NoticiaNavidad Experimentar la misericordia de Dios produce alegría Publicado: 23/12/2016: 8389 Frente a una sociedad a la que le cuesta perdonar –por ejemplo, en el ámbito político– el Evangelio propone la alegría de perdonar y sentirse perdonado. La misericordia del perdón, fuente de alegría Esta es la gran noticia que Jesús ha querido revelar a lo largo de toda su vida: su Padre Dios ha perdonado el pecado del mundo. No en abstracto: me ha perdonado a mí, te ha perdonado a ti. No existe página del Evangelio que no revele este imperativo del amor que llega hasta el perdón. Incluso, mientras estaba siendo crucificado, Jesús tiene palabras de perdón: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34). «Nada de cuanto un pecador arrepentido coloca delante de la misericordia de Dios queda sin el abrazo de su perdón. La misericordia es esta acción concreta del amor que, perdonando, transforma y cambia la vida». Entregar nuestro perdón Recibir el perdón, entregar generosamente nuestro perdón a quien nos ha ofendido hace brotar la alegría. Dice Francisco: «Cuánta alegría ha brotado en el corazón de estas dos mujeres, la adúltera y la pecadora. El perdón ha hecho que se sintieran al fin más libres y felices que nunca. Las lágrimas de vergüenza y de dolor se han transformado en la sonrisa de quien se sabe amado. La misericordia suscita alegría porque el corazón se abre a la esperanza de una vida nueva». El Papa cita en su Carta unas hermosas palabras de uno de los documentos más antiguos de la Iglesia, el Pastor de Hermas (siglo II): «Revístete de alegría, que encuentra siempre gracia delante de Dios y siempre le es agradable, y complácete en ella. Porque todo hombre alegre obra el bien, piensa el bien y desprecia la tristeza [...] Vivirán en Dios cuantos alejen de sí la tristeza y se revistan de toda alegría. Experimentar la misericordia produce alegría. No permitamos que las aflicciones y preocupaciones nos la quiten; que permanezca bien arraigada en nuestro corazón y nos ayude a mirar siempre con serenidad la vida cotidiana». Con palabras terapéuticas y sanadoras, el Papa se dirige especialmente a los jóvenes: «se multiplican las formas de tristeza y soledad en las que caen las personas, entre ellas muchos jóvenes. A menudo surgen sentimientos de melancolía, tristeza y aburrimiento que lentamente pueden conducir a la desesperación. Se necesitan testigos de la esperanza y de la verdadera alegría para deshacer las quimeras que prometen una felicidad fácil con paraísos artificiales. El vacío profundo de muchos puede ser colmado por la esperanza que llevamos en el corazón y por la alegría que brota de la misericordia».