NoticiaHemeroteca Artículo: \"Una escuela del más rico humanismo\" Publicado: 00/04/2002: 5189 Artículo para la Revista Nacional del Movimiento Familiar Cristiano El Vaticano II dijo que “la familia es una escuela del más rico humanismo” (GS 52). Sin embargo, durante los años posteriores al Concilio esta realidad no fue valorada ni tenida suficientemente en cuenta en el campo de la pastoral, en el de la educación y en el de la política. Pero actualmente hemos llegado a un momento en que la familia, según ponen de manifiesto las encuestas, es el valor más cotizado por los jóvenes y adultos; y este hecho ha obligado a todos a ocuparse de la realidad familiar. Desde el punto de vista de la educación, hoy sabemos que la mayoría de los jóvenes que caen en diversos tipos de delincuencia proceden de familias desintegradas o rotas y cada día resulta más patente la importancia de la participación de los padres en la educación de los niños. También la comunidad cristiana, gracias a la insistencia de Juan Pablo II, ha tomado conciencia clara de que “la familia es el primero y más importante camino” de la Iglesia (Carta a las familias, 2) y de que “los planes de pastoral orgánica, a cualquier nivel, no deben prescindir nunca de tomar en consideración la pastoral familiar” (FC 70). Y los partidos políticos, por su parte, han convertido últimamente a la familia en la destinataria principal de sus promesas en cuestiones presupuestarias y de sus experimentos en asuntos legislativos. Todo ello me ha movido a reflexionar sobre el apostolado familiar. Consciente de que los principales destinatarios de estas reflexiones van a ser los miembros del Movimiento Familiar Cristiano (MFC), no considero necesario insistir en la importancia que atribuye el Concilio al apostolado asociado (AA 18), ni en que les corresponde a los laicos hacer presente el Reino de Dios en las realidades temporales (LG 31,33,35). Además, por su condición de movimiento apostólico, los miembros del MFC saben que el fin de esta asociación es proclamar el Evangelio de la familia y que su compromiso temporal no es óbice para que desempeñen tareas en la parroquia (LG 31). Partiendo de estas premisas (el interés que suscita hoy la familia y la identidad apostólica del MFC), voy a ofrecer cinco sugerencias que me parecen importantes para la reflexión y el debate entre los matrimonios y jóvenes que componen este movimiento apostólico. Y lo hago desde la gratitud y el afecto, ya que trabajé como uno más de sus consiliarios de equipo en mis años de sacerdote en la diócesis de Toledo. La primera sugerencia es la que nos hace a toda la Iglesia el Papa Juan Pablo II, afirmando que no duda “en decir que la perspectiva en la que debe situarse el camino pastoral es la de la santidad” (NMI 30). El hecho de que esta afirmación haya provocado un gran eco en prácticamente todos los movimientos apostólicos y responsables del trabajo pastoral indica que se trata de un diagnóstico certero. La cultura hoy dominante, que se distingue por el pragmatismo y por la eficacia, puede inducirnos a olvidar la primacía de la gracia y la importancia de una espiritualidad evangélica que se caracterice por una experiencia viva de encuentro personal con el Resucitado. Y el hecho de que la Iglesia haya beatificado recientemente a una pareja que se santificó mediante el sacramento del matrimonio y la vida de esposos y de padres, corrobora esta llamada a la santidad como supuesto básico de toda tarea apostólica. La segunda sugerencia es la necesidad de convertir a las familias cristianas en escuelas de Evangelio. De muchos hogares han desaparecido todos los símbolos y todas las referencias religiosas y urge que la familia cristiana recupere su identidad de iglesia doméstica y se convierta en ámbito de oración, de servicio, de práctica de los valores evangélicos y de escuela de catequesis. En la familia se viven esos momentos densos de ternura y de cariño que hacen que la fe se asuma desde la alegría y la experiencia cálida de los momentos más felices. Cuando se empieza a vivir la fe en un clima positivo, es más fácil que se vaya integrando en la propia personalidad. Además, hoy sabemos que la razón y sus análisis dependen mucho de la emotividad, que lejos de ser un elemento perturbador, es un ingrediente necesario en la búsqueda de la verdad sobre el hombre. Por eso es tan importante que el aprendizaje del Evangelio y de la oración esté inserto en un clima de alegría y de experiencias positivas. La tercera sugerencia es la necesidad de que los miembros de los movimientos familiares se empleen más a fondo en el debate en torno a la familia. Es conveniente oír la voz de psicólogos, abogados, filósofos, sociólogos, médicos y políticos creyentes. Urge profundizar, a la luz de la fe, en todos los temas relativos a la familia y ofrecer sin complejos argumentos consistentes y serios. No es justo que el debate sobre las parejas de hecho, la iniciación sexual de los jóvenes, el aborto, la estabilidad de la pareja, la enseñanza de la religión en la escuela y asuntos similares que aparecen en la prensa de cada día quede a merced de comentaristas audaces y, con frecuencia, poco consistentes desde el punto de vista intelectual y científico. Los seglares cristianos tienen que tomar la palabra y hacerlo con argumentos serios y con autoridad científica. Para ello, hay que profundizar en el estudio, en el diálogo y en la búsqueda sincera. Un tema de importancia capital en el momento presente es el de lograr una política familiar seria. No podemos mantenernos a la espera de lo que ofrezcan los partidos. Por eso, mi cuarta sugerencia es que se deben buscar y ofrecer soluciones también desde el tejido social. Pienso en una forma diferente y audaz de afrontar el futuro de las personas mayores, de manera que permanezcan en sus hogares todo el tiempo posible; en una legislación que posibilite tener más hijos a los padres que lo deseen; en mayor libertad a la hora de elegir colegio para los hijos; en la ayuda a las madres solteras para que no se vean tentadas a abortar; en dignificar el papel de la mujer que elija ser ama de casa... Son cuestiones complejas, detrás de las cuales se requiere una política presupuestaria diferente y las familias cristianas deben aportar propuestas al debate. Finalmente, hay que preguntarse cómo desarrollar en y desde las parroquias una pastoral familiar de largo alcance. Disponemos de documentos del Magisterio que son muy profundos y sugerentes, pero necesitamos buscar juntos la manera de llevarlos a la práctica. Pienso que un medio para conseguirlo es la colaboración más profunda entre las asociaciones que trabajan en la pastoral familiar, y entre éstas y las parroquias. Comprendo que resulta fácil plantear sugerencias y que lo más difícil consiste en encontrar las respuestas apropiadas. Pero mi pretensión es precisamente esa: animar un debate que nos saque del conformismo actual. Cuando observo las propuestas que se hacen sobre la familia desde ámbitos no creyentes, me pregunto si los católicos no tenemos nada que decir y si no somos capaces de abrirnos a la luz y a la fuerza creativa del Espíritu, que rejuvenece a la Iglesia sin cesar. + Antonio Dorado, Obispo de Málaga.