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Concilio V de Letrán

Publicado: 10/10/2013: 5117

En él se decidió la creación de "Montes de Piedad" para evitar la usura y amparar a los más necesitados. El papa León X lo clausuró en marzo de 1517. Meses después Fr. Martín Lutero llegaba a conclusiones incompatibles a la fe cristiana y a la verdadera reforma.

Nos encontramos en pleno Renacimiento. Los papas del Renacimiento fueron, en general, personalidades brillantes, cultos, distinguidos. Pero más príncipes que sacerdotes. Buenos políticos, administradores, amantes del arte, verdaderos mecenas. Entre ellos destaca el papa Julio II, gran gobernante y magnífico estratega militar. El 1512 convocó el Lateranense V en respuesta al “conciliábulo de Pisa” protagonizado por el monarca francés Luis XII.

Ante la inseguridad de los Estados pontificios organiza Julio II la “liga de Cambrai” (1508) contra el expansionismo de la República de Venecia; liga a la que se unieron España, Francia y el Sacro Imperio Romano Germánico. Derrotada Venecia, ideó de nuevo el Papa una “Liga Santa” (1511) contra Francia, cuyo poder en el norte de Italia era grande. A esta liga se adhirieron Venecia, España, Inglaterra y el Estado Pontificio. Derrotada Francia, Luis XII convocó un concilio en Pisa (1511) al que asistieron cinco cardenales rebeldes a Julio II. La finalidad de este concilio era la de promover un cisma, conde- nando al Papa.

Ante tal provocación, Julio II apresuradamente convocó el Concilio V de Letrán (1512). Asistieron 14 cardenales, 79 obispos, numerosos teólogos y los embajadores de España, Venecia y Florencia. Se pretendieron tres fines: la extinción del cisma, la reforma de costumbres en clérigos y laicos y la paz entre los príncipes cristianos para emprender una nueva cruzada. Sólo se consiguió lo primero.

Durante el pontificado de Julio II se celebraron cinco sesiones. Se rechazó todo lo acordado en Pisa, condenando una vez más el conciliarismo y la “Pragmática sanción de Bourges” (1438) carta magna del galicanismo. Este Papa, durante el concilio, redactaba bulas, sobre determinados asuntos; éstas eran leídas en la asamblea y eran aprobadas mediante el “placet” de los asistentes. No había deliberaciones previas, ni análisis anteriores a los decretos. Gravemente enfermo escribió una bula contra la simonía en la elección papal.

El nuevo papa León X, desde 1513, continuó el concilio, celebrándose siete sesiones. Se definió la inmortalidad individual del alma humana contra quienes afirmaban que el alma individual, principio de la vida sensitiva es mortal y que el alma intelectiva no puede ser individual. También se condenó la teoría de la doble verdad (averroismo) que sostiene que una verdad de fe puede ser falsa en el plano de la filosofía o de la ciencia, o la verdad filosófica o científica puede ser falsa desde la fe.

Los decretos de reforma fueron muy útiles. Entre ellos destacan: la formación teológica del clero, el control de las órdenes religiosas por la jerarquía, la obligación de celebrar sínodos diocesanos, la designación de personas dignas para el episcopado y el sacerdocio, la obligatoriedad de la predicación del Evangelio conforme a la Escritura sin apocalipticismo, la necesidad de la enseñanza del catecismo, la censura de libros ante la difusión de la imprenta, la reducción de las tasas de la Curia, la creación de “Montes de Piedad” para evitar la usura y amparar a los más necesitados. 

Fue el Lateranense V un concilio conservador. Una ocasión perdida. La preparación del concilio fue insuficiente y precipitada. Las intenciones eran buenas, pero los resultados escasos y pobres. El papa León X lo clausuró en marzo de 1517. Meses después Fr. Martín Lutero llegaba a conclusiones incompatibles a la fe cristiana y a la verdadera reforma.

Autor: Santiago Correa, sacerdote

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