idea no era nueva. Pío XI quiso continuar el Vaticano I, interrumpido en 1870. Secretamente pidió su parecer a los cardenales de Curia y a algunos obispos. Unos respondieron que era innecesario, otros eran favorables a la celebración. Y la idea quedó en el aire.

Años después Pío XII, en 1948, consideró la necesidad de un nuevo Concilio, e incluso se crearon comisiones y se elaboraron proyectos. Las reuniones se prolongaron hasta 1951 y se suspendieron ante la diversidad de opiniones.

Tras la muerte de Pío XII, Juan XXIII pensó que era nece- saria una gran transformación en la Iglesia y para ello era imprescindible la intervención de todos los obispos juntos con el Papa. Desde un principio señaló como necesarios dos objetivos: una puesta al día de la Iglesia (aggiornamiento) y la unidad de todos los cristianos. El Papa invitó a los cardenales, a todos los obispos y superiores religiosos, a las facultades de Teología y Derecho Canónico a enviar sugerencias. Se recibieron más de 2.000. También se llegaron a crear doce comisiones preparatorias (nueve correspondientes a las Congregaciones romanas) con el fin de preparar esquemas para su posterior discusión; se redactaron hasta setenta esquemas.

En agosto de 1962 se elaboró un reglamento en el que se establecían tres clases de reuniones: una la formada por obispos y teólogos expertos que elaborarían textos o esquemas que serían presentados a las Congregaciones Generales de obispos, en ellas se discutirían los textos (cada obispo podía intervenir en latín y sólo 10 minutos); el resultado de los textos ya elaborados pasaba a las Congregaciones Públicas, presididas por el Papa, que aprobarían definitivamente el texto. 

Una de las novedades de este Concilio fue la amplia participación de miembros asistentes: los "Padres" que eran los obispos y superiores generales de las órdenes religiosas masculinas; los "Observadores" o delegados de iglesias no católicas; los "Auditores" o representantes del laicado religiosas; los "Expertos" o teólogos invitados.

La etapa preparatoria duró tres años, desde 1959 a 1962. Y los períodos o sesiones conciliares fueron cuatro y siempre en los meses de otoño desde 1962 a 1965. La de 1962, presidida por Juan XXIII y las restantes por Pablo VI.

Este Concilio nunca pretendió dar definiciones dogmáticas, ni condenar ideologías, sino simplemente reconducir a la Iglesia en una época histórica tan tensa como fue la de un mundo destrozado tras las dos guerras mundiales.

La solemne apertura tuvo lugar en San Pedro del Vaticano el 11 de octubre de 1962. Estuvieron presentes unos 2.400 Padres conciliares de los 2.800 invitados; muchos obispos de países comunistas no pudieron asistir por impedírselo las autoridades civiles.

En el discurso de apertura, Juan XXIII animó a los presentes a ser optimistas y a no dejarse llevar por la tentación del desánimo, y a su vez a evitar toda tentativa de integrismo. Pues en el episcopado de la época aparecían dos tendencias: una favorable al "aggiornamento" de la Iglesia y al diálogo ecuménico y otra más conservadora, preocupada por salvaguardar el depósito de la fe y la estabilidad de la Iglesia. Esta doble tendencia perduró durante todo el Concilio.

Conviene distinguir desde un principio, la variedad de documentos conciliares: los llamados "esquemas" o textos en discusión, las "constituciones" o textos esenciales y fundamentales del Concilio, los "decretos" o aplicaciones prácticas derivadas del contenido de las constituciones y las "declaraciones" o normas de conducta en el momento actual de la Iglesia.

Autor: Santiago Correa, sacerdote

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