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El Concilio de Constanza, solución del cisma occidental (y II)

Publicado: 23/09/2013: 6431

El Concilio de Constanza fue algo más que la solución del Cisma Occidental. Será la base del llamado "conciliarismo doctrinal", es decir, la doctrina que sostiene la superioridad del Concilio sobre el Papa.

El Concilio de Constanza fue algo más que la solución del Cisma Occidental. En las sesiones IV y V se establecieron cinco artículos; en ellos se defendía de una manera manifiesta el conciliarismo al afirmar que «el Santo Sínodo tiene su autoridad inmediata de Dios y cualquier persona, de cualquier dignidad que sea, incluso papal, está obligada a obedecer al Concilio». Estos famosos artículos serán la base del llamado "conciliarismo doctrinal", es decir, la doctrina que sostiene la superioridad del Concilio sobre el Papa. 

Este Concilio, en su decreto "Sacrosanta" no pretendió definir dogmáticamente el conciliarismo; sus artículos sólo tuvieron un claro valor circunstancial. Los papas Martín V y Eugenio IV los reprobaron. 

En la sesión VIII se condenaron 45 proposiciones formuladas por el clérigo Juan Wycliff (1324-1384), referentes a diversos aspectos del dogma y de la vida cristiana en la Iglesia. defendía un biblicismo integral "sola Scriptura". 

Afirmaba que la Iglesia de Roma es la sinagoga de Satanás; que el obispo o sacerdote en pecado mortal, ni consagra, ni bautiza; que nadie es prelado, nadie es obispo mientras esté en pecado mortal; que toda propiedad pertenece a Dios y sólo pueden poseerla los que se encuentren en estado de gracia; que la Iglesia es la comunidad de los predestinados, los réprobos (prescritos o predestinados al infierno) no son miembros de la Iglesia, por lo que la Iglesia visible ni es real, ni verdadera. Fue Wycliff un claro precursor de Lutero. Su doctrina había sido condenada en un concilio nacional celebrado en Londres (1382). Muchos fueron los seguidores de Wycliff, los llamados lolardos. Tuvo especial resonancia en la lejana Bohemia, donde los escritos del heresiarca eran conocidos y leídos. Destacó entre sus seguidores Juan Huss (1369-1415). 

Huss, sacerdote de Bohemia, no fue un pensador original, abrazó en su totalidad las doctrinas de Wycliff. Pero fue muy popular por defender una Bohemia libre y por ser considerado como el padre del nacionalismo checo. En la sesión XV, se condenaron treinta de sus proposiciones. Afirma que la Iglesia es la congregación de los predestinados; que la dignidad papal emana del poder del César; que la obediencia eclesiástica es una invención de los sacerdotes; que la condenación de Wycliff es irracional e inicua. Con un salvoconducto imperial se presentó en Constanza. Allí fue procesado. No se retractó de sus ideas. Fue condenado a la hoguera por orden del emperador Segismundo. También lo fue su fiel seguidor Jerónimo de Praga. 

Cuando la noticia de la sentencia llegó a Praga, estallaron en la ciudad grandes tumultos populares con saqueos, incendios, asesinatos de quienes habían sido sus adversarios. El pueblo veneró a Huss, como a un mártir, como a un santo. Quien ha visitado Praga, habrá podido admirar el hermoso monumento que se encuentra en la plaza de la Ciudad Vieja, en honor de su héroe nacional. 

En 1417 se promulgaron cinco decretos de reforma. El más importante fue el decreto "Frequens" que convierte el Concilio Ecuménico en una institución permanente en la Iglesia, ordenándose su celebración cada determinado período de tiempo, sin necesidad de convocatoria pontificia. El 22 de abril de 1418, se celebró la última sesión y con ella quedó clausurado el Concilio. El papa Martín V aceptó todas las decisiones adoptadas, con excepción de la teoría conciliarista. Su sucesor, Eugenio IV, lo reconoció como ecuménico (1446) exceptuando lo que iba contra el primado pontificio o contra la autoridad de la Santa Sede. 

El emperador Segismundo, que tanto hizo por la celebración de este Concilio, en un discurso de despedida agradeció la presencia de todos los que habían colaborado en el desarrollo del mismo y de un modo singular la actuación de los representantes de las cinco naciones (Italia, Alemania, Francia, Inglaterra y España) que con su voto, uno por cada nación, hicieron posible la solución y el feliz desenlace de uno de los más graves problemas ocurridos en el seno de la Iglesia. El papa, en septiembre de 1420, hizo su entrada oficial en Roma donde se encontró con un montón de ruinas.

Autor: Santiago Correa, sacerdote

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