NoticiaHemeroteca Testigos de la Esperanza Publicado: 22/07/2014: 3498 Hoy domingo comienza el tiempo de Adviento. A lo largo de cuatro semanas, la Liturgia nos habla de las promesas de un Salvador y de la proximidad de su venida. Para el Pueblo cristiano, es un tiempo intenso de espera y de esperanza, durante el que se va preparando a celebrar la Navidad, al mismo tiempo medita sobre el sentido de la propia existencia y sobre la bondad de Dios Padre, que nos ha creado y se ha hecho hombre para hacernos partíícipes de su misma vida. La esperanza es hoy un bien escaso. Es verdad que el progreso de la ciencia ha cambiado el mundo en que vivimos, pero apenas se ha avanzado en el conocimiento y la transformacióón del espííritu hombre. Y en un mundo inmensamente rico como el nuestro, muchos, convencidos de que todo termina con la muerte, se plantean si vale la pena traer hijos a esta tierra, y centran sus esfuerzos en procurarse una "calidad de vida" que casi se reduce al disfrute de todos los placeres y a la ausencia de dolor y de sufrimiento. Otros, que se mantienen abiertos al misterio de Dios, han caíído en el desencanto con relacióón a un futuro en el que avancen la justicia, la paz y la prááctica de los derechos humanos. Su corazóón los impulsa a realizar todo el bien que pueden, pero se han desinteresado de un compromiso creativo que modifique las actuales estructuras de pecado; esas que hemos creado y que sostenemos entre todos. En medio de este panorama, en el que hemos prolongado prodigiosamente la vida y ahora no sabemos quéé hacer con los mayores; en el que se han multiplicado los bienes y sigue aumentando la distancia entre ricos y pobres; en el que se ha conseguido un nivel muy alto de bienestar y vemos cóómo crecen por díías la violencia y las depresiones, la Iglesia ha celebrado un Congreso de Apostolado Seglar y ha propuesto la consigna de ser testigos de esperanza aquíí y ahora. No se trata de un voluntarismo heroico y ciego, que ignora la realidad, sino de un impulso interior que brota de la fe en Jesucristo. Porque la esperanza, como virtud teologal, es un don de Dios y se apoya en Dios. Y sóólo arraiga en el corazóón del hombre, cuando la fe le permite vislumbrar que máás alláá de muerte estáá la vida, que el amor es máás es máás fuerte que el odio y que la existencia humana tiene un sentido. Es decir, cuando se abre a Dios. Por eso, la esperanza cristiana nace de la oracióón, se alimenta en la Eucaristíía y se desarrolla en el amor al hombre, a todo hombre, pero de forma especial, al hombre herido y empobrecido. Lejos de apartarnos de la vida real con toda su dureza, esta esperanza radicada en Jesucristo nos lleva a un compromiso mayor con la historia y a pensar que es posible una sociedad máás habitable y máás humana. Porque tenemos esperanza, los seguidores de Jesucristo sabemos mirar al mundo con amor y acoger agradecidos los nuevos valores que ha traíído el progreso. Pero tambiéén porque tenemos esperanza, denunciamos las carencias del mundo actual y nos comprometemos máás a fondo con el futuro, pues como dice el concilio, la fe en la vida futura "no disminuye la importancia de las tareas terrenas, sino que máás bien proporciona nuevos motivos de apoyo para su cumplimiento" (GS 21). Pero esta fuerza creativa y provocadora sóólo seráá posible si sabemos acercarnos con humildad a Beléén, donde Dios se nos da en la figura indefensa de un niñño.