NoticiaHemeroteca Conferencia: \"El apostolado asociado, un signo de comunión de la Iglesia\" (Cádiz) Publicado: 24/11/2003: 2923 EL APOSTOLADO ASOCIADO, UN SIGNO DE COMUNIÓN DE LA IGLESIA 1.- Introducción Abrimos hoy esta XXV Semana de la Familia, que organiza la Diócesis de Cádiz Ceuta y que tiene por lema “Protagonismo social de la familia”. Esto quiere decir, si he comprendido bien, que deseáis alentar a todas las familias cristianas a tomar la palabra y hacerse presentes en los diversos ámbitos y foros de la vida pública. En un tiempo en el que numerosos responsables políticos y muchos ideólogos laicistas, que se arrogan ser los representantes del progreso, intentan borrar todo signo de presencia católica en la vida política, en los medios de comunicación, en la Universidad y en el ámbito público en general, con la afirmación falsa e interesada de que la religión es un asunto privado, carente de contenido racional, vosotros habéis tenido el coraje clarividente de centrar vuestras reflexiones en el protagonismo social de la familia. Os doy mi enhorabuena entusiasta. 2.- Importancia de la institución familiar en el ámbito social Por lo demás, como dice la Conferencia Episcopal Española, “la importancia de la institución familiar en el ámbito social está en el hecho de que es sujeto de derechos fundamentales. No es sujeto de derechos sólo la persona individual, sino también la comunidad de personas (...). Las iniciativas que toman las familias en el campo que les corresponde gozan de una prioridad sobre la planificación estatal y deben ser amparadas por los Estados” (La familia, santuario de la vida y esperanza de la sociedad, 144). Como sociedad primordial, la familia tiene “el derecho a unas condiciones económicas que le aseguren un nivel de vida apropiado a su dignidad; a unas medidas de seguridad social; a un orden social y económico en el que la organización del trabajo permita a sus miembros vivir juntos y que no sea obstáculo para el bienestar; a la salud y estabilidad de la familia; a una remuneración del trabajo que sea suficiente para fundar y mantener dignamente una familia; al reconocimiento del trabajo de la madre en casa; a una vivienda digna; al derecho de los padres a la educación de sus hijos; a unos medios de comunicación respetuosos con la institución familiar” (Id. 146). Como veis, temas todos ellos muy candentes en este momento concreto. Con vuestra propuesta audaz y contracorriente estáis recuperando el espíritu del Vaticano II, que afirma de manera rotunda: “El apostolado en el ambiente social, es decir, el afán por informar con espíritu cristiano el pensamiento y las costumbres, las leyes y las estructuras de la comunidad en la que cada uno vive es hasta tal punto un deber y una obligación propia de los laicos que nunca podría ser realizada convenientemente por otros” (AA 13). Juan Pablo II ha sido todavía más concreto y contundente al afirmar que “la función social de las familias está llamada a manifestarse también en la forma de intervención política; es decir, las familias deben ser las primeras en procurar que las leyes y las instituciones del Estado no sólo no ofendan, sino que sostengan y defiendan positivamente los derechos y los deberes de la familia. En este sentido, las familias deben crecer en la conciencia de ser protagonistas de la llamada política familiar y de asumir la responsabilidad de transformar la sociedad. De otro modo, las familias serán las primeras víctimas de aquellos males que se han limitado a observar con indiferencia” (FC 44). Esta presencia cristiana en los ambientes para transformar las condiciones y las estructuras de pecado y para hacer presente el Evangelio en las realidades temporales constituye el apostolado específico de los seglares; es decir, aquella dimensión de la evangelización que sólo pueden realizar ellos (cf LG 31-34; AA 7, 13). 3.- Tres supuestos para un trabajo eficaz Pero no basta con tener claras las ideas en este terreno tan difícil, sino que hay que crear los instrumentos necesarios para lograr algunos resultados. Y si queréis ser eficaces de veras, pienso que podemos fijarnos básicamente en tres. 3.1. El primero es el apostolado asociado, que es una manera concreta de vivir la comunión eclesial. En su Carta Apostólica Novo Millennio Ineunte, el Papa Juan Pablo II insiste al Pueblo de Dios en la necesidad de alentar una “espiritualidad de comunión” como base para el trabajo misionero (43-45) También la Conferencia Episcopal recoge esta línea de reflexión en el Plan Pastoral vigente hasta el año 2005 (n. 48-52). No es mi deseo incidir ahora en un tema tan rico y tan fecundo pastoralmente, pero trataré de sacar una conclusión práctica de la mayor importancia, que enuncia así el Vaticano II: “El apostolado asociado responde de modo conveniente a las exigencias tanto humanas como cristianas de los creyentes y, al mismo tiempo, es un signo de la comunión y de la unidad de la Iglesia de Cristo” (AA, 18). El Concilio es muy claro a este respecto cuando afirma que, “en las actuales circunstancias, es absolutamente necesario que en el ámbito de la actividad de los laicos se fortalezca la forma asociada y organizada de apostolado, pues sólo la estrecha unión de fuerzas puede conseguir todos los fines del apostolado contemporáneo y defender eficazmente los bienes que de él derivan” (AA 18) Las enormes ventajas de esta modalidad de trabajo apostólico las señala también el Concilio, cuando afirma que “las asociaciones erigidas (...) sostienen a sus miembros y los forman (...) y organizan y dirigen rectamente su acción apostólica, de forma que se pueden esperar frutos mucho más abundantes que si cada uno trabaja por separado” (AA 18). Tenemos miles de matrimonios trabajando en las parroquias, pero no hemos logrado unas asociaciones familiares fuertes e incisivas. Resulta muy penoso que una estrechez de miras poco inteligente retenga a los matrimonios en el ámbito parroquial y no aliente su asociación con otros matrimonios que persiguen los mismos o similares objetivos. Aislados unos de otros, los grupos parroquiales terminan por perder tensión evangelizadora y no tienen la fuerza necesaria para incidir sobre el ambiente y sobre los gobiernos, para continuar la formación permanente de sus miembros, para coordinar los diversos esfuerzos apostólicos y para el sostenimiento mutuo, como indica el Vaticano II en los textos citados. Urge seguir la recomendación que nos ofrece el documento “Los cristianos laicos, Iglesia en el mundo”, cuando afirma que “la Conferencia Episcopal y las Iglesias particulares promoverán especialmente las asociaciones y movimientos eclesiales que por su misma naturaleza y finalidad estén ordenados a la evangelización de aquellos sectores y ambientes en donde la presencia de la Iglesia no puede faltar y hoy su necesaria presencia es más urgente: familia, mundo del trabajo, campo de la política, de la cultura...” (CLIM 64). 3.2. El segundo consiste en un esfuerzo mayor por hacerse oír. Comprendo que es difícil, pero se pueden dar pasos significativos. Hay grupos minoritarios que nos dan ejemplo en esta posibilidad. Mediante su constancia y presión, terminan por calar en la opinión pública. No os estoy proponiendo actitudes contrarias a la ética, como esa tan habitual en nuestro tiempo de repetir datos falsos, al menos parcialmente falsos, hasta hacerlos pasar por verdaderos en la opinión pública. Me refiero a que los matrimonios debéis salir a la palestra informativa por todos los medios a vuestro alcance. En la sociedad mediática en que vivimos, lo que no sale en los medios de comunicación es como si no existiera. De poco sirve que haya miles de matrimonios que cumplen sus compromisos y que, mediante ellos, logran un alto grado de esa plenitud humana que llamamos felicidad, si su testimonio no llega a los demás; en especial, a los matrimonios jóvenes. Sé que no resulta fácil, pero tenemos que preguntarnos si sabemos aprovechar todas las posibilidades que están a nuestro alcance. Empezando por aprovechar bien las oportunidades que nos brinda la sagrada Liturgia. Además de la Eucaristía dominical a la que aún asisten cada domingo en España más de ocho millones de personas, tenemos las celebraciones matrimoniales, los bautizos y las misas que se ofrecen por nuestros seres queridos difuntos. También podemos aprovechar esos espacios que tenemos o podemos conseguir en algunas cadenas de radio y en algunos canales de televisión, empezando por las cadenas locales que suelen dar más facilidad. Sé que no podemos competir con las grandes cadenas comerciales, pero no debemos desaprovechar ese estilo pastoral tan evangélico que es el del grano de mostaza. Un medio muy eficaz y poco aprovechado son las cartas al director del periódico y las llamadas a la radio. Se calcula que detrás de cada carta y de cada llamada puede haber en torno a mil oyentes que piensan de manera semejante. Cuando salen artículos que agreden o ridiculizan al matrimonio o a la familia, tenéis que inundar de cartas y de llamadas a los directores de esos medios. Y debéis hacerlo vosotros, las familias, sin esperar a que lo hagan los párrocos o los delegados del Obispo. Además, contáis con ese espléndido medio que es la red de Internet, para abrir vuestra página, para enviar correos y para difundir el Evangelio de la familia. Es posible que entre los matrimonios que estáis aquí esta noche haya personas que manejan bien este medio o que pueden aprender a manejarlo. Es un campo de apostolado fecundo, que tenemos que explorar. En fin, estoy convencido de que muchos de vosotros podéis aportar ideas más concretas y eficaces sobre el tema. Lo que pretendo decir es que necesitamos hacernos presentes en la opinión pública. Porque si sólo se habla de rupturas matrimoniales, de los malos tratos domésticos, de las parejas de hecho, de la legitimidad del aborto y de cuestiones semejantes, se está dando una imagen negativa y demoledora del matrimonio y de la familia. 3.3. El tercero es la formación permanente, en especial, de los matrimonios más directamente implicados en la pastoral familiar. Si repasáis las conclusiones de los Sínodos diocesanos, los Planes Pastorales de la Conferencia Episcopal y los Planes Pastorales de las diversas Diócesis, os daréis cuenta que la formación de los seglares es uno de los temas recurrentes. Al hablar de la formación de los cristianos, dice el Plan Pastoral vigente de la Conferencia Episcopal Española que este “objetivo se ve como uno de los más importantes, dado el contexto social de increencia”. Si la Iglesia ha elaborado y publicado un catecismo, El catecismo de la Iglesia Católica, el segundo que presenta en veinte siglos de historia, es porque ha detectado la necesidad de formación. Junto con la sagrada Biblia y los documentos del Vaticano II, pienso que debería figurar en todos vuestros hogares. No es un libro más de lectura, sino la presentación de la fe que confesamos. Cuando se aprende a manejarlo, resulta de una gran utilidad para saber que se está confesando y proclamando la enseñanza de la Iglesia y no las ocurrencias de personas particulares, por muy sabias que sean. En un tiempo en el que cierta prensa y algunos grupos alientan la desafección eclesial, conviene que los miembros del Pueblo de Dios nos sintamos orgullosos de la fe apostólica que nos ha dado la Iglesia. Pero los que participáis en la pastoral familiar, tenéis que profundizar también en la dimensión psicológica de las relaciones humanas. No es necesario ser especialistas en la materia, pero es muy conveniente dedicar alguna jornada cada año a profundizar en alguno de los temas. Entre vosotros seguramente hay personas expertas en la materia, que pueden prestar este servicio. También es necesario conocer la legislación de la Iglesia y la legislación civil sobre todo lo que se refiere al matrimonio y a la familia en general. No me refiero sólo a las cuestiones relacionadas con la unión matrimonial, sino también a la legislación sobre adopciones, política de vivienda, educación, familias numerosas... Para poder analizarla, para informar a las familias, para criticar lo que esté desfasado, para decidir el voto y para ejercer los derechos ciudadanos con seguridad y eficacia. Y muy especialmente es necesaria una formación sólida y profunda sobre el significado cristiano del matrimonio sacramento y la gracia sacramental. No me refiero sólo al dominio de los conceptos teológicos referentes al tema, sino a esa formación que lleva a la pareja y a la familia a vivir en el Señor todos los acontecimientos y tareas de su vida. Durante los últimos años se ha prestado bastante atención a la moral, y me parece estupendo. Pero desearía atraer vuestra atención sobre la presencia activa de Jesucristo en vuestra vida. Una presencia que sana el amor de los esposos, lo alimenta y lo eleva sin cesar. Sólo una Teología viva, de carácter kerigmático como dicen los expertos, que a la vez que ilumina la inteligencia mueve el corazón, será el instrumento adecuado para esta formación teológica tan necesaria hoy. Comprendo que sólo unos pocos privilegiados podrán acceder a los Institutos de Ciencias Religiosas y a las Escuelas de Agentes de Pastoral, pero pienso que organizar las jornadas o cursillos necesarios está a vuestro alcance y que todos podéis participar en ellos. 4.- Hacia dónde tiene que encaminarse la pastoral familiar La Conferencia Episcopal Española acaba de aprobar un Directorio de Pastoral Familiar, que está llamado a convertirse en instrumento imprescindible para los planes pastorales de las Diócesis y de las Parroquias. No olvidemos que, con palabras del Papa, “la familia es el primero y más importante camino” que conduce a la Iglesia (Carta a las familias 2). Precisamente por eso, los Obispos de la Provincia Eclesiástica de Granada publicamos hace ya siete años un Directorio de Pastoral Familiar que conserva todavía, a mi entender, su vigencia. Pero me vais a permitir que os recomiende con particular insistencia la instrucción pastoral de la Conferencia Episcopal que se aprobó en abril del año 2001 y lleva por título “La familia, santuario de la vida y esperanza de la sociedad”. Basándome en el Vaticano II y en dichos documentos, os voy a ofrecer algunas sugerencias que me parecen muy útiles para el enfoque que habéis dado a esta semana. Son las siguientes. 4.1. La familia, Iglesia doméstica. Es natural que comience con una mirada de fe, pues como ha dicho la Conferencia Episcopal, “esa fe nos hace participar de aquella primera mirada de Dios con la que el Creador vio que todo era bueno y nos da esos ojos nuevos que nos permiten redescubrir lo bueno, lo verdaderamente humano” (...) y “la familia es el primer lugar donde una persona se confía a otra con una entrega verdadera” (La familia, santuario... 9). Además, en un ambiente secularizado como el nuestro, urge hundir en Jesucristo las raíces de nuestras actividades apostólicas. Nos advirtió de manera perentoria que si no nos mantenemos vitalmente unidos a Él como el sarmiento a la vid, terminaremos por secarnos y no dar fruto. (cf Jn 15) Y la manera básica de mantener esta unión con Jesucristo consiste en el desarrollo de la vida sacramental que se nos dio en el bautismo, se os ha dado en el sacramento del matrimonio y se alimenta sin cesar en la Eucaristía y en la reconciliación. Y a la luz de la fe, la familia es una “Iglesia doméstica” (LG 11), una comunión de vida y de amor con Dios y con los hermanos, que ha recibido, testimonia y proclama la salvación de Jesucristo en el Espíritu Santo. Por eso, en la familia se vive el misterio de la comunión trinitaria y eclesial, que permite el desarrollo fecundo de las relaciones de paternidad, de maternidad, de filiación, de fraternidad y de amor fecundo y gratuito, sobre la base de la experiencia de Dios como Padre y Madre; de Jesucristo, como Hijo unigénito y Hermano nuestro; y del Espíritu Santo, como amor y ternura de Dios que inunda el corazón humano con los dones divinos (cf Ga 5, 22-23). Con palabras tomadas de la exhortación apostólica “Familiaris consortio”, “es ante todo la Iglesia madre la que engendra, educa, edifica la familia cristiana, poniendo en práctica para la misma la misión de salvación que ha recibido del Señor. Con el anuncio de la Palabra de Dios, la Iglesia revela a la familia cristiana su verdadera identidad, lo que es y debe ser según el plan del Señor; con la celebración de los sacramentos, la Iglesia enriquece y corrobora a la familia cristiana con la gracia de Cristo, en orden a su santificación para la gloria del Padre; con la renovada proclamación del mandamiento nuevo de la caridad, la Iglesia anima y guía a la familia cristiana al servicio del amor, para que imite y reviva el mismo amor de donación y sacrificio que el Señor Jesús nutre hacia toda la humanidad” (FC 49). En virtud del sacramento del matrimonio, los cónyuges y, mediante ellos toda la familia, “no sólo reciben el amor de Cristo convirtiéndose en comunidad ‘salvada’ sino que están también llamados a transmitir a los hermanos el mismo amor de Cristo, haciéndose a sí comunidad ‘salvadora’” (FC 49). Es decir, que para no perder su identidad más profunda, la familia, en especial la pareja, está llamada como tal familia a ser el ámbito en el que se proclama y se medita la Palabra de Dios, en el que se alaba a la Santísima Trinidad con espacios compartidos de oración, en el que se buscan y descubren dialogando las formas en que se ha de imitar y vivir hoy el amor de Jesucristo, y en el que se celebra con gratitud la Eucaristía. Por eso, urge recuperar los símbolos religiosos en nuestros hogares, los espacios de oración, la participación en la Eucaristía del matrimonio unido y el papel de catequistas para con los propios hijos. O lo que es igual, hay que fomentar una práctica piadosa que haga posible esa experiencia de Dios que nos permite proclamar que existe, se ocupa de nosotros, nos ama y desea nuestra salvación (cf Hbr 11, 6) Por otra parte, en un tiempo en el que los canales de transmisión de la fe se han reducido si es que no han desaparecido totalmente, tiene que hacerse cargo la familia de la iniciación cristiana de sus hijos. Por supuesto, contamos con la catequesis parroquial, pero si en el hogar no se reza, no se practica y se cultiva la fe y no se vive de acuerdo con los valores evangélicos, la aportación de la parroquia va a encontrar dificultades muy grandes, pues falta esa urdimbre personal que constituye el fondo más profundo sobre el que se desarrolla luego el proceso catequético. Además, como “Iglesia doméstica” o Iglesia en miniatura, la familia ha de ser un “signo eficaz” de la salvación de Jesucristo, una “revelación” que la manifiesta y la anuncia. Cuando la familia encarna, siempre con defectos, los valores cristianos, se convierte en un testigo formidable frente a los males que amenazan hoy al matrimonio y a la familia. No olvidemos que el testimonio es una manera muy elocuente de proclamar el Evangelio con verdadera autoridad. Pero además del testimonio silencioso de la vida, es necesario también que proclamen lo que viven, y lo hagan en pareja. Como ha dicho con notable acierto la Conferencia Episcopal Italiana, “la presencia de las parejas cristianas como tales, y no sólo la de uno de los cónyuges por separado, en los diversos espacios de la comunidad eclesial, en las diversas formas de la misión salvadora de la Iglesia y en los organismos pastorales realiza y hace visible su ser y su misión dentro de la Iglesia” (Tomo esta cita del documento de la CEI Evangelizzazione e sacramento del matrimonio, n. 109). Pero seguramente estáis esperando que hable del protagonismo social de la familia. Sobre esta cuestión, sois vosotros, los seglares, quienes tenéis que analizar la realidad y leer los “signos de los tiempos” para abrir nuevos caminos. Sin embargo, dado que contamos con un documento reciente de la CEE sobre la familia, me permito recordar algunas de sus sugerencias. 4.2. Vamos a empezar por la vivienda. Ha sido un tema que está recurrente en los medios de comunicación de los dos últimos meses: la subida impresionante del coste de la vivienda, la dificultad que tienen los jóvenes para acceder a una vivienda, la falta de viviendas de protección oficial, el fraude en los temas del suelo disponible, el riesgo de endeudarse en una situación laboral precaria. La Conferencia Episcopal afirma que “la casa es signo y presencia del necesario ámbito de intimidad para cada persona, un espacio para la vida en comunión”. Por ello denuncia que “estos momentos de expansión económica han sido acompañados por una especulación inmobiliaria en beneficio de bancos, ayuntamientos y empresas constructoras que encarecen artificialmente la construcción. (Estos hechos) resultan actualmente un peso enorme para la economía familiar, sobre todo de los matrimonios jóvenes. (Además) son causa del retraso de la edad de contraer matrimonio y del miedo a tener hijos, pues son necesarios en la mayor parte de los casos dos sueldos para sostener la economía familiar y el trabajo de la mujer está muchas veces amenazado en el caso de quedarse embarazada” (La familia, santuario de la vida... 148). Comprendo que es un tema muy difícil, que nos lleva a recordar lo referente al compromiso público, político incluido, de los cristianos. Pero debemos tener en cuenta que este problema incide gravemente sobre la convivencia familiar, la estabilidad de la familia y la educación de los hijos. Sabéis bien que numerosas tensiones entre la pareja tienen su origen en el estrés por el exceso de trabajo y a la falta de tiempo y sosiego para dialogar. Por otra parte, la falta de oportunidades para escuchar a los niños y el clima de tensión que provoca la penuria económica puede repercutir muy negativamente sobre el desarrollo emocional de los mismos. Pienso que a nadie le cabe duda de que la vivienda es un condicionante fuerte de la armonía familiar y de la estabilidad de la pareja. 4.3. Los medios de comunicación social. Es otro de los factores sociales que la pastoral familiar tiene que abordar con urgencia, inteligencia y coraje. La televisión e internernet, dos de los medios que ejercen una influencia decisiva en la sociedad actual son una verdadera riqueza, pero el uso que se hace de ellos actualmente en España es preocupante y atenta gravemente contra el respeto a la persona. Es un tema que requiere un amplio debate en nuestra sociedad y en nuestras comunidades cristianas. Los medios influyen con sus noticias y sus silencios en la visión de la realidad que tenemos, en las normas y valores que se imponen, en el concepto de familia, en lo que consumimos y pensamos, en el afecto o desafecto a la Iglesia y en todos los aspectos de la vida humana. Pero sabemos que hoy rige un concepto puramente economicista de los medios de comunicación, especialmente de las cadenas privadas. Y lo que era un servicio a la sociedad, en el caso de los medios oficiales, se ha convertido en una fuente de clientela ideológica y política. Las familias tenéis que reaccionar con imaginación y coraje. Sin infravalorar la capacidad de movilización que tenéis. Recordad cómo, en fechas recientes, un conocido político que se había declarado a favor del matrimonio de las personas del mismo sexo retiró su propuesta ante la enorme avalancha de firmas que recibió en pocas semanas (Ruiz Gallardón). Recientemente un ayuntamiento de Cataluña retiró el título blasfemo de una exposición cuando numerosas familias se dirigieron a las firmas patrocinadoras y les amenazaron con boicotear sus productos. Es hora de perder el miedo y de vencer la pereza. Emociona saber que los grupos Pro-vida, con recursos muy escasos y contra el sentir general, hayan logrado que nazcan en las dos últimas décadas 21.000 niños, cuyas madres estaban decididas a abortar (Agencia Zenit). Por otra parte, hay que educarse y educar a los hijos en el seno del hogar. Pues como ha dicho el Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales, “por el bien de sus hijos y por el suyo, los padres deben aprender y poner en práctica su capacidad de discernimiento como telespectadores, oyentes y lectores, dando ejemplo en sus hogares de un uso prudente de los medios de comunicación. De acuerdo con la edad de los niños y las circunstancias, los niños y los jóvenes deberían ser introducidos en la formación respecto a los medios de comunicación, evitando el camino fácil de la pasividad carente de espíritu crítico, la presión de sus coetáneos y la explotación comercial” (Ética en las comunicaciones sociales, 25). Permitid que os recomiende sobre el tema una obra breve, pero muy jugosa y práctica, escrita por José Francisco Serrano, redactor jefe de del semanario de información religiosa Alfa y Onmega, que lleva por título ¿Medios de comunicación? Guía para padres y educadores. Como veis, son cuestiones importantes y urgentes, que requieren la atención de una pastoral familiar de altos vuelos. Es fundamental que se hable de las relaciones de pareja y las relaciones humanas en el seno familiar y de los medios para mejorarlas, de la importancia de la estabilidad del matrimonio, de la asimilación de los nuevos valores, de la vida sexual de la pareja, del diálogo en el hogar y de la educación de los hijos... Pero si olvidamos estos otros aspectos, me temo que estemos haciendo una pastoral de síntomas, que no va a la raíz social de muchos de los problemas actuales del matrimonio y de la familia. Habría que hablar también de los recortes a la libertad de los padres para elegir colegio de sus hijos; de esa emergencia que consiste en llevar los niños el colegio a las siete y media de la mañana y recogerlos al final del día, y que tratan de presentar como un progreso, y que, a mi entender, va a ser muy negativa para el desarrollo de los niños; de la escasa protección a las familias numerosas; de la situación de familias que tienen personas con minusvalías psíquicas a su cargo, por poner algún ejemplo. Pero me vais a permitir que termine estas reflexiones con otro tema profundamente entrañable para mí y seguramente para todos. 3.4. La atención a los mayores. Este sector de la población ha crecido a un ritmo impresionante en los últimos años. Y hay que reconocer que se han dado pasos serios en la buena dirección. La oferta de excursiones, de actividades culturales diversas los ejercicios de gimnasia para mantener sus energías físicas y las diversas prácticas que ayudan a prevenir la demencia senil son algunos de los logros que están más a la vista. La Iglesia, por su parte, ha querido estar también en la brecha y ha tenido una intuición valiosa con el movimiento apostólico Vida Ascendente. Además, creo que hace mucho bien ese programa de COPE, que se emite cada día a las tres y media y que tiene por nombre “Los decanos”. Pero reconociendo todo lo que se ha realizado hay que analizar lo que nos falta por hacer. Según dicen los expertos en geriatría, la atención sanitaria a los mayores no está al nivel que se merecen y que corresponde a una sociedad moderna como la nuestra. Por otra parte, quizá haya que invertir la tendencia de construir más residencias por la de llevar la ayuda a domicilio. Seguramente es una cuestión difícil, pero me parece más humano que nuestros mayores sigan viviendo en su casa todo el tiempo que su salud se lo permita. Para ello, necesitamos contar con “residencias de día”, con más espacios hospitalarios para estancias de corta duración y con una inversión mayor en servicios sociales. España es una de las naciones de la Unión Europea que invierte menos en servicios sociales, y Andalucía ocupa uno de los últimos lugares de las 17 Comunidades Autonómicas. En muchos casos, los abuelos se han convertido en una mano de obra barata, que se ocupan de los nietos. Aunque el contacto entre los abuelos y nietos es una verdadera bendición para ambos cuando es moderado, convertir a los abuelos en niñeras no me parece justo, por más que muchos lo acepten sin protestar. Los mismos hijos e hijas que, a veces, critican a sus madres por haberse sometido a las normas de su tiempo como esclavas, no parecen darse cuenta de que ahora son precisamente ellos quienes las tratan como tales cuando exigen más de lo que es razonable en el cuidado de los nietos. Pero no todo se arregla con dinero. Lo que pesa más es la soledad de numerosas personas mayores, tanto de las que están en una residencia como de las que permanecen en sus casas. Y entre todos tenemos que afrontar esta situación tan poco humana. Pues como dice la Conferencia Episcopal, si es básico “que cuenten con una economía familiar suficiente” es necesario “todavía más la ayuda humana de cercanía y el apoyo en su soledad” (La Iglesia, santuario... 164). En este campo queda también mucho trabajo pendiente en nuestras comunidades cristianas, pues no es justo que quienes han llevado una vida de piedad profunda, no se vean asistidas y acompañadas por parte de la comunidad cristiana cuando ya no tienen energías y facultades para acudir al templo. No olvidemos que siguen siendo una parte importante de la Iglesia que tienen mucho que decir con su oración constante, con la ofrenda de su cruz y con el testimonio de su vida. 4.- Conclusión Termino agradeciendo esta invitación a mi querido hermano en el Episcopado Don Antonio Ceballos Atienza y a los responsables y miembros de los Movimientos Familiares. Y os felicito por esa constancia que os permite celebrar este año la XXV Semana de la Familia. Aunque el trabajo por hacer es mucho, el recuerdo de lo que se ha ido haciendo es un estímulo. Pero el punto fundamental de esa pastoral familiar de altos vuelos, que nos exige remar mar adentro, como nos ha propuesto el Papa es tomar conciencia de la primacía absoluta de la gracia y de que la primera urgencia pastoral hoy es la santidad de los evangelizadores (cf NMI 3). La Sagrada Familia de Nazaret pudo convertirse en el punto de arranque de la existencia humana de Jesucristo y su misión evangelizadora, a pesar de insignificancia en medio del mundo antiguo, porque se fió de Dios y fue fiel a su llamada. + Antonio Dorado Soto, Obispo de Málaga