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LUNES SANTO. El perfume de Betania

Publicado: 04/04/2022: 10206

Jesús acude a Betania “seis días antes de la Pascua”, cercana ya su muerte. Betania es la casa de los amigos: Lázaro, a quien resucitó, y sus hermanas Marta y María, a quienes invitó a compaginar en sus vidas la oración y la acción como dos caras de la misma moneda.

En Betania tiene lugar un hecho singular: María, que postrada ante el Maestro escuchaba sus enseñanzas, abre un “perfume de nardo, auténtico y costoso” y unge los pies de Jesús, lavándoselos con sus lágrimas y secándoselos con sus propios cabellos. El gesto de lavar los pies al huésped es un signo de hospitalidad. Y María, ungiendo a Jesús, quiere significar que quien ha entrado en su casa no es un huésped cualquiera, sino el Señor de su vida. El Evangelio reseña que “la casa se llenó de la fragancia del perfume”: el suave olor del amor del Maestro que le llevará a dar su vida por nosotros y el bálsamo de la amistad de sus discípulos que alimentará su fe en momentos de duda.

Pero en todo banquete hay un invitado incómodo. Judas, el que manejaba la bolsa del dinero, recrimina: “por qué no se ha vendido este perfume y se ha entregado el dinero a los pobres”. Jesús contesta: “Déjala, lo tenía guardado para el día de mi sepultura. Y a los pobres los tenéis siempre con vosotros y a mí no siempre me tenéis”. Judas nunca amó al Maestro, ese fue su pecado, y por ello no entiende la gratuidad de la amistad, significada en el derroche de amor de aquel perfume.

La unción de Betania es un anticipo de la Cena de Pascua en el Cenáculo, en la que el Maestro se ciñe la toalla y lava los pies a los discípulos, invitándonos a hacer nosotros lo mismo: expandir el perfume de Betania, el suave olor del amor a Cristo que se propaga en el amor a los hermanos.

Alfonso Crespo

Párroco de San Pedro Apóstol de Málaga

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