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Sobre el sacerdocio

Publicado: 07/07/2014: 3393

El sacerdocio incluye unos elementos que para su valoración y vivencia requieren una dosis contemplativa.

La respuesta fiel a lo que es más radical en el sacerdocio lleva a la contemplación.


1.- SACERDOCIO Y CONTEMPLACIÓN.

a). Naturaleza teológica del sacerdocio.

“Obra en nombre de Cristo Cabeza” (PO 2).
“Representa a su modo la persona del mismo Cristo” (PO 12).

RE-PRESENTACIO = hacer presente. No consiste en ocupar su puesto y hacer sus veces; sino en posibilitar que Cristo se haga presente actuando y hablando inmediatamente en el sacerdote.

La representatividad propia del sacerdote plantea una doble relación: con Cristo y con la Comunidad.

- La referencia con Cristo, que cuenta con:

• la llamada (Mt 4, 19-20),
• el envío (MT 28, 19),
• con una misión (Gál 1; Rom 1, 1-2),

se expresa en el Vaticano II con los términos “sellados”, “configurados” por el Espíritu. No pura referencia extrínseca. El hecho sacramental indica una presencia del Espíritu y capacita al ordenado para actuar en la persona de Cristo-Cabeza.

- Referencia esencial a la Comunidad. El ministerio es un don para servir a la presencia del Señor, pero precisamente en medio de su pueblo.

Lo específico del sacerdote consiste en visibilizar eficazmente a Cristo Cabeza y en visibilizar la comunión de la comunidad con la Iglesia Universal y la fe apostólica.

b). La relacionalidad propia del sacerdote.

¿Qué relación tiene todo esto con la contemplación?

Conclusión de lo anterior: el carisma y el servicio del sacerdote es “ser relación y vivir en relación”. Total y radical relacionalidad: “en el Otro y desde el Otro para los demás”. Lo propio no cuenta.

Elementos que posibilitan la relación:

• La receptividad. El sacerdote es para los demás, pero “desde el Otro”, no desde uno mismo. Quien es y vive desde el Otro siendo y viviendo para los demás ha llegado a estructurar su persona como relacional.

Pero cuando hablamos de “ser desde el Otro” como propio del ministerio, la relación con Dios no se da por iniciativa nuestra (no soy yo quien me relaciono con Dios), sino por iniciativa de quien envía, el cual es capaz de hacernos que seamos desde Él para los demás. Es la explicación sacramental del ministerio: se actúa en Cristo y desde Cristo, porque hay una presencia activa del Espíritu que capacita para actuar en la persona de Cristo (PO 2).

Para vivir esta relación propia del ministerio “desde Cristo”  y “en Cristo” se necesita absolutamente una acogida. Capacidad de receptividad.

• Apertura: la verdadera relación supone salir de sí y llegar al tú de los demás, renunciando a los propios intereses.

• La pobreza. Morir muy profundo de tu persona. Toda relación en apertura supone un olvido de sí. Puede contemplarse en diversos planos:

- en la relación con Dios en Cristo: evitar todo intento de protagonismo. Somos siervos del Siervo.

- en relación con la comunidad. Abrir la comunidad a una instancia superior, evitando que se construya a sí misma y se alimente desde ella misma.

c). La relacionalidad y el talante contemplativo del sacerdote.

+ Las notas propias de la relacionalidad del ministerio –receptividad, apertura y pobreza- son las que identifican la contemplación. La relación con Dios se vive:

- desde una receptividad sostenida por la honda experiencia de la gratuidad de su amor.

- es imprescindible la apertura que lleva a un salir de sí y llegar al Tú de Dios.

- y la aceptación de la propia pobreza, que excluye todo protagonismo, todo narcisismo, en la purificación permanente de toda praxis contemplativa cristiana.
+ Y el ministerio potencia la respuesta contemplativa del sacerdote, porque el ministerio es relación en apertura, en actitud receptiva y en pobreza.


2.- TRAYECTORIA DE LA PRAXIS CONTEMPLATIVA DE LOS SACERDOTES.

¿Qué pautas podemos seguir para cultivar el talante contemplativo propio de todo sacerdote?

a). Planteamiento del sacerdote en su relacionalidad:

- evitando la funcionalización del ministerio como un puro “esse ad”,

- y evitando todo protagonismo de la santidad y de la actividad apostólica.

b). Superación de prejuicios. Recuperación de la contemplación:

- el desarraigo de la contemplación. Hoy, en cambio, se pide la contemplación para vivir el compromiso radical del cristiano. La contemplación lleva al compromiso,

- el imposible de la contemplación,

- el monacato como disculpa.

c). Una adecuada superación de la crisis.

d). La formación a la contemplación.


3.- EDUCACIÓN PARA LA CONTEMPLACIÓN.

La vida espiritual y la vida de oración consisten en un dejarse reconducir por la sabiduría de Dios, por la Energía del Resucitado.

El problema de la oración no consiste sólo en “querer” (voluntarismo, fuerza de voluntad), sino en “saber”. Es preciso “querer inteligentemente”, “querer y saber”.

“Y así es lástima ver muchas almas a quien Dios da talento y favor para pasar adelante… y quédanse en un bajo modo de trato con Dios por no querer o no saber, o no les encaminar y enseñar”. (San Juan de la Cruz: “Subida al Monte Carmelo”, 3).

Hemos de pasar de una espiritualidad “voluntarista” a una espiritualidad “comprensiva”, más inteligente, y que implica:

- advertir nuestra propia estructura humana, sus planes de desarrollo, sus niveles de profundidad,

- captar la continuidad que se da entre desarrollo como persona y desarrollo espiritual,

- ser al mismo tiempo muy conscientes de “los límites” para no invadir con nuestras pretensiones el campo de la “gratuidad” de Dios.

Esta educación para la contemplación supone:

1). Un concepto integral del hombre y de su relación con Dios. Es tener una concepción antropológica unitaria y no “dualista”:

• no se trata de la relación Dios-Alma, sino del “hombre entero”, sin marginar el “ambiente” y el “cuerpo”,

• ni se trata de “elevar la mente a Dios”, como sinónimo de “pensar en Dios”,

sino de una “advertencia amorosa” que ocurre en el sosiego del cuerpo y nos abre a la experiencia directa de Dios.

Nada podemos dejar al margen cuando intentamos encontrar las bases humanas de nuestra apertura a Dios.

Una antropología espiritual total siempre implica una reconciliación consigo mismo y, por consiguiente, un estado de serenidad. En ese momento es cuando la persona está mejor dotada para la visión interior, para la entrega sin condiciones y para la revelación de la sabiduría.

Llegar a una situación en que el hombre “controla” su propia conducta y sus reacciones…

2). Un lenguaje nuevo. Señalemos dos aspectos de la insuficiencia de nuestro lenguaje:

a). Hemos funcionado normalmente con el esquema polar de

hacer                               ____________________                                 no hacer
(actividad)                                                                                             (pasividad)

Como el “no hacer” no es deseable, el valor preponderante ha sido el contrario: la actividad. Con esta idea y esta palabra hemos formulado toda la vida espiritual y, naturalmente, la oración: “hacer oración”.

Pero la contemplación no es una actividad ni permite el protagonismo personal. Este esquema está dificultando la contemplación.

Hay que introducir una nueva expresión: “dejar hacer”, que es:
• pura receptividad,
• participa del dinamismo de la actividad y del reposo y sosiego de la pasividad.

b). Existe otro esquema verbal que hay que superar:

dentro                            _______________________                                  fuera
(introversión)                                                                                    (extroversión)

interiorización
(profundización)

En realidad, “dentro”, “fuera”, son dos conceptos meramente caracteriológicos. Y la contemplación no consiste en una introversión ni en una extroversión.

Necesitamos encontrar una expresión que englobe todos los aspectos caracteriológicos sin identificarse con ninguno de ellos y haciéndolos posibles a todos. Esta expresión es “INTERIORIDAD”, que consiste en un proceso de profundización en lo de dentro y en lo de fuera.

Así: el introvertido podrá orar; y el extrovertido verá en la contemplación la única posibilidad de completar su madurez, su dinamismo y su presencia en el mundo.

3). Una metodología nueva. Una metodología:

- que responda al “cómo” hay que trabajar,

- que respete la estructura esencial y profunda de la persona,

- y que surja de la comprensión de una antropología integral.

El sentido general de la metodología es el de conducir a toda la persona a ese ámbito misterioso, pero real del “dejar hacer”.

Se trata, en síntesis, de un proceso general de silenciamiento de unos sectores:

ambiente →cuerpo → afectividad → pensamiento

Y a dos niveles: consciente → no consciente.

“Orar significa llegar a ser silencioso” (Kierkegad)


4.- EL SILENCIO COMO MÉTODO:

+ La metodología clave es la del silenciamiento: “Solamente en el silencio habla Dios su palabra en el alma” (Eckardt).

La posibilidad antropológica fundamental de la persona es la de realizar profundizaciones sucesivas en sí mismo.

+ Procedimientos técnicos:

• de relax (nervioso, muscular y mental),

• “respiratorios”,

encaminados a conseguir un estado de:

- profundización,
- serenidad,
- paz,
- armonía personal,

como dice San Juan de la Cruz:

“En una noche oscura,
con ansias en amores inflamado,
¡oh dichosa ventura!,
salí sin ser notado,
estando ya mi `casa sosegada´”.

 

+ Antonio Dorado Soto, Obispo

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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